La guerra y el arte
HACE POCO LA UNIVERSIDAD NAcional fue escenario de un evento que merecería ser replicado en muchos lugares de Colombia y el mundo. Artistas de Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Alemania, el Reino Unido y Colombia rindieron un sobrecogedor tributo a las víctimas de la guerra en Ucrania con el lenguaje universal de la música.
Desde la gran sala del Museo de Arte de la Universidad y en el marco de una instalación del artista Óscar Murillo que reflejó la destrucción de la guerra y el luto que Ucrania sufre por sus víctimas, los músicos se unieron en un clamor por la paz a los acordes de sus instrumentos. Un público emocionado escuchó una profusión musical que abarcó desde los aires de las gaitas del Caribe colombiano hasta las piezas de grandes compositores de la música clásica.
Los sonidos del piano, el violín, el saxofón y la gaita llenaron el ámbito de la sala en la que el arte transmitió a los asistentes el sentimiento compartido del horror, la rabia y la impotencia que siempre han experimentado los pueblos bajo las guerras y que inspiraron en todas las épocas a escritores, poetas y compositores para levantar su voz contra la barbarie.
Así lo hicieron los gaiteros del Ensamble del Caribe con una canción del folclor colombiano, el director de orquesta ruso Guerassim Voronkov y su esposa, la violinista ucraniana Ala Voronkova, y la pianista bielorrusa Alena Krasutskaya interpretando composiciones de Tchaikovsky y Shostakóvich alusivas a las grandes guerras sufridas por Rusia, como la provocada por la invasión napoleónica de 1812 y las guerras mundiales. También lo hicieron el colombiano Óscar Acevedo al piano y el alemán Jonathan Krause al saxofón al interpretar una composición de Acevedo, y la violinista Voronkova al tocar una obra del colombiano Moisés Beltrán.
Uno de los momentos cumbres del recital, que fue posible gracias a la alianza de la Universidad Nacional, la Universidad de los Andes y la Universidad de Ibagué, fue la evocación de Babi Yar, el barranco en las afueras de Kiev que fue escenario de una de las mayores masacres de judíos perpetradas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, una barbaridad que inspiró una sinfonía de Shostakóvich y un poema de otro artista ruso, el poeta Yevgueni Yevtushenko.
Las universidades patrocinadoras y los artistas participantes en este singular concierto son acreedores al reconocimiento general por esta iniciativa, que trascendió el propósito inmediato de enviar un mensaje al pueblo ucraniano en medio de su desgracia, para convertirse en un poderoso instrumento universal de pacificación de los espíritus. El evento enriqueció a los centenares de asistentes y a los innumerables espectadores que pudieron disfrutarlo por la televisión. Correspondió a cabalidad a la definición que los griegos daban a la catarsis como el medio de proporcionar la purificación de las pasiones mediante las emociones provocadas por la evocación de las tragedias.
Así como las que hemos sufrido los colombianos y la que hoy soporta Ucrania nos identifican en la desventura, el arte nos transmite el mensaje de la paz mejor que cualquier discurso. Los organizadores de este magnífico evento harían bien en darle la mayor divulgación posible para que el público colombiano, inmerso como está en la discordia, reciba los beneficios del lenguaje sanador de la música.