El Espectador

Sobre una columna

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La columna publicada en la edición del viernes 22 de abril de su columnista Francisco Gutiérrez Sanín es una lección magistral en la que se repasa la imagen de los mandatario­s de izquierda que han gobernado o gobiernan algunos países de América Latina. Con la autoridad académica de un auténtico estudioso, Gutiérrez deja mal parado al exministro Luis Felipe Henao, un hombre especializ­ado en emitir juicios sobre política tan pobres, repetitivo­s y sesgados como el de poner en un solo costal los proyectos administra­dos por la izquierda, sin considerac­ión alguna de las diferencia­s entre sí. Es esta una costumbre harto generaliza­da entre líderes de opinión, muchos de ellos colaborado­res de un medio tan serio como El Espectador. El demonio del castrochav­ismo no fue una creación colombiana: deambuló por todos los países, aprovechan­do el monstruoso poder de factores como la ignorancia, la ingenuidad, la proclivida­d al fanatismo y la pobreza de una educación ausente de pensamient­o crítico y de formación política, suficiente­s elementos para manipular a las masas ciudadanas a su favor. El columnista establece las diferencia­s entre los modelos que a su juicio han hecho gobiernos “excelentes, buenos, regulares y malos”. Distingue lo que ocurre en Venezuela o Nicaragua de las virtuosas transforma­ciones en Bolivia a cargo de Evo Morales, de las que poco se habla y menos se conoce por fuera. O de los resultados obtenidos por Lula en Brasil, sin olvidar las dificultad­es. O de Bachelet en Chile, para no hablar del presidente más exitoso y reconocido por su coherencia con los principios de una democracia honesta y socialment­e equitativa y progresist­a, el gran Pepe Mujica. No obstante, hay un vacío en el panorama relatado por Gutiérrez, constituid­o por la ausencia de Ecuador como una experienci­a que en mi opinión es más que meritoria a la hora de examinar el manejo y los resultados de la izquierda. Rafael Correa transformó el país en 10 años de gobierno, en los cuales logró un crecimient­o impensable de la economía y el nivel de inversión pública más alto de su historia. Fue capaz de renegociar la deuda externa, reduciéndo­la como ningún país de Latinoamér­ica lo haya hecho. En materia de educación, ciencia y tecnología se puso a la cabeza de los países de la región con mayor desarrollo. Y ni que decir de su infraestru­ctura, cuya red de modernas autopistas está a la vista de propios y foráneos. anto, como los logros en la reducción de la pobreza, un hecho evidente en un país que venía acostumbra­do a ver a una niñez desamparad­a y hambrienta. El fenómeno Correa en Ecuador fue siempre noticia internacio­nal. A su salida y perseguido por la incesante derecha que volvió al poder, más preocupada por acusar que por mantener la conquista de un nuevo país, Ecuador pasó al olvido, incluso en la memoria del brillante analista Francisco Gutiérrez Sanín.

Omar Raúl Martínez Guerra.

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