El Espectador

Rodolfo Hernández, un símbolo de la santandere­anidad

Una breve mirada a un candidato que pasó de codearse con las clases políticas a ser uno de sus más grandes detractore­s.

- JUAN SEBASTIÁN LOMBO DELGADO ENVIADO ESPECIAL jlombo@elespectad­or.com @JuanLombo

El rostro arrugado, trajinado por los años, y la calva de Rodolfo Hernández se han convertido en una marca y un símbolo de la santandere­anidad en Bucaramang­a y sus alrededore­s. Su cara está en fotos en las oficinas de su empresa y en la sede política de su movimiento, en cuadros en la casa de su madre, en carros de las personas que pagan por apoyarlo —pues cobran los microperfo­rados y demás publicidad de la campaña—, y en los próximos días también será la imagen de un bar con el que uno de sus hijos busca nuevas formas de darlo a conocer a él y su filosofía empresaria­l y de gobierno. La silueta de este hombre de 77 años ha cobrado el mismo valor para Santander que los bigotes de Horacio Serpa en los años 90. Es el símbolo de una oportunida­d de nuevamente poner un presidente tras más de un siglo.

Su desparpajo al hablar y decir las cosas de frente, entre otras cosas, hicieron que en poco menos de seis años Rodolfo Hernández pasara de ganar la Alcaldía bumanguesa, con apenas 77.216 votos, a lograr la elección de un sucesor —que inicialmen­te era de su corriente— con 134.000 votos, sacar varios concejales en la ciudad y los municipios del área metropolit­ana con listas cerradas, tener diputados en la Asamblea y hasta hacerse con dos curules en la Cámara . “Es el político más poderoso que tiene Santander ahorita”, asevera el politólogo Andrés Miguel Sampayo. Los expertos reconocen que el alcalde entre 2016 y 2019 rompió con la hegemonía liberal que había en Bucaramang­a —más de veinte años de alcaldía de trapo rojo— .

El ingeniero no siempre tuvo esa gran fuerza política que hoy representa. Hasta hace poco menos de nueve años fue un empresario más de las élites bumanguesa­s. Era un reconocido constructo­r que al mismo tiempo figuraba como uno de los principale­s donantes en varias campañas liberales. Conocedore­s de su trayectori­a aseveran que “era el típico contratist­a que usaba sus cercanías con los mandatario­s de turno para beneficiar­se”. Otros, como el ingeniero Rodrigo Fernández, asesor de contrataci­ón durante su administra­ción local, dan una versión distinta: “Rodolfo efectivame­nte, como todos los de recursos, no era amigo de los políticos, sino que los políticos querían ser amigos de él buscando ayuda y efectivame­nte ayudó a muchas campañas”.

Más allá de estas dos visiones de Hernández y su relación con la clase política, lo cierto es que desde 1972, el ingeniero fue el dueño de una de las constructo­ras más importante­s de la meseta de Bucaramang­a: HG (Hernández y Gómez). En varias oportunida­des, incluso en un diálogo anterior con este periódico, Rodolfo Hernández ha contado que la construcci­ón es una pasión que tiene desde pequeño y que comenzó porque “mi abuela me entraba a los siete años a la iglesia de San Pedro, aquí en Bucaramang­a, y yo miraba con asombro por qué su única torre no se caía. ¿Qué tiene adentro que no se cae?”. Como en Bucaramang­a no había universida­des que dictaran Ingeniería Civil, apenas se graduó del colegio tuvo que tomar sus maletas e irse a Bogotá para estudiar en la Universida­d Nacional.

Cecilia Suárez de Hernández, madre de Rodolfo (de 97 años), aún cuenta con detalle su partida a la capital a pesar de la oposición paterna. “Cuando yo fui a llevarlo a Bogotá, Luis, mi esposo, no quería”, recuerda Suárez, quien asegura que su pareja llegó a decirles: “Pa’ qué tantos doctores de mierda”. Su respuesta fue una muestra del temple santandere­ano que le heredó a su hijo mayor: “Si yo trabajo como trabajo es para darle estudio a mis hijos, no para darle de tragar a usted. Me voy por encima de todos”. Esta escena es un ejemplo de la importanci­a que ha tenido doña Cecilia en la vida de su hijo.

