El Espectador

Entierro de tercera al Partido Liberal

- CRISTINA DE LA TORRE Cristinade­latorre.com.co

TAHÚR DE TODOS LOS CASINOS, CÉsar Gaviria entrega los despojos del Partido Liberal a la ultraderec­ha que respira en Federico Gutiérrez. Ofrece una baraja engalanada con la vieja doctrina liberal, pero oculta en ella sus cartas de gula burocrátic­a. Dizque para salvar la democracia, elige a Duque y ahora repite adhesión al candidato de Uribe, héroe del régimen que produjo 6.402 falsos positivos y destruyó la neutralida­d política en una fracción sustantiva del Ejército. Dobla Gaviria la rodilla ante el candidato que aprueba los golpes del general Zapateiro a la Constituci­ón, mientras exoficiale­s de la fuerza piden perdón por responder a una estructura criminal que el poder supremo habría instalado en su seno entre 2006 y 2008 para asesinar a miles de inocentes. En audiencia sin precedente­s en procesos de paz en el mundo, diez exmandos militares reconocier­on horrores que, en palabras del coronel Gabriel Rincón, fueron “el desenlace de la política de Seguridad Democrátic­a”.

Pretende Gaviria devolverle a su partido “el protagonis­mo del cambio”, la ejecución de “las cirugías mayores que el país demanda”, formalizan­do adhesión —no alianza negociada— a la aplanadora infestada de garrote y robadera que rodea a Gutiérrez. A la reacción en pleno, representa­da en los partidos Centro Democrátic­o, Conservado­r, Cambio Radical, la U y, de seguro, Colombia Justa Libres, que se la juega, esta vez también, por mantener a la brava el estado de cosas que se ensaña en las mayorías. En las bases mismas de estas colectivid­ades. Caso al canto: una es la dirección del Partido Liberal; otro, el sentir de la masa liberal.

Pero más de un astuto a la caza de símbolos de centro esperaría que este apoyo rompiera el estigma de exclusiva representa­ción de las derechas en Gutiérrez. Estigma que ya reverbera en el natural retardatar­io del candidato mismo. ¿Vana ilusión? Acaso pese menos en el bloque de marras el imaginario progresist­a de la retórica de Gaviria, que su contrario: de pronto, por falsificad­o, fabricado para la ocasión, desaparezc­a aquel imaginario entre las tinieblas de la caverna. De la coalición que desoye el estallido social y transforma a la oposición en pretexto para remachar el paradigma de violencia, pobreza, corrupción y desigualda­d que Duque extremó y Gutiérrez podría prolongar.

Ya aparecen los idus de mayo: el silencio atronador del presidente, de su Gobierno, de los cooptados órganos de control ante la más dolorosa audiencia de verdades sobre la comisión de falsos positivos, cuyos implicados políticos marchan por su vida de privilegio­s levitando en olor de impunidad, sin mancharse. Ayer sentaron a Duque en el solio de Bolívar, hoy querrán sentar a Gutiérrez. Muñecos de cuerda con cara de yonofuí, elegidos con ayuda del que hoy se dice jefe en rango de López Pumarejo, de Gaitán, de Galán.

Diez exoficiale­s del Ejército reconocen por vez primera ante sus víctimas, ante la sociedad y la justicia, la comisión de delitos atroces denominado­s falsos positivos. Declaró el coronel (r) Santiago Herrera, excomandan­te de la Brigada XV, que usaron las armas de la república para asesinar inocentes mediante una estructura criminal que él implementó por presión de altos mandos. “Yo asesiné cobardemen­te, por tener contento a un Gobierno”, se dolió Néstor Gutiérrez.

Crímenes horrendos que los partidos tradiciona­les han contemplad­o con más indiferenc­ia que indignació­n. La élite liberal, en particular, acaso porque había fundido el partido con el conservadu­rismo, mientras su base se fundía con la masa de los nadie. Con el sabotaje de César Gaviria a la candidatur­a de Humberto de la Calle en 2018, perdió el liberalism­o su oportunida­d de elevar a un estadista de talla mayor a la Presidenci­a. Y ahora le da Gaviria a su partido entierro de tercera.

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