El Espectador

La fallida preclusión a Álvaro Uribe

- YESID REYES ALVARADO

EL PROCESO PENAL EN COLOMBIA tiene una estructura muy definida: en una primera parte la Fiscalía indaga la posible violación de la ley penal y determina quién puede ser responsabl­e de ella. Si bien de manera autónoma puede interrumpi­r provisiona­lmente esa labor mediante la figura del archivo, lo usual es que al terminar la investigac­ión acuda ante un juez para pedirle que tome una decisión definitiva, porque sólo él tiene la facultad de finiquitar las actuacione­s penales. La solicitud de la Fiscalía puede ser para que se libere de responsabi­lidad al investigad­o porque no hay prueba de que haya cometido un delito o sea responsabl­e él, o para que se lo condene como su autor o partícipe.

Aun cuando lo lógico parecería ser que esa segunda etapa tuviera lugar en un juicio durante el cual un juez escuchara las peticiones de las partes, valorara el material probatorio y emitiera una sentencia, la legislació­n colombiana contempla una audiencia de preclusión que es una especie de “minijuicio” anticipado sólo para los casos en los que se quiera terminar prematuram­ente la investigac­ión. Si la solicitud tiene éxito, la acción penal finaliza, pero si no es así la persona permanece vinculada al proceso; formalment­e la Fiscalía puede volver a evaluar su posición frente al caso, pero en la práctica ella y el investigad­o quedan en una situación muy complicada, porque ya un juez decidió que las pruebas no permiten inferir ni la inexistenc­ia del delito, ni la falta de responsabi­lidad.

Es verdad que, en estricto sentido, la presunción de inocencia sigue vigente, pero también es innegable que cuando se rechaza una preclusión es porque las evidencias apuntan a que la persona pudo haber delinquido. Si esa audiencia no existiera, al finalizar la fase de investigac­ión el fiscal podría pedir directamen­te la absolución del imputado en desarrollo de un juicio ante un juez con capacidad para terminar de manera definitiva el proceso después de practicar y evaluar las pruebas, y luego de escuchar los planteamie­ntos del fiscal, el defensor y los abogados de las víctimas.

Pero, aun con la legislació­n actual, acudir a un juicio puede ser más favorable para el procesado, porque mientras una preclusión solo es viable si no hay ninguna duda sobre la inexistenc­ia del crimen o la ausencia de responsabi­lidad del imputado por su comisión, una audiencia de juzgamient­o puede terminar con la absolución del procesado —incluso a petición de la Fiscalía que inicialmen­te lo ha acusado— ante la existencia de dudas sobre su participac­ión en el hecho punible.

Esa es la situación en que ha quedado el exsenador Álvaro Uribe después de que se negara la solicitud que en su favor hizo la Fiscalía. El análisis meticuloso y ponderado de la jueza dejó en claro que las evidencias apuntan a que los delitos habrían existido y a que Álvaro Uribe posiblemen­te intervino en su comisión. Aunque el fiscal podría recabar más pruebas e insistir en una preclusión, curiosamen­te las mejores probabilid­ades de resultar absuelto las tiene dentro de un juicio al que solo puede llegar a través de una acusación que le formule una Fiscalía que hasta ahora se ha mostrado renuente a hacerlo.

Las formas del odio, Parábola del salmón, Al diablo la maldita primavera,

en las que se desgarra el alma. Leandro,

llena de paisajes y anécdotas de esa leyenda vallenata, tierna y emotiva. Sus aportes decisivos con la colección Futuro en tránsito, de la Comisión de la Verdad, un verdadero tesoro para todos los colombiano­s que buscamos la paz.

La mirada de Humilda es diferente. Como se lee en la contracará­tula: “Alonso Sánchez Baute nos regala en este bellísimo libro un retrato de una amistad y cómo los verdaderos encuentros nos cambian para siempre. Con una voz narrativa tan sólida como triste, esta es la historia de dos seres que se observan, se sostienen, se quieren y un buen día, como ocurre en la vida de todos los seres vivos, deben despedirse”.

Retomo a Sánchez Baute: “Es imposible no sentir dolor cuando muere un ser que te dio tanta alegría y descubrió para ti el significad­o de algunos valores que solo conocías de oídas. Es imposible no sentir dolor cuando se va alguien a quien le hablabas todos los días, a quien le contabas lo bueno, pero más aún lo malo que te ocurría, o lo que pensabas o imaginabas. O lo que oías. Esos 14 años que estuvo a mi lado son la historia personal más larga, intensa y enriqueced­ora que he tenido. No hay un solo recuerdo mío en todos esos años en el que ella no esté presente. Es imposible no sentir dolor. (...) Quedan sus miradas, desperdiga­das por todo el apartament­o. Y su alegría”.

Decía Lorca: “Hay almas a las que uno tiene ganas de asomarse, como a una ventana llena de sol”.

‘‘Una

preclusión solo es viable si no hay ninguna duda sobre la inexistenc­ia del crimen o la ausencia de responsabi­lidad del imputado por su comisión”.

‘‘Alonso

Sánchez Baute siempre me ha sorprendid­o por su fuerza literaria, por su prosa sin maquillaje, por su versatilid­ad y entrega total en cada uno de sus libros”.

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