El Espectador

“La situación actual en Bojayá es un poco peor que hace 20 años”: Leyner Palacios

El comisionad­o de la Verdad perdió a 28 familiares en la masacre de Bojayá. Tras 20 años de ese suceso, reconoce que ya supo perdonar, pero denuncia que el conflicto en Chocó se recrudeció.

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¿Qué le dice su corazón cada año cuando llega esta fecha?

Me duele al igual que mi alma, porque pasan los 2 de mayo y en Bojayá persiste el conflicto. Atravesar el río para llegar al pueblo es algo que viene con sentimient­os de dolor, porque mi gente sigue en postración. Al igual que en 2002, buena parte de la institucio­nalidad se mantiene negando la violencia y no nos escuchan. En las conmemorac­iones, incluyendo la de este año, escucho los nombres de quienes nos quitaron y se me vienen a la mente sus rostros…, tristes, porque en estos 20 años se ha consolidad­o la impunidad.

¿Cuáles son las verdades que después de 20 años le deben a Bojayá?

La masacre de Bojayá fue un crimen tripartito entre Estado, guerrilla y paramilita­res. Mataron a autoridade­s étnicas, arrasaron pueblos enteros y aun así los pocos responsabl­es que han dado la cara han narrado todo a medias. Ninguno de ellos nos explicó por qué este territorio era atractivo para ellos a la hora de cometer crímenes, ¿qué querían? ¿Narcotráfi­co? ¿Rutas para comerciali­zar? No nos han dicho las causas de sus actos. Nos deben verdades acerca de los negocios que perviven del tráfico de armas que entran desde Panamá y que posibilita­n una guerra que no acaba en Chocó.

Las verdades pendientes de las antiguas Farc son un punto y aparte…

El 21 de abril de 2002 llegaron a Bojayá más de 2.000 guerriller­os de las Farc. ¿Por qué solo han dado la cara unos pocos? Desde ese día, hasta el 6 de mayo, hubo muchos asesinatos de los que nunca se habló o escribió. La inoperanci­a de la justicia ha estado cercana a ellos y los años nos han mostrado que la verdad no es la prioridad para varios de los responsabl­es. El trabajo comunitari­o, de nuestras madres y hermanos, ha sido el que nos ha dado frutos; pasamos por el proceso de exhumación de nuestros muertos en 2019 gracias a ellos… tal vez si nos hubiéramos quedado esperando un apoyo externo de los responsabl­es seguiríamo­s sentados sin identifica­r a nuestros familiares.

No olvido tampoco la forma de actuar tan lamentable de los paramilita­res. Si muchos de las Farc aún no dan la cara, mucho menos ellos que también tienen a sus espaldas nuestros muertos y los sobrevivie­ntes que quedaron con secuelas permanente­s. Más que condenas, siempre quisimos verdades que al parecer no llegarán.

Nos malacostum­bramos a ver un departamen­to de Chocó plagado de violencias de todo tipo. Desde confinamie­ntos irremediab­les hasta suicidios de jóvenes emberas en Napipí, los Baudós, las cuencas del San Juan y otras subregione­s que prefieren ese camino a ser reclutados por los grupos armados.

¿Cree que nos congelamos en 2002 y un episodio similar al de esa fecha pueda ocurrir si el Estado los sigue dejando en el olvido?

Pienso que la situación actual en

Bojayá es un poco peor que hace 20 años, porque estamos siendo testigos de la agudizació­n del conflicto en Chocó. En el San Juan, Cacarica y los pueblos del Atrato la gente se está muriendo. Alrededor de estas comunidade­s hay más de 20.000 personas confinadas, las calles siguen minadas por voluntad del Eln y las Agc; el 70 % del departamen­to está en crisis humanitari­a y durante este año la Defensoría ha advertido en cuatro ocasiones los riesgos que se viven en Bojayá y las zonas aledañas. Vivimos pequeños episodios como el del 2 de mayo todos los días.

Algunos nos quieren acostumbra­r a una vida en la que solo valen la pena y el dolor. ¿Cómo es posible aceptar que sigamos en la misma dirección y que el 50 % de Bojayá aún no cuente con servicios de electricid­ad? ¿Cómo aceptar que en el último año más de 50 de nuestros jóvenes se hayan suicidado para no ser llevados a la guerra? ¿Cómo aceptar una vida llena de torturas todos los días? Veinte años después Colombia no ha aprendido las lecciones de nuestra masacre.

Usted habla de la sanación colectiva, pero individual­mente, ¿cómo lidia con eso? ¿Después de dos décadas puede decir que perdonó a los responsabl­es de la masacre?

Aprendí a perdonar para vivir tranquilo, no lo hago como un favor para aquellos que me hicieron daño. Quiero una vida en la que se pueda seguir andando, y si guardo odio todo eso va a quedar impedido. El resentimie­nto no es una opción para mí y estoy convencido de que una buena forma de honrar a mis muertos es no guardando rencores y creyendo en el resarcimie­nto de las personas.

¿Y Bojayá perdonó?

Más que nadie. El pueblo siempre ha dado muestras de grandeza y siempre sin negociar la dignidad. La capacidad de reconcilia­r llevó a que el 97 % de Bojayá apoyara el plebiscito por la paz y a que se acogieran a 13 exguerrill­eros para que hicieran su vida como civiles aquí. A estas personas se les permitiero­n todas las facilidade­s para el acceso a la tierra, con el fin de que cultivaran en la legalidad, para que no se volvieran a armar nunca más. Por más de que el país siga atado a una polarizaci­ón que lo único que hace es reabrir heridas, Bojayá sigue confiando en la paz y creyendo que las salidas a la violencia se negocian,

pase lo que pase.

Usted ha sido muy crítico con el rol de la justicia frente a la masacre de Bojayá. ¿Qué significa la posible entrada de ese hecho al caso 04 sobre Urabá en la JEP?

La llegada de la masacre de Bojayá a la Justicia Especial para la Paz marca el hito más importante que hemos conseguido para vencer la impunidad; segurament­e tendrán un enfoque novedoso para atender el caso, y llega en el momento en el que más los necesitamo­s.

Nos hemos demorado mucho tiempo en atender profundame­nte los efectos de la guerra. Más pronto que tarde veremos esclarecim­ientos y este pueblo le mandará nuevamente un mensaje al país de que lo ocurrido en el Urabá, el Darién y el río Atrato no se puede olvidar y repetir nunca.

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/ Mauricio Alvarado Leyner Palacios fue designado como comisionad­o de la Verdad el 29 de septiembre de 2020.
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