Rodolfo Hernández, un símbolo de la santandereanidad
Una breve mirada a un candidato que pasó de codearse con las clases políticas a ser uno de sus más grandes detractores.
El rostro arrugado, trajinado por los años, y la calva de Rodolfo Hernández se han convertido en una marca y un símbolo de la santandereanidad en Bucaramanga y sus alrededores. Su cara está en fotos en las oficinas de su empresa y en la sede política de su movimiento, en cuadros en la casa de su madre, en carros de las personas que pagan por apoyarlo —pues cobran los microperforados y demás publicidad de la campaña—, y en los próximos días también será la imagen de un bar con el que uno de sus hijos busca nuevas formas de darlo a conocer a él y su filosofía empresarial y de gobierno. La silueta de este hombre de 77 años ha cobrado el mismo valor para Santander que los bigotes de Horacio Serpa en los años 90. Es el símbolo de una oportunidad de nuevamente poner un presidente tras más de un siglo.
Su desparpajo al hablar y decir las cosas de frente, entre otras cosas, hicieron que en poco menos de seis años Rodolfo Hernández pasara de ganar la Alcaldía bumanguesa, con apenas 77.216 votos, a lograr la elección de un sucesor —que inicialmente era de su corriente— con 134.000 votos, sacar varios concejales en la ciudad y los municipios del área metropolitana con listas cerradas, tener diputados en la Asamblea y hasta hacerse con dos curules en la Cámara . “Es el político más poderoso que tiene Santander ahorita”, asevera el politólogo Andrés Miguel Sampayo. Los expertos reconocen que el alcalde entre 2016 y 2019 rompió con la hegemonía liberal que había en Bucaramanga —más de veinte años de alcaldía de trapo rojo— .
El ingeniero no siempre tuvo esa gran fuerza política que hoy representa. Hasta hace poco menos de nueve años fue un empresario más de las élites bumanguesas. Era un reconocido constructor que al mismo tiempo figuraba como uno de los principales donantes en varias campañas liberales. Conocedores de su trayectoria aseveran que “era el típico contratista que usaba sus cercanías con los mandatarios de turno para beneficiarse”. Otros, como el ingeniero Rodrigo Fernández, asesor de contratación durante su administración local, dan una versión distinta: “Rodolfo efectivamente, como todos los de recursos, no era amigo de los políticos, sino que los políticos querían ser amigos de él buscando ayuda y efectivamente ayudó a muchas campañas”.
Más allá de estas dos visiones de Hernández y su relación con la clase política, lo cierto es que desde 1972, el ingeniero fue el dueño de una de las constructoras más importantes de la meseta de Bucaramanga: HG (Hernández y Gómez). En varias oportunidades, incluso en un diálogo anterior con este periódico, Rodolfo Hernández ha contado que la construcción es una pasión que tiene desde pequeño y que comenzó porque “mi abuela me entraba a los siete años a la iglesia de San Pedro, aquí en Bucaramanga, y yo miraba con asombro por qué su única torre no se caía. ¿Qué tiene adentro que no se cae?”. Como en Bucaramanga no había universidades que dictaran Ingeniería Civil, apenas se graduó del colegio tuvo que tomar sus maletas e irse a Bogotá para estudiar en la Universidad Nacional.
Cecilia Suárez de Hernández, madre de Rodolfo (de 97 años), aún cuenta con detalle su partida a la capital a pesar de la oposición paterna. “Cuando yo fui a llevarlo a Bogotá, Luis, mi esposo, no quería”, recuerda Suárez, quien asegura que su pareja llegó a decirles: “Pa’ qué tantos doctores de mierda”. Su respuesta fue una muestra del temple santandereano que le heredó a su hijo mayor: “Si yo trabajo como trabajo es para darle estudio a mis hijos, no para darle de tragar a usted. Me voy por encima de todos”. Esta escena es un ejemplo de la importancia que ha tenido doña Cecilia en la vida de su hijo.
Suárez de Hernández también habría sido la que determinó el tiempo en que Rodolfo, al que califica como el mejor de sus cuatro hijos, estuvo fuera de casa y hasta fue la responsable de su primer trabajo. “Cuando terminó la carrera, yo no lo dejé en Bogotá porque se quedaba vagabundeando y pasando cuentas a uno de comida, de hotel y más. Nos fuimos y nos dieron el cartón y nos vinimos con él al otro día. Cuando llegó dijo que iba a buscar trabajo y le dije que Víctor Julio Suárez, primo mío, estaba en la Alcaldía: ‘Dígale que es mi hijo’. Él le dio la hechura de la carretera entre Bucaramanga y Zapatoca. Ahí empezó como constructor”.
El camino de Rodolfo Hernández a ser uno de los constructores más importantes de Bucaramanga y sus alrededores pasó por un matrimonio —con Socorro Oliveros— en contra de la voluntad de su madre y un primer proyecto de unas cuantas casas de la mano de tres socios. Allí nació HG. En un primer momento, Hernández se centró en la vivienda para los de menos recursos y usó parte de los terrenos que tenía para la siembra de caña y trapiches como los primeros terrenos para sus urbanizaciones. Por eso ha dicho que su fortuna la ha hecho a través de “los pobres”, por lo que quiere devolverles algo de lo que obtuvo.
Los dos Rodolfos
Hacia los años 90, la constructora HG casi llega a la quiebra por la crisis del UPAC, que llevó a la venta de casas a su mínima expresión en todo el país. La solución la dio una pareja de asesores argentinos, Guillermo Meque y Hugo Vásquez, creadores de la recordada campaña “Sin condón ni pío”. Según uno de los hijos de Hernández, estos le recomendaron que se centrara en el diseño de las casas y eliminara a los bancos de la ecuación, siendo la constructora la que financiara directamente con menores tasas de interés. La jugada funcionó: puso a HG como una de las firmas más importantes y reconocidas de Santander e hizo que los argentinos —como los llama el círculo de Rodolfo— se convirtieran en sus consejeros de cabecera. Toda movida, sea de la construcción o en la política, era consultada con ellos hasta hace unos días, cuando los extranjeros salieron del país por amenazas.
Fue en esta etapa de consolidación empresarial cuando Hernández fue blanco de los primeros cuestionamientos. En ese momento se hizo amigo de la clase política y se acercó al liberalismo bumangués. Esta cercanía, para algunos consultados, lo benefició con el volteo de tierras. Supuestamente compraba lotes en zonas rurales y después se aprovechaba de la cercanía con el poder en Bucaramanga y sus municipios aledaños para que pasaran a ser terrenos urbanos y así aprovechar la valorización de los lotes. No obstante, tanto el círculo cercano como políticos de la ciudad, que se identifican como independientes, califican esta informa
››Rodolfo Hernández ha sido cuestionado por su antigua cercanía con la clase política bumanguesa.
ción de meros rumores de los detractores del ingeniero y que nunca se ha podido probar, como sí ha ocurrido con otros dirigentes.
Otra de las grandes críticas al exalcalde y constructor se debe a su relación con esa clase política que hoy condena. Fue socio en unos proyectos del cuestionado Fredy Anaya, actual contralor de Santander . Además, como se dijo, es conocida su relación con esa cofradía liberal. Cercanía que se hizo más evidente cuando Hernández apoyó la campaña de Luis Francisco Bohórquez, exalcalde bumangués procesado por varios casos de corrupción. Según uno de sus hijos, se metió de llenó a apoyar al que en ese momento catalogó como amigo debido a la crisis de los sesenta años:.
Rodolfo Hernández no solo aportó $100 millones, sino que se apersonó al final de la campaña, como cuenta Wilson Mora, exconcejal contrario al constructor: “Nos reunió a los candidatos al Concejo y nos dijo que venía a salvar la campaña de Luis Fernando [Bohórquez] y él les dijo que tenía que hacerle caso porque no venía a perder su plata”. A pesar del apoyo, fue pronta la ruptura entre Bohórquez y el ingeniero. No son muy claras las razones, aunque hay tres versiones
Sin importar los motivos del rompimiento, lo único comprobable es que este hecho fue el motor que llevó a Hernández a lanzarse a la Alcaldía de Bucaramanga y a ser uno de los mayores críticos de la clase política bumanguesa, a la que no baja de ratas y ladrones. Y se creó un nuevo Rodolfo, alejado de esa clase tradicional que antes apoyaba. Allegados concuerdan en que el gran artífice de esto fue su hermano Gabriel Hernández, también constructor y filósofo. Dicen que la candidatura nació en las tertulias tomando café. En estas, Rodolfo, su hermano y otros empresarios defenestraban la alcaldía de Bohórquez por la corrupción. “Alguien dijo que había que lanzarse. Todos dijeron que Gabriel, pero este dijo que daría la base filosófica para la campaña y que fuera Rodolfo el que se lanzara”, comentó Jorge Figueroa Clausen, secretario de Desarrollo Social de Bucaramanga entre 2016 y 2019. Rodolfo Hernández aceptó.
Gabriel Hernández y los argentinos fueron los arquitectos de una campaña que no tenía antecedente en Santander, Colombia ni posiblemente el mundo. “Los argentinos le dijeron a Rodolfo que si hacía al pie de la letra lo que le iban a recomendar, ganaba la Alcaldía. Él fue obediente y ganó”, afirma Antonio Sanabria, concejal y uno de los cercanos al hoy candidato presidencial. No hubo vallas, pendones ni grandes salidas a plaza pública. Según Gabriel Hernández, eso era muestra de politiquería. Toda la campaña se hizo en redes sociales y desde el penthouse del edificio Premier, del exclusivo barrio Cabecera. Durante 36 meses y tres veces al día, Rodolfo Hernández presidió unos conversatorios en su apartamento donde invitaba a comer a gente de todos los estratos para explicarles su visión de ciudad.
