Derechos bajo asedio
Este jueves, las cuatro naciones del Reino Unido (Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte) celebrarán unas elecciones locales, cuyos resultados podrían cambiar el rumbo de todo el territorio en la siguiente década. Estas son las claves para la jornada y las implicaciones que tienen para el futuro de la nación:
¿El fin de la fiesta de Johnson?
El primer ministro, Boris Johnson, no estará en las papeletas, pero su futuro sí está en juego. Toda la saga del escándalo del partygate, las fiestas secretas que realizó el gobierno durante el confinamiento por la pandemia, podrían impulsar el voto de castigo contra el Partido Conservador. Los tories observarán los resultados de manera minuciosa para decidir si toma acciones contra Johnson, cuyo índice de aprobación ha bajado al 29 %.
Las fiestas de Johnson, si bien molestaron al electorado, no parecen acercarse al verdadero problema que genera malestar entre los británicos: la inflación. La guerra en Ucrania ha disparado los precios de la canasta básica en Reino Unido, incluso se les ha pedido a los ciudadanos limitar la compra de aceite para cocinar. Si hay un voto de castigo, puede esperarse que la razón no sea el partygate.
El mal desempeño en los comicios locales, sumado a una gran impopularidad, no es un buen presagio para un primer ministro. Theresa May, predecesora de Johnson, renunció un mes después de perder 1.300 escaños en las elecciones de mayo.
Escocia independentista
Si bien la saga de Johnson es clave, las elecciones del jueves se vuelven más interesantes para los escoceses, quienes elegirán a los cerca de 1.200 concejales. A diferencia de los otros gobiernos del Reino Unido, en Escocia ningún consejo tiene un partido con el control absoluto, por lo que los comicios son la oportunidad para darle “color” al mapa nacional, según los periodistas Ben Butcher y Harry Lewis-Irlam, y “hacer una declaración sobre la dirección política del país”.
En las parlamentarias de 2021, el Partido Nacionalista Escocés (SNP), que busca la independencia del Reino Unido, obtuvo la mayor cantidad de escaños, aunque no la mayoría absoluta. Se espera que el 37 % de los escoceses voten por el proyecto independentista de la primera ministra, Nicola Sturgeon. Esto es importante para Sturgeon, quien insiste en celebrar un nuevo referéndum independentista a finales de 2023, pese a haber sido derrotada en la votación de 2024.
Un cambio histórico en Irlanda del Norte
El plato fuerte de la jornada estará en Irlanda del Norte, donde el Sinn Féin, el histórico partido nacionalista que busca la reunificación de la isla y alguna vez conocido como el ala política del grupo paramilitar del Ejército Republicano Irlandés (IRA), podría convertirse en la principal fuerza de la Asamblea del país por primera vez en la historia.
La victoria le permitiría al Sinn Féin poner a alguien en el puesto de primer ministro. Según los pronósticos, los unionistas, partidarios de mantener a Irlanda del Norte dentro del Reino Unido, se quedaría con el 19 % de los escaños parlamentarios, frente al 26 % del Sinn Féin.
Esto no significa que Irlanda del Norte vaya a salir del Reino Unido de inmediato, pero sí representará un cambio histórico con cambios en la zona de la frontera irlandesa. Además, los líderes del partido reconocen que su control respecto a la unificación irlandesa es limitado, y depende del gobierno británico convocar un referéndum debido a las condiciones del acuerdo del Viernes Santo.
Si todo sale como indican las encuestas, el Reino Unido se prepara para proyectar una imagen no antes vista de su nación. Con el SNP ya en el poder en Escocia, y el Sinn Féin ad portas de conseguirlo en Irlanda del Norte, las fisuras en este matrimonio ya son imposibles de esconder. Ya serían dos cuartas partes del territorio lideradas por nacionalistas, lo cual no es nada positivo para Londres.
Ha generado estupor la filtración de un primer borrador del fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos que revocaría el derecho constitucional de las mujeres al aborto. Sus contenidos reflejan un rechazo frontal de la decisión histórica de 1973, que en opinión de la mayoría ultraconservadora constituye la usurpación de un asunto moral que la Constitución dejó en manos de los representantes (estatales) elegidos del “pueblo”. Más allá de las trágicas consecuencias para las mujeres más vulnerables de la sociedad estadounidense y el mal ejemplo para el resto del mundo, se trata de una decisión que confirma una tendencia general a restringir y desconocer derechos sