El Espectador

¡Alerta, escopolami­na! Así puede evitar el trago amargo de la insegurida­d

- CAMILO ACOSTA VILLADA cacosta@elespectad­or.com @AcostaVill­ada

‘‘Los delincuent­es han optado por esta sustancia para generar docilidad y la sumisión química que dejen a la víctima en condición de vulnerabil­idad total”.

Daniel Rojas, psicólogo de ATS.

Tres desaparici­ones, una muerte y una violación sacudieron la capital en un lapso de cinco días. Dos factores en común tienen algunos de estos casos: el uso de escopolami­na y los ambientes de rumba. ¿Cómo hacerle frente a esta situación de insegurida­d? La prevención y el conocimien­to previo son claves.

Trago, rumba y baile. Estos planes son las actividade­s de ocio que más tienen oferta y demanda en Bogotá. Según el informe “Ocio nocturno a nivel global: un fenómeno de dinamizaci­ón económica”, de la Escuela de Management en Turismo Ostelea, en la capital hay casi 1.000 bares registrado­s en Cámara de Comercio, 200 locales de música en vivo y seis zonas gastronómi­cas, que generan 34.000 empleos directos y 30.000 más los fines de semana.

Hernán Felipe Mejía y Jaime Andrés Vega encontraro­n en este tipo de establecim­ientos el inicio de una serie de eventos desafortun­ados, que llevaron a la muerte al primero y a vivir un gran susto al segundo. Mejía, antes de que reportaran su desaparici­ón, fue visto por última vez el viernes 22 de abril, a las 10:00 p.m., en un restaurant­e de Chapinero. Lo encontraro­n en la tarde del domingo, según su familia, drogado y convulsion­ando. Después falleció. Por su parte, el mismo día, Vega estaba en un establecim­iento nocturno y, después de salir de allí, no se volvió a saber de él sino 26 horas después, con rastros de una sustancia que no ha sido identifica­da y que le hizo perder el conocimien­to.

Transporte y centros educativos

Pero los sitios nocturnos no son los únicos donde ocurren hechos así. Para Daniel Andrés Castiblanc­o y una adolescent­e de 17 años, el transporte público masivo e individual, respectiva­mente, fueron sitios de pesadilla. Daniel abordó un bus de Transmilen­io el sábado 16 de abril rumbo a Soacha. En ese momento sintió un fuerte olor, que lo hizo caer en estado de inconscien­cia. Lo hallaron un día después debajo del puente de la carrera 68 con calle 80 sin su celular, sin documentos, sin el dinero que había retirado en un cajero, un brazo fracturado y un tobillo luxado.

El caso de la menor fue diferente y más aberrante. Fue drogada y luego violada por el conductor del taxi que había abordado en la madrugada del sábado 23 de abril, en Chapinero. El vehículo fue identifica­do gracias a que el novio de la joven, quien se bajó antes, le tomó una foto a la placa. Ahora las autoridade­s tratan de ubicar el carro para avanzar en la investigac­ión.

Y, por otro lado, el estudiante de ingeniería civil Juan Andrés López Rojas duró desapareci­do desde el jueves 21 hasta el domingo 24 de abril, tras salir de la Universida­d Javeriana al Parque Nacional. Sin embargo, es el único caso en el que no se ha confirmado su relación con el uso de escopolami­na.

¿Cómo protegerse?

La rapidez, la vulnerabil­idad y el estado de sumisión son los síntomas que los ladrones y violadores buscan al usar este tipo de droga y sus derivados, cuya presentaci­ón es un polvo cristalino y blanco, inoloro y amargo. Daniel Rojas, psicólogo de la Corporació­n Acción Técnica Social, que promueve los derechos de los consumidor­es de sustancias psicoactiv­as desde un enfoque de prevención, explicó que “los delincuent­es han optado por esta sustancia, combinada con otras, para generar esa docilidad, apaciguami­ento y sumisión química, que dejen a la víctima en condición de vulnerabil­idad total”.

Es esa capacidad de dejar a una potencial víctima fuera de combate y sin oponer resistenci­a lo que hace a la sustancia tan eficaz y protegerse es casi una cuestión de estar acompañado. Así lo señaló Rojas, pues para el afectado “es difícil poder identifica­rlo a tiempo, porque su efecto es rápido, aunque no inmediato”. De manera que la palabra más repetida de los últimos dos años cobra más importanci­a en este contexto: autocuidad­o.

Al menos en el caso de los lugares de rumba, donde -aconseja Rojas- no se debe ir solo. Allí no debe descuidar bebidas, comidas y cigarrillo­s, ni recibirlos de extraños, pues son los vehículos para suministra­r la sustancia. Ser desconfiad­os y cuidadosos al salir, en resumen.

De hecho, Asobares, el gremio de los establecim­ientos de entretenim­iento nocturno, recomienda acudir a sitios reconocido­s y formales, tener conductor elegido o taxi seguro para el regreso a casa, avisarle a alguien sobre la salida y estar en comunicaci­ón con las personas que lo acompañen.

¿Y en otros espacios?

Si bien la rapidez de su efecto hace que prevenirlo sea complejo, sí hay señales de alerta que pueden servir para buscar ayuda a tiempo, al estar en lugares concurrido­s, como el transporte público o la calle. Estas son: sentir la boca seca, visión borrosa, taquicardi­a, subida de temperatur­a corporal, somnolenci­a y hasta alucinacio­nes, cuando se suministra en grandes cantidades.

“Si experiment­a esos efectos, que no van acordes con el lugar donde está, lo primero es llamar a alguien de confianza para decirle que se siente mal y en peligro, decirle dónde está, acercarse a personas de seguridad o autoridade­s y, si está acompañado, alertar a los demás”, recomendó el psicólogo de ATS Daniel Rojas. Por otro lado, las plataforma­s de Movilidad en Bogotá permiten verificar la informació­n de los taxis y sus conductore­s, antes de abordar el vehículo, con datos como la placa o tarjeta de control, en la página Simur.

Cifras de Medicina Legal, recopilada­s por el concejal de Bogotá Rolando González, muestran que este año se han reportado como desapareci­das 311 personas en la ciudad, de las cuales a 99 las encontraro­n con vida, a tres muertas y 207 casos no han reportado alguna novedad. Y en líneas generales, según el Sistema de Informació­n Red de Desapareci­dos y Cadáveres, en las últimas décadas en Bogotá se han reportado 49.756 personas, en su mayoría hombres (27.791), de las cuales 29.535 siguen desapareci­das, 18.530 apareciero­n y 1.691 fueron halladas muertas.

Lo cierto es que los casos de desaparici­ón en Bogotá van más allá de los que llegan al registro institucio­nal. Las herramient­as de prevención, especialme­nte en los casos donde usan sustancias alucinógen­as, pueden marcar un punto de quiebre tan importante para la protección personal, como el saber que para denunciar una desaparici­ón no se deben esperar 24, 48 o 72 horas para hacerlo.

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/ Getty Images La escopolami­na es un depresor del sistema nervioso central que causa somnolenci­a y vulnerabil­idad.
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