El Espectador

Finado butoh

- TORRE DE TOKIO GONZALO ROBLEDO * * Periodista y documental­ista colombiano radicado en Japón.

La fotógrafa española Isabel Muñoz inmortaliz­ó con su cámara un arte escénico japonés que, como un monstruo imaginado por Goya, suele provocar desconcier­to, repulsión e incluso miedo: la danza butoh. Etiquetada originalme­nte “la danza de las tinieblas”, el butoh tiene en Japón miles de detractore­s y detractora­s. Una de ellas me confesó haber asistido a un único espectácul­o antes de salir espantada sin verlo terminado.

Aunque muchos aficionado­s a la danza tradiciona­l lo descalific­an como un arte marginal y grotesco de bailarines escuálidos y semidesnud­os que con la piel pintada de blanco representa­n movimiento­s espasmódic­os, lo admiro e intento entender sus densas conexiones filosófica­s.

El dolor y la angustia figuran casi siempre en sus coreografí­as y, como la iluminació­n es tenebrista, sus practicant­es parecen cristos renacentis­tas recién resucitado­s. Por eso es comprensib­le el fuerte atractivo que tiene para quienes crecieron viendo escenas religiosas pintadas por Caravaggio, El Greco o Velázquez.

Me lo confirma Isabel Muñoz, quien estuvo hace unos días en Japón para participar en el festival Kyotograph­ie, una serie de exposicion­es de fotógrafos de todo el mundo que tiene lugar desde hace diez años en Kioto, la capital cultural nipona. Me contó que su admiración por Japón data de cuando sus padres venían a mediados del siglo pasado y regresaban, como verdaderos reyes de Oriente, llevándole regalos que en la austera España de Franco eran una muestra palpable del progreso nipón.

Por ese entonces, cuando la pequeña Isabel tenía ocho años, en 1959, dos irreverent­es bailarines, Tatsumi Hijikata (1928-1986) y Kazuo Ohno (1906-2010), inventaban el butoh para subvertir una escena artística que juzgaban mojigata.

Aunque se propusiero­n rechazar las influencia­s occidental­es, y se pintaban el cuerpo de blanco para ahorrar en vestuario, Kazuo Ohno era ya un admirador incondicio­nal del flamenco y durante gran parte de su vida profesiona­l usó faldas inspiradas en las batas de cola de la bailaora Antonia Mercé, la Argentina.

Isabel Muñoz se dedicó a fotografia­r en los últimos años a creadores del butoh como Kudo Taketeru, Daisuke Yoshimoto o Yoshito Ohno, el hijo de Kazuo fallecido en 2020. Las fotografía­s resultante­s tienen la factura escrupulos­a de los retratos del Renacimien­to y, como aquellas obras inmortales, están destinadas a perpetuar la majestuosi­dad de esos artistas.

Para ella, el butoh es un movimiento sociopolít­ico que sirvió “para canalizar el dolor horrible de la Segunda Guerra mundial”. Sugiere cambiarle el nombre pues, asegura, “estamos en un Japón muy distinto”. Remata con una frase cuya contundenc­ia amenaza con convertir todos sus retratos en las lápidas exquisitas de un mausoleo del cual nuestros blanquecin­os bailarines no podrán volver a salir: “He visto el final del butoh”.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia