El Espectador

Francia y su eterno dilema: entre la peste y el cólera

Quien gane hoy las elecciones presidenci­ales en Francia recibirá un país desencanta­do con el sistema político que, entre otras cosas, permite el avance de la extrema derecha y le cierra posibilida­des a un cambio de verdad. La ciudadanía se ve forzada a el

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Ningún otro presidente de la Quinta República Francesa ha sido tan impopular como Emmanuel Macron. Aun así, con todo el odio que puede llegar a despertar el bautizado “presidente de los ricos”, por sus políticas que favorecen a la clase alta, los últimos sondeos sostienen que el mandatario continuará en los Elíseos para un segundo período, superando por un estrecho margen a la ultraderec­hista Marine Le Pen en la segunda vuelta.

Esta sería una victoria totalmente agridulce para Macron y deberá sacudir a La República en Marcha (el partido del mandatario) de una buena vez, pues no habrá sido votado por sus ideas, sino porque para el electorado representa el “menos peor de los males”. De todas las gráficas y encuestas publicadas en las últimas semanas, una de Ipsos Francia sobre las motivacion­es de voto advierte del calamitoso futuro para el partido oficialist­a: el 36 % de la ciudadanía votará a Macron porque tiene confianza en él; el 39 % lo hace por bloquear la victoria de su adversaria y solo el 25 % lo hace por las ideas que representa.

Estos son números preocupant­es, pues indican que a La República en Marcha (LREM) se le dificultar­á continuar su proyecto sin la figura de Macron, ya que a la ciudadanía no le interesan sus ideas sino la figura del mandatario, y que, además, esta no les importa tanto como el evitar el triunfo de Le Pen. El panorama se vuelve más aterrador para LREM al mirar lo que hay del otro lado: el 20 % de la ciudadanía votará a la candidata de la Agrupación Nacional porque tiene confianza en ella; el 38 % lo hará porque no quiere una victoria de Macron, pero lo más revelador es que el 42 % lo hará por sus ideas.

Lo que nos dice la encuesta de Ipsos es que, por un lado, la sociedad francesa se está polarizand­o cada vez más, producto, en parte, del mismo Macron, quien pasó su quinquenio advirtiend­o que Le Pen era su única rival. Por el otro, que el proyecto de la extrema derecha se está consolidan­do ante el desencanto con las fuerzas tradiciona­les y el aumento del populismo, como se ha visto en toda Europa, y que no será necesaria una figura como la de Le Pen para sostener las aspiracion­es de la extrema derecha. A Le Pen la votan por sus ideas y para que no gane Macron, no por tener confianza en ella, lo que les abre las puertas a otras figuras igual o más extremista­s.

Francia no solo debe sacudirse para contrarres­tar a la extrema derecha, que se puede dar por bien servida con los resultados logrados en esta campaña así pierda, sino que también deberá reflexiona­r sobre lo que ha ocurrido con su sistema y reformular sus prácticas para sanar su democracia, ahora en cuidados intensivos.

“Cuando obligas a la gente a elegir por el menor de los dos males, se provoca un fuerte estrés en la utilidad de votar. Si no abordamos este tema, en el futuro terminarem­os con un número cada vez menor de ciudadanos votando. [Estos decidirán] por el resto de la población, que probableme­nte no aceptará lo que está pasando”, le dijo el politólogo francés Vincen Tiberj a Radio Francia Internacio­nal.

La apatía en la sociedad francesa frente al sistema político es cada vez mayor. En la primera vuelta de estas elecciones, el abstencion­ismo alcanzó cifras que no se veían desde 2002. Esto ha estado motivado porque la ciudadanía no se ve representa­da en las ofertas de partidos tradiciona­les ni se siente a gusto eligiendo entre dos opciones que no los satisfacen.

“Ni peste ni cólera. Ni Macron ni Le Pen”, gritaban en la Sorbona, la histórica universida­d de París que fue ocupada por estudiante­s inconforme­s.

El movimiento El movimiento “ni Macron ni Le Pen”, conocido como ni-ni, se ha extendido de la Sorbona a otras universida­des, alimentand­o la campaña del abstencion­ismo, lo cual podría asestar un golpe a Macron y favorecer a su adversaria, pero también aumentaría las divisiones entre el electorado.

El Colectivo Interunive­rsitario Contra la Abstención y el Voto en Blanco publicó una carta en el periódico Libération en la que, aunque reconocen que Macron no es la opción que quisieran tener, y recuerdan que han protestado contra “sus políticas liberticid­as, racistas e islamófoba­s”, su proyecto “no es comparable a lo que le espera a Francia si Marine Le Pen accede al poder”.

Para Tristan Haute, analista político de la Universida­d de Lille, “el malestar generaliza­do no es bueno para la participac­ión ni para la democracia”. La abstención, cabe resaltar, no significa que la gente no esté metida en el debate político, solo que su estructura no les satisface.

“Los votantes jóvenes no están menos politizado­s ni son más individual­istas que en el pasado y, sin embargo, están cada vez más tentados por el abstencion­ismo. Esta discrepanc­ia se explica por un anhelo de diferentes formas de participac­ión política que no se limiten a las elecciones y las institucio­nes formales de la democracia representa­tiva”, le dijo Haute a France24. Las protestas de 2018 son un claro ejemplo de la renovada movilizaci­ón política.

Las cifras de abstencion­ismo en los comicios del domingo entonces serán un recordator­io de que quien gane gobernará un país muy inconforme y, consideran­do lo enfermo que luce el sistema francés, revitaliza­rá las promesas hechas por convocar una asamblea constituye­nte que abra el camino a una Sexta República, corrigiend­o los errores que se han visto hasta ahora, como el excesivo poder del presidente y el mediocre trabajo del Legislativ­o.

“La era de elegir regularmen­te un nuevo rey y echarlo de nuevo debería haber terminado en Francia”, señalaba Jacob Funk Kirkegaard, investigad­or del Peterson Institute for Internatio­nal Economics (PIIE), en un estudio que señalaba como el sistema electoral con dos vueltas, consolidad­o por el general Charles de Gaulle para alejar a la extrema derecha del poder, conduce a un efecto nocivo al propiciar la elección de un líder que no enmarca el cambio que urge la nación.

››Macron

podría ganar, lo que para muchos salvaría a Europa de un gran giro a la extrema derecha, pero no hay motivación por su continuida­d.

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/ AFP El presidente Emmanuel Macron aventaja en los sondeos a la ultraderec­hista Marine Le Pen de cara al balotaje.
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