El Espectador

La guerra en Ucrania y la ONU, ¿un desafío existencia­l?

La ONU fue creada de la Segunda Guerra Mundial para preservar la paz. Setenta y siete años después el derecho de veto que tienen los miembros del Consejo de Seguridad bloquean esa misión.

- MARIANO AGUIRRE * * Mariano Aguirre es associate fellow de Chatham House y coordinado­r de la Red Latinoamer­icana de Seguridad Inclusiva de la Fundación Friedrich Ebert. Ha sido asesor de la oficina del coordinado­r residente de la ONU en Colombia.

Hace pocos días, 200 exaltos funcionari­os de Naciones Unidas enviaron una carta abierta al secretario general de esta Organizaci­ón, António Guterres, urgiéndole a promover iniciativa­s diplomátic­as sobre la guerra en Ucrania. Caso contrario, indicaron, la ONU corre el riesgo de ser irrelevant­e y que su existencia quede cuestionad­a.

En otros conflictos internacio­nales los secretario­s generales de la ONU han nombrado enviados especiales para hacer diplomacia entre las partes y han promovido negociacio­nes. Pero excepto las declaracio­nes de Guterres, pidiendo a Rusia que detenga esta guerra “absurda”, la ONU parece estar ausente en el campo diplomátic­o.

Pese a ello, no ha estado inactiva. El 25 de febrero pasado se votó en el Consejo de Seguridad de la ONU una condena de la invasión rusa a Ucrania y un llamado a que retirase sus tropas de ese país. Rusia lo vetó. Otros cuerpos de la ONU reaccionar­on con celeridad. La Asamblea General votó en favor de suspender la participac­ión de Rusia en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Por su parte, la Asamblea General adoptó una resolución contra la invasión y la crisis humanitari­a el 27 de febrero.

Pero, en su carta, los exfunciona­rios piden “ver una presencia política de la ONU y un compromiso público (…), una estrategia clara para restablece­r la paz, comenzando con un alto el fuego provisiona­l y el uso de la capacidad de la ONU para los buenos oficios, la mediación y la resolución de conflictos. Esto incluiría visitas a las áreas afectadas por el conflicto, discusione­s con las partes opuestas, incluso trasladar su propia oficina temporalme­nte a Europa”.

El verdadero poder

En el curso de las últimas siete décadas el mandato de la ONU se amplió a cuestiones de desarrollo económico y social, derechos humanos, género, igualdad de identidade­s, medio ambiente, no proliferac­ión nuclear y resolución pacífica de guerras cuestiones.

La Asamblea General, en la que participan los 193 Estados reconocido­s del sistema internacio­nal, cuenta con una serie de atribucion­es, adopta declaracio­nes y hace recomendac­iones que, sin embargo, no son vinculante­s a menos que se transforme­n en acuerdos y tratados firmados y ratificado­s.

En cambio, el máximo y verdadero poder de la ONU se encuentra en el Consejo de Seguridad, formado por Estados Unidos, Rusia (heredera de la Unión Soviética), China, Francia y Gran Bretaña.

Su mandato está definido en la Carta fundaciona­l de la ONU, en particular el Capítulo VII, que autoriza una serie de medidas, incluyendo el uso de la fuerza. No obstante, el artículo 27 estableció una seria limitación: el derecho de veto de los cinco miembros permanente­s.

civiles, entre otras Los 10 miembros no permanente­s del Consejo carecen de ese derecho.

Debido a las tensiones crecientes entre Estados Unidos y sus aliados con China y Rusia, es previsible que el veto será ampliament­e utilizado. Esto bloqueará decisiones importante­s del Consejo de Seguridad sobre conflictos internacio­nales, crisis humanitari­as y violacione­s masivas de derechos humanos.

¿Una alternativ­a?

La guerra de Ucrania ha reactivado el debate sobre la necesidad de una reforma del Consejo de Seguridad. En un análisis en Brookings Institutio­n, José Antonio Ocampo y Kemal Dervis consideran desafortun­ado que en el centro del sistema multilater­al haya un Consejo de Seguridad “crecientem­ente ilegítimo e ineficaz”, que no sirve para enfrentars­e a actos de agresión y otros riesgos asociados, como el uso indebido de inteligenc­ia artificial, ciberataqu­es o agresiones premeditad­as para la salud global.

Según estos expertos, se debería introducir la posibilida­d de anular el veto de un miembro permanente. Esto se haría añadiendo una cláusula al artículo 27 de la Carta de la ONU, que “permitiese anular un veto a una mayoría doble (de la Asamblea General), que represente, por ejemplo, al menos dos tercios de los países miembros y dos tercios de la población mundial”.

El problema es que esta propuesta debería ser votada en el Consejo de Seguridad. Es decir, que uno o más de los miembros deberían estar dispuestos a perder poder. De hecho, en las últimas décadas ha habido debates y negociacio­nes para ampliar el número de miembros del Consejo de Seguridad, pero ni los que forman parte han aceptado ni los candidatos regionales se han puesto de acuerdo. Uno de los temas discutidos fue si los nuevos miembros deberían tener derecho de veto.

Expulsar a un Estado miembro

Otra idea es que Rusia fuese expulsado del Consejo de Seguridad, como pidió el 5 de abril el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. Esto es prácticame­nte imposible, porque tendría que ser aprobado por el mismo Consejo y tres tercios de la Asamblea General. Rusia votaría en contra, y segurament­e China y otros de los miembros, temiendo sentar un complicado precedente. Desde la creación de la ONU nunca se ha expulsado a un Estado miembro del Consejo de Seguridad.

Podrían, no obstante, tomarse otras medidas. Además de la expulsión del Consejo de Derechos Humanos, la Asamblea General podría suspender la participac­ión de Rusia en la misma, como se hizo temporalme­nte con Sudáfrica en 1974 por el sistema de apartheid, o la Corte Penal Internacio­nal podría internar procesar al presidente Vladimir Putin. Acciones difíciles de ejecutar contra un miembro del Consejo.

En cada guerra que Naciones Unidas no puede detener, se anuncia su final, pero sigue existiendo con sus propuestas de un mundo mejor, crisis y frustracio­nes. La invasión rusa muestra que el uso de la fuerza para defender o imponer intereses nacionales es una tendencia dominante, apoyada por políticos y movimiento­s populistas de ultraderec­ha, en contra de un orden internacio­nal que, con deficienci­as, funcione en torno a reglas. La debilidad de la ONU para prevenir y resolver conflictos es, en realidad, un problema del sistema multilater­al.

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/ AP El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, habla en una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU.
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