Trapo rojo desteñido
LOS AÑOS DE CÉSAR GAVIRIA EN LA dirección única del liberalismo han sido un desastre. El gran partido que enarboló y logró las conquistas sociales y democráticas de este país hoy es el socio de ocasión de la más rancia ultraderecha.
Fue con Gaviria que el partido organizó un esquema de membresía, consistente en que solamente reconoce como liberales a quienes se hayan afiliado a la colectividad. Los demás que crecimos en el ideario liberal y lo hemos representado y defendido pero no nos hemos sometido al régimen del “carnet” no existimos. Sencillamente, una idiotez.
Pero lo de ahora es la hecatombe. De nuevo los liberales no tienen candidato para participar en la puja presidencial; en su lugar, luego de muchas vacilaciones, Gaviria termina arrodillado a Fico, solo porque cree que le faltaron al respeto cuando Francia Márquez le recordó que era neoliberal. Con su decisión de ahora confirmó el supuesto insulto.
Una tras otra, cada decisión ha sido equivocada. Hace poco dejó tendido en el pavimento a Alejandro Gaviria, y el gran César se lo hizo saber con reclamos airados. Cuando parecía que se iba a quedar por fuera de la fiesta electoral, brincó al uribismo y otra vez al Gobierno donde ha estado en los últimos cuatro años.
El expresidente definitivamente tiene problemas de memoria o de carácter o ambos. No puede ser que haya olvidado que hace unos años lo vimos energúmeno en una plaza pública vociferando: “Uribe, mentiroso”, arenga que enterró muy pronto cuando se sintió cómodo con el Gobierno que ya le conoce sus pataletas y lo ha sabido consentir.
Es probable que Gaviria no llegue al Gobierno de la mano de Fico, si es que las encuestas estuvieren acertadas, pero tarde o temprano allá aterrizaría. Esa es su verdadera ideología y especialidad. No importa quién sea presidente o cuál corriente ideológica gane, pues el partido gavirista siempre se las arregla para no perder el cupo en la burocracia y las preferencias oficiales. Triunfe Fajardo o Petro, Gaviria soltará sus señales