El Espectador

Salidas de fondo

- LARIZA PIZANO

LAS CAMPAÑAS SE QUEDAN EN LAS minucias, en las peleas políticas que dan likes y agitan los portales. La gestión de los publicista­s y los fraseos marquetero­s convertido­s en libretos, la velocidad del tiempo, la falta de preguntas de los electores y las preocupaci­ones del momento le quitan el foco a lo trascenden­te. La coyuntura se traga todo.

En parte eso se debe a una limitación del periodismo: la dificultad de que en un consejo de redacción se compren los temas que tengan que ver con la respuesta de los candidatos a los problemas estructura­les de este país: la pobreza, el hambre, la exclusión y la inequidad. Son temas ladrilludo­s que no generan tráfico digital, que no venden.

Con el tiempo, además, prensa y ciudadanía —informada o no— terminaron comprando el discurso oficial de que el narcotráfi­co y la insegurida­d son las causas de todos los males, como si no fueran parte de un círculo vicioso que tiene su origen en la incapacida­d estatal. Los académicos y violentólo­gos lo han dicho, pero han caminado por una acera diferente a la de la opinión, en la cual no se cuestiona esa idea de que Colombia ha sido la democracia más antigua de América Latina.

No lo ha sido porque todos los procesos políticos han sido inconcluso­s. El populismo de derecha, a pesar de que se concretó con Uribe, no lo hizo de frente. A diferencia del resto de América Latina, no hemos pasado por el populismo de izquierda. A Gaitán, que habría podido representa­rlo, lo mataron por miedo a que le moviera el piso a la institucio­nal.

Más allá del populismo, a la izquierda no se le ha permitido evidenciar las complejida­des de gobernar: o han matado a sus aspirantes, como sucedió en 1990, o estos no han logrado convocar. Y la derecha, a diferencia de la del Cono Sur, ha sido de corbata.

Mientras tanto y entre peleas sobre los detalles, los grandes debates se diluyen. Y entre ellos, la pregunta por cómo hacemos para construir un mejor país. ¿A través de qué canales? ¿De qué soluciones? La evidencia ha demostrado que las salidas, ya consignada­s en decenas de misiones de sabios y libros de académicos, van más allá de los temas de campaña. Así como matar a Pablo Escobar no mejoró la realidad colombiana ni la mejorará extraditar a Otoniel, tampoco lo hará fumigar el mundo con glifosato o promover pactos carcelario­s de perdón social.

Parte de las salidas tal vez está en generar acciones profundas para construir igualdad, promover una ética cívica, recuperar la división de poderes, legitimar la legalidad, mejorar la capacidad estatal. La Constituci­ón de 1991 y el Acuerdo de Paz han sido apuestas en ese sentido, pero con el paso del tiempo su trascenden­cia ha sido limitada por peleas coyuntural­es, intereses politiquer­os y decisiones tomadas en las mieles de la manzanilla.

Temas como la educación, la reformulac­ión estatal y las soluciones al hambre deberían ser exigidos por la opinión y los periodista­s en todos los debates para romper las dolorosas barreras de la inviabilid­ad.

‘‘Entre

peleas sobre los detalles, los grandes debates se diluyen. Y entre ellos, la pregunta por cómo hacemos para construir un mejor país”.

Pecera

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