En las reuniones no se hablaba de obras ni planes de gobierno, sino que el mayor de los Hernández, instruido por su hermano, les decía que había que activar en Bucaramanga el imperativo categórico, concepto tomado de la filosofía de Immanuel Kant, y que la ciudad debía ser gobernada con lógica, ética y estética. “El aporte de Gabriel fue toda la filosofía. Rodolfo lo aplicó tal cual”, comentó el concejal Sanabria. Apalancado en la estrategia atípica y con la ayuda de un guiño de Álvaro Uribe y la división de votos del oficialismo entre dos candidatos, el entonces constructor, de forma inesperada, ganó la Alcaldía en octubre de 2015.
Su administración estuvo marcada por las controversias. Fueron comunes los pronunciamientos en los que tildaba de ratas, lavaculos, prostitutas y más a sus opositores y también fueron blanco de sus insultos varias instituciones de la ciudad. Por esta razón hubo infinidad de titulares y hasta procesos disciplinarios en la Procuraduría, que lo llevaron a que fuera suspendido del cargo varias veces. Mientras en el centro de Colombia y las clases altas bumanguesas lo criticaban, los sectores populares encontraron en su voz un man arrecho que hablaba como ellos y se atrevía a decir las cosas como eran. El discurso en contra de la politiquería caló con fuerza, sobre todo al enfrentarse a un concejo “dominado por el tradicionalismo, la corrupción y el clientelismo”. Como parte de esta transformación, llegó a cambiar las dinámicas de la licitación de la ciudad. Funcionarios y veedurías concuerdan en que se pasó de un promedio de 1,4 oferentes y contratos amarrados a favor de los políticos a más de cincuenta licitantes durante su mandato.
No todos los sectores políticos comulgaron con el gobierno de Rodolfo Hernández y sus estrategias. Antiguos aliados políticos afirman que su mandato “fue nefasto. Es un falso mesías en la lucha contra la corrupción”. Los opositores de Hernández, sobre todo, mencionan el caso de Vitalogic, que podría ser el gran lunar de su administración. Este escándalo, por la adjudicación de un contrato de las basuras, tiene al hoy candidato presidencial dando explicaciones ante la justicia. Mientras que él asegura que se trata de una persecución política y de un problema de uno de sus hijos, Juan Carlos Hernández, por firmar un contrato de corretaje con la empresa Vitalogic para ayudarlos en la licitación, la Fiscalía dice tener pruebas suficientes de presiones indebidas del entonces alcalde para beneficiar a la empresa que representaba su descendiente.
Entre el balance de lo bueno y lo malo, la opinión bumanguesa en general calificó como un éxito la Alcaldía de Hernández. Los índices de popularidad lo demuestran. Sin embargo, este no habría pasado de ser un mandatario regional si no fuera por la cachetada que le pegó al concejal John Claro. El hecho en cuestión se dio debido a que el cabildante llegó a la oficina de Hernández con cámara en mano a cuestionarlo justamente por lo de su hijo con Vitalogic. Ante la rabia, la respuesta fue la violencia. El video fue reproducido por noticieros de todo el país y hasta medios internacionales. Aunque generó rechazo al comienzo y un proceso disciplinario, luego le dio reconocimiento nacional y apoyo en su ciudad. “Esa palmada fue empujón para estar de terceros en las encuestas. Si Vitalogic no sucede, no ocurre eso y mi papá no sería tan conocido. Es un mensaje y una marca”, afirma Rodolfo José Hernández, hijo del candidato. Una cachetada fue el cimiento de un proyecto político que incluyó poner un sucesor —que al poco tiempo se le reveló— y aumentar el alcance de la Liga de Gobernantes Anticorrupción, movimiento político de Hernández, con listas en varios concejos y en la Asamblea. El éxito electoral llevó a que sonaran los rumores presidenciales entre los allegados al exalcalde. A pesar de que el constructor dijo que salía de la Alcaldía con “pañales” al retiro o directo “con las patas por delante al cementerio”, cada vez fue más fuerte la idea de que buscara llegar a la Casa de Nariño. “Nos decía que se iba a lanzar, pero pensábamos que era mamando gallo”, dijo uno de sus trabajadores de confianza en la constructora.
El bicho de la presidencia le picó a Rodolfo Hernández de forma definitiva a finales de 2020 y se postuló con una estrategia similar a la que lo llevó a la Alcaldía. Aunque esta vez sin su hermano Gabriel. Hernández se mantuvo en su discurso anticorrupción . Sin embargo, en esta ocasión le han caído críticas porque su lista a la Cámara y su campaña han tenido controvertidos apoyos, como los de Mario Camacho, el representante Édgar el Pote Gómez y Bernabé Celis, algunos condenados por actos de corrupción. El círculo personal de Rodolfo Hernández lo defiende y asegura que “no están en la campaña, son políticos que manejan su gente y el ingeniero dice que son amigos de toda la vida, pero que no hace alianzas con nadie”. A esto agregan de forma tajante: “Pueden llegar, pero no se les cambia el discurso”.
››La
campaña presidencial del exalcalde de Bucaramanga recibió críticas por la presencia de políticos cuestionados.