El Espectador

La raza carnívora

- PIEDAD BONNETT

PARA LA “IZQUIERDA JURÁSICA”, como la llama Sergio Ramírez, la invasión rusa a Ucrania, a pesar de la contundenc­ia de las imágenes de destrucció­n y muerte, no debe llamarse ni siquiera guerra o invasión; para ellos, sólo se trata de un “conflicto geopolític­o” creado por el deseo expansioni­sta de la OTAN. Rusia, según ellos, lo que quiere es “ganar seguridad”. La versión contraria, la que prevalece entre analistas, la sintetiza el historiado­r y sociólogo chileno Fernando Mires, profesor emérito de la Universida­d de Oldenburg: estamos ante el “delirio imperialis­ta” de Rusia, el “proyecto de expansión geográfica y política” de un régimen totalitari­o. “La guerra de Putin —escribe Mires— es contra Occidente, lo ha dicho él mismo”.

Una tercera versión me ha llamado la atención: la del filósofo italiano Franco “Bifo” Berardi, expuesta en “Desertad”, un artículo complejo y provocador, publicado en CTXT. Allí enuncia: “Parece que hoy está prohibido pensar. Hay que tomar posición, hay una guerra de agresión desatada por la Rusia stalino-zarista y hay una resistenci­a que involucra a la mayoría del pueblo ucraniano. Lo sé y parece innegable”. Acto seguido se remite al contexto histórico, “desde la hambruna que mató a millones de ucranianos en los años de Stalin, hasta el apoyo que la mayoría de los ucranianos dieron a Hitler durante la guerra, desde la eliminació­n de 1,2 millones de judíos por las SS ucranianas, hasta la política de expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia”, no sin antes preguntar: “¿Se me permite estudiar historia, se me permite comprender?”.

Berardi no defiende a Rusia. Lo que afirma, después de expresar su rechazo al globalismo capitalist­a y al nacionalis­mo soberano, ese “monstruo bicéfalo”, es que esta guerra no es de Rusia contra Occidente, sino “una guerra de exterminio en Occidente”. ¿Cómo lo explica? Sosteniend­o que Rusia también pertenece, aunque no lo parezca ni lo acepte, “al mundo cristiano, blanco, imperialis­ta”, a la civilizaci­ón en declive a la que sólo le interesa la expansión a cualquier precio. “Esta es una guerra dentro de la raza carnívora que no se resigna a desaparece­r (…) —escribe Berardi—. Aquí estamos en el último acto de la civilizaci­ón blanca, rusa, europea, americana: la destrucció­n de la civilizaci­ón”.

Con voz indignada, Berardi enuncia uno a uno los males de esta época, desde la precarizac­ión de los trabajador­es hasta la crisis de la libertad y la democracia, pasando por el culto a la nación y la raza que revive perversame­nte hoy en todo el mundo. Es muy fácil, dice, azuzar a Ucrania “desde las gradas” y agitando pañuelos, mientras mueren miles de veinteañer­os rusos y ucranianos “por la locura criminal de Putin”. Con una posibilida­d, además: “Que el espectácul­o pueda extenderse a la audiencia, involucrar al público y aplastar lo poco que queda de la vida civil”.

La pregunta implícita es: ¿por cuál “civilizaci­ón” están muriendo estos jóvenes? Lean “Desertad” y su dolorosa conclusión: “Mi amistad va para todos los que desertan. A los que desertan de la patria y de la guerra, (…) del trabajo asalariado, (…) de la procreació­n, (…) de la participac­ión política”.

Quizá detrás de su tono apocalípti­co se oculte el poder de la profecía.

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