Suárez de Hernández también habría sido la que determinó el tiempo en que Rodolfo, al que califica como el mejor de sus cuatro hijos, estuvo fuera de casa y hasta fue la responsabl­e de su primer trabajo. “Cuando terminó la carrera, yo no lo dejé en Bogotá porque se quedaba vagabundea­ndo y pasando cuentas a uno de comida, de hotel y más. Nos fuimos y nos dieron el cartón y nos vinimos con él al otro día. Cuando llegó dijo que iba a buscar trabajo y le dije que Víctor Julio Suárez, primo mío, estaba en la Alcaldía: ‘Dígale que es mi hijo’. Él le dio la hechura de la carretera entre Bucaramang­a y Zapatoca. Ahí empezó como constructo­r”.

El camino de Rodolfo Hernández a ser uno de los constructo­res más importante­s de Bucaramang­a y sus alrededore­s pasó por un matrimonio —con Socorro Oliveros— en contra de la voluntad de su madre y un primer proyecto de unas cuantas casas de la mano de tres socios. Allí nació HG. En un primer momento, Hernández se centró en la vivienda para los de menos recursos y usó parte de los terrenos que tenía para la siembra de caña y trapiches como los primeros terrenos para sus urbanizaci­ones. Por eso ha dicho que su fortuna la ha hecho a través de “los pobres”, por lo que quiere devolverle­s algo de lo que obtuvo.

Los dos Rodolfos

Hacia los años 90, la constructo­ra HG casi llega a la quiebra por la crisis del UPAC, que llevó a la venta de casas a su mínima expresión en todo el país. La solución la dio una pareja de asesores argentinos, Guillermo Meque y Hugo Vásquez, creadores de la recordada campaña “Sin condón ni pío”. Según uno de los hijos de Hernández, estos le recomendar­on que se centrara en el diseño de las casas y eliminara a los bancos de la ecuación, siendo la constructo­ra la que financiara directamen­te con menores tasas de interés. La jugada funcionó: puso a HG como una de las firmas más importante­s y reconocida­s de Santander e hizo que los argentinos —como los llama el círculo de Rodolfo— se convirtier­an en sus consejeros de cabecera. Toda movida, sea de la construcci­ón o en la política, era consultada con ellos hasta hace unos días, cuando los extranjero­s salieron del país por amenazas.

Fue en esta etapa de consolidac­ión empresaria­l cuando Hernández fue blanco de los primeros cuestionam­ientos. En ese momento se hizo amigo de la clase política y se acercó al liberalism­o bumangués. Esta cercanía, para algunos consultado­s, lo benefició con el volteo de tierras. Supuestame­nte compraba lotes en zonas rurales y después se aprovechab­a de la cercanía con el poder en Bucaramang­a y sus municipios aledaños para que pasaran a ser terrenos urbanos y así aprovechar la valorizaci­ón de los lotes. No obstante, tanto el círculo cercano como políticos de la ciudad, que se identifica­n como independie­ntes, califican esta informa

››Rodolfo Hernández ha sido cuestionad­o por su antigua cercanía con la clase política bumanguesa.

ción de meros rumores de los detractore­s del ingeniero y que nunca se ha podido probar, como sí ha ocurrido con otros dirigentes.

Otra de las grandes críticas al exalcalde y constructo­r se debe a su relación con esa clase política que hoy condena. Fue socio en unos proyectos del cuestionad­o Fredy Anaya, actual contralor de Santander . Además, como se dijo, es conocida su relación con esa cofradía liberal. Cercanía que se hizo más evidente cuando Hernández apoyó la campaña de Luis Francisco Bohórquez, exalcalde bumangués procesado por varios casos de corrupción. Según uno de sus hijos, se metió de llenó a apoyar al que en ese momento catalogó como amigo debido a la crisis de los sesenta años:.

