¿Por qué Petro y por qué Fico?
nó. Como esta justicia nuestra siempre es tardía por la congestión en los despachos, cualquier apelación impedirá que tenga que cumplirse oportunamente esta orden y por eso Molano se quedará hasta el 7 de agosto, aprovechando para “lagartear” otro puesto.
Esa es otra manía de este Gobierno embustero. Duque anda remando para que lo nombren director de una oficina internacional de inmigrantes, haciendo valer las tibias medidas que aquí se tomaron en favor de los venezolanos, que poco han servido. No es el único. El mentiroso consejero presidencial Emilio Archila, luego de haber conspirado contra la paz, ha utilizado su cargo para tomarse por asalto la decanatura de la Facultad de Derecho del Externado, de la que se ausentó por su propia voluntad para rendirles culto al uribismo, a Duque y a su banda de rufianes, desplegando prácticas clientelistas y tergiversando al secretario general de esa universidad.
Otro tanto pasa frente al fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya que, como lo anuncié, sería desastroso para el país. Ahora, a la manera de Maturana, el Gobierno y su abogado Manuel José Cepeda pregonan que ganaron el pleito, cuando nos dieron una muenda histórica porque condenaron a Colombia por violar la soberanía de Nicaragua y no se protegieron los derechos de los raizales sanandresanos. También le están mintiendo a la nación con las resultas de esta tragedia del litigio con Nicaragua.
El fiscal Barbosa no se queda atrás. En ruidosa rueda de prensa cobró el “logro” de haber establecido que el futbolista Freddy Rincón venía conduciendo el vehículo en el que se accidentó. ¡Qué hallazgo!
Solo falta que gane el pérfido Fico, amaestrado ya en el arte de hacerse el bobo con las preguntas difíciles. En efecto, en las puertas de La Picota un exfiscal lo acorraló preguntándole por qué invitó a todos los fiscales de una unidad a Medellín, al Hotel Intercontinental, con todo pagado, luego de que la fiscal Claudia Carrasquilla Emiliani encarcelara a su ex secretario de Seguridad Gustavo Villegas, cuando Fico está mencionado en ese asunto. En cambio, hoy anda propalando, sin pruebas, que desde una cárcel le están montando un complot. ¿Quién le contó? Dios los cría.
Adenda. De antología la desilusionante fotografía de Duque con todas las magistradas de la Corte Constitucional con la que enterraron los insultos oficiales.
LAS ELECCIONES PARECEN SER sobre los candidatos, pero en realidad son sobre nosotros mismos.
Los candidatos por supuesto compiten para lograr el mayor número de votos. Por eso asisten a toda clase de eventos, contestan las preguntas más insólitas, opinan sobre casi todas las noticias, participan en debates, descalifican o calumnian a sus oponentes, hacen o no hacen alianzas según los votos que añadan o que quiten, contratan publicistas y asesores que tratan de seducir masivamente a los votantes.
Esas acciones de campaña tienen sin duda un gran peso sobre el resultado de las elecciones. Pero no son el factor decisivo: el voto depende de las emociones y los valores profundos sobre los cuales se asienta la identidad de cada uno de nosotros. No votamos por razones abstractas, votamos por el candidato que se parece más a uno mismo.
Eso no quiere decir que el candidato satisfaga todas mis aspiraciones, sino que las satisface más que sus competidores; el elegido no tiene que ser muy bueno, sino apenas menos malo que sus contrincantes.
Ahora bien, el sistema electoral colombiano es una sucesión de filtros para ir escogiendo entre los candidatos que un mayor número de votantes consideran menos malos. A falta de organizaciones ciudadanas tuvimos una feria de vanidades, seguidas por tres “consultas” para reemplazar a los partidos: el resultado son los candidatos de cada uno de los tres “partidos” (Petro, Fajardo y Gutiérrez), más otros cinco que apelan o tratan de apelar a emociones o nichos específicos del electorado (Hernández, Betancourt, Gómez, Pérez y Rodríguez). De la primera vuelta entre estos ocho aspirantes saldrían cuando más dos, que a su vez se enfrentarían en la segunda vuelta. Es la curiosa democracia colombiana.
Pero detrás de tantas peripecias y tantos gastos y tanta confusión estaba y sigue estando el hecho simple de que estas elecciones son un enfrentamiento entre la rabia, el descontento o la esperanza que encarna Gustavo Petro, y el miedo a Petro que Federico Gutiérrez encarna con más claridad. El centro —que es el llamado a no votar por miedo ni por rabia— tenía poco espacio y hoy además está pagando el costo de que la consulta hubiera demostrado esa falta de espacio.
De aquí las estrategias de las distintas campañas. La de Fico es muy simple: asustar a la gente con lo que él dice que hará Petro. La de Petro consiste en no asustar (“no habrá expropiaciones”) y al mismo tiempo hacer promesas seductoras cuyo común denominador sería agigantar el gasto público. La de Fajardo es más difícil: no se dejen llevar por la emoción. La de los otros cinco candidatos es tratar de figurar para ganar el espacio que perdieron por no ir a las consultas.
En resumen: un proceso alargado de escogencia entre la rebeldía y el miedo, o entre una emoción que acabaría en un salto al vacío y otra emoción que acabaría repitiendo el lánguido gobierno de Iván Duque.