La verdad: ¿dónde está?
NADA MÁS PELIGROSO PARA UNA sociedad que no tener la posibilidad real de conocer la verdad sobre nada, desde lo menos importante hasta lo más crítico. Pero más grave aún es que esa dura realidad la crea en mayor grado el mismo Gobierno y nada menos que su cabeza, el presidente de la República: Iván Duque. Cuanto más importante es un hecho, mayor es la incapacidad del primer mandatario de la nación de decir la verdad. Lo más serio es que esa actitud se transmite cada vez más de forma eficiente a quienes deben asumir la responsabilidad de comunicarle al país los resultados de sus gestiones públicas. Es decir, Gobierno, presidente, funcionarios y asesores se han encargado de que el país pierda algo tan valioso como la verdad y deba preguntarse permanentemente dónde está, quién dice lo cierto. El ejemplo perfecto es lo sucedido con el último fallo de la Corte Internacional de La Haya sobre nuestro litigio con Nicaragua.
Al tratar de entender por qué vivimos esta situación, una primera explicación se puede encontrar en la incapacidad de quienes ostentan el máximo poder político en el país de reconocer sus fallas, errores y equivocaciones. Los colombianos nunca habíamos tenido un equipo de gobierno al que es imposible encontrarle un caso en que se arrepienta de algo y, por consiguiente, en que claramente admita que debe cambiar el rumbo de su proceder. Su mayor característica es su triunfalismo, porque sin sonrojarse convierte todo fracaso, todo error, en un éxito. Se agrega entonces que, con un Gobierno que pasará a la historia como uno de los más desprestigiados de las últimas décadas por la acumulación de fallas graves, para el grueso de la población ha sido muy difícil conocer con rapidez la realidad de muchas de sus actuaciones. No es entonces un asunto menor afirmar que no sabemos dónde está la verdad.
Por fortuna, hay realidades que ofrecen posibilidades de que todos conozcamos lo que sucede. En primer lugar, sí hay medios de comunicación en el país comprometidos con la información cierta, lo cual cada vez más ha permitido dejar en evidencia a aquellos absolutamente vendidos a esta estrategia de acomodar los hechos para favorecer al Gobierno, a su partido, a sus líderes. En segundo lugar, también los medios internacionales nos aclaran lo sucedido. Esto no solo habla muy bien de ellos sino de un país como Colombia, que defiende, así sea con dificultad, el derecho de las personas a saber lo que realmente sucede.
La verdad sí existe, pero, a diferencia de lo que debería suceder en una democracia real cuyo mandatario se acoge a sus principios, aquí toca buscarla entre medios de comunicación y en particular columnistas y editorialistas que se atreven a contradecir las versiones oficiales. Esta incapacidad de decir la verdad y reconocer errores será uno de los peores capítulos de la historia de esta administración. Por ello es necesario dejar este doloroso hecho muy en claro, para que nunca más le suceda a esta sociedad la penosa situación que hoy enfrenta, por culpa de la cual tiene que buscar desesperadamente la verdad porque la versión oficial la oculta sin sonrojarse. Ojalá nunca se repita en Colombia esta historia de que la verdad haya que buscarla.
Fico zarandeado por petristas