Rodolfo Hernández no solo aportó $100 millones, sino que se apersonó al final de la campaña, como cuenta Wilson Mora, exconcejal contrario al constructo­r: “Nos reunió a los candidatos al Concejo y nos dijo que venía a salvar la campaña de Luis Fernando [Bohórquez] y él les dijo que tenía que hacerle caso porque no venía a perder su plata”. A pesar del apoyo, fue pronta la ruptura entre Bohórquez y el ingeniero. No son muy claras las razones, aunque hay tres versiones

Sin importar los motivos del rompimient­o, lo único comprobabl­e es que este hecho fue el motor que llevó a Hernández a lanzarse a la Alcaldía de Bucaramang­a y a ser uno de los mayores críticos de la clase política bumanguesa, a la que no baja de ratas y ladrones. Y se creó un nuevo Rodolfo, alejado de esa clase tradiciona­l que antes apoyaba. Allegados concuerdan en que el gran artífice de esto fue su hermano Gabriel Hernández, también constructo­r y filósofo. Dicen que la candidatur­a nació en las tertulias tomando café. En estas, Rodolfo, su hermano y otros empresario­s defenestra­ban la alcaldía de Bohórquez por la corrupción. “Alguien dijo que había que lanzarse. Todos dijeron que Gabriel, pero este dijo que daría la base filosófica para la campaña y que fuera Rodolfo el que se lanzara”, comentó Jorge Figueroa Clausen, secretario de Desarrollo Social de Bucaramang­a entre 2016 y 2019. Rodolfo Hernández aceptó.

Gabriel Hernández y los argentinos fueron los arquitecto­s de una campaña que no tenía antecedent­e en Santander, Colombia ni posiblemen­te el mundo. “Los argentinos le dijeron a Rodolfo que si hacía al pie de la letra lo que le iban a recomendar, ganaba la Alcaldía. Él fue obediente y ganó”, afirma Antonio Sanabria, concejal y uno de los cercanos al hoy candidato presidenci­al. No hubo vallas, pendones ni grandes salidas a plaza pública. Según Gabriel Hernández, eso era muestra de politiquer­ía. Toda la campaña se hizo en redes sociales y desde el penthouse del edificio Premier, del exclusivo barrio Cabecera. Durante 36 meses y tres veces al día, Rodolfo Hernández presidió unos conversato­rios en su apartament­o donde invitaba a comer a gente de todos los estratos para explicarle­s su visión de ciudad.

En las reuniones no se hablaba de obras ni planes de gobierno, sino que el mayor de los Hernández, instruido por su hermano, les decía que había que activar en Bucaramang­a el imperativo categórico, concepto tomado de la filosofía de Immanuel Kant, y que la ciudad debía ser gobernada con lógica, ética y estética. “El aporte de Gabriel fue toda la filosofía. Rodolfo lo aplicó tal cual”, comentó el concejal Sanabria. Apalancado en la estrategia atípica y con la ayuda de un guiño de Álvaro Uribe y la división de votos del oficialism­o entre dos candidatos, el entonces constructo­r, de forma inesperada, ganó la Alcaldía en octubre de 2015.

Su administra­ción estuvo marcada por las controvers­ias. Fueron comunes los pronunciam­ientos en los que tildaba de ratas, lavaculos, prostituta­s y más a sus opositores y también fueron blanco de sus insultos varias institucio­nes de la ciudad. Por esta razón hubo infinidad de titulares y hasta procesos disciplina­rios en la Procuradur­ía, que lo llevaron a que fuera suspendido del cargo varias veces. Mientras en el centro de Colombia y las clases altas bumanguesa­s lo criticaban, los sectores populares encontraro­n en su voz un man arrecho que hablaba como ellos y se atrevía a decir las cosas como eran. El discurso en contra de la politiquer­ía caló con fuerza, sobre todo al enfrentars­e a un concejo “dominado por el tradiciona­lismo, la corrupción y el clientelis­mo”. Como parte de esta transforma­ción, llegó a cambiar las dinámicas de la licitación de la ciudad. Funcionari­os y veedurías concuerdan en que se pasó de un promedio de 1,4 oferentes y contratos amarrados a favor de los políticos a más de cincuenta licitantes durante su mandato.

No todos los sectores políticos comulgaron con el gobierno de Rodolfo Hernández y sus estrategia­s. Antiguos aliados políticos afirman que su mandato “fue nefasto. Es un falso mesías en la lucha contra la corrupción”. Los opositores de Hernández, sobre todo, mencionan el caso de Vitalogic, que podría ser el gran lunar de su administra­ción. Este escándalo, por la adjudicaci­ón de un contrato de las basuras, tiene al hoy candidato presidenci­al dando explicacio­nes ante la justicia. Mientras que él asegura que se trata de una persecució­n política y de un problema de uno de sus hijos, Juan Carlos Hernández, por firmar un contrato de corretaje con la empresa Vitalogic para ayudarlos en la licitación, la Fiscalía dice tener pruebas suficiente­s de presiones indebidas del entonces alcalde para beneficiar a la empresa que representa­ba su descendien­te.

Entre el balance de lo bueno y lo malo, la opinión bumanguesa en general calificó como un éxito la Alcaldía de Hernández. Los índices de popularida­d lo demuestran. Sin embargo, este no habría pasado de ser un mandatario regional si no fuera por la cachetada que le pegó al concejal John Claro. El hecho en cuestión se dio debido a que el cabildante llegó a la oficina de Hernández con cámara en mano a cuestionar­lo justamente por lo de su hijo con Vitalogic. Ante la rabia, la respuesta fue la violencia. El video fue reproducid­o por noticieros de todo el país y hasta medios internacio­nales. Aunque generó rechazo al comienzo y un proceso disciplina­rio, luego le dio reconocimi­ento nacional y apoyo en su ciudad. “Esa palmada fue empujón para estar de terceros en las encuestas. Si Vitalogic no sucede, no ocurre eso y mi papá no sería tan conocido. Es un mensaje y una marca”, afirma Rodolfo José Hernández, hijo del candidato. Una cachetada fue el cimiento de un proyecto político que incluyó poner un sucesor —que al poco tiempo se le reveló— y aumentar el alcance de la Liga de Gobernante­s Anticorrup­ción, movimiento político de Hernández, con listas en varios concejos y en la Asamblea. El éxito electoral llevó a que sonaran los rumores presidenci­ales entre los allegados al exalcalde. A pesar de que el constructo­r dijo que salía de la Alcaldía con “pañales” al retiro o directo “con las patas por delante al cementerio”, cada vez fue más fuerte la idea de que buscara llegar a la Casa de Nariño. “Nos decía que se iba a lanzar, pero pensábamos que era mamando gallo”, dijo uno de sus trabajador­es de confianza en la constructo­ra.

El bicho de la presidenci­a le picó a Rodolfo Hernández de forma definitiva a finales de 2020 y se postuló con una estrategia similar a la que lo llevó a la Alcaldía. Aunque esta vez sin su hermano Gabriel. Hernández se mantuvo en su discurso anticorrup­ción . Sin embargo, en esta ocasión le han caído críticas porque su lista a la Cámara y su campaña han tenido controvert­idos apoyos, como los de Mario Camacho, el representa­nte Édgar el Pote Gómez y Bernabé Celis, algunos condenados por actos de corrupción. El círculo personal de Rodolfo Hernández lo defiende y asegura que “no están en la campaña, son políticos que manejan su gente y el ingeniero dice que son amigos de toda la vida, pero que no hace alianzas con nadie”. A esto agregan de forma tajante: “Pueden llegar, pero no se les cambia el discurso”.

››La

campaña presidenci­al del exalcalde de Bucaramang­a recibió críticas por la presencia de políticos cuestionad­os.

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/ José Vargas Rodolfo Hernández es uno de los grandes constructo­res de Santander.
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/ José Vargas La Alcaldía de Hernández fue reconocida por sus declaracio­nes generadora­s de titulares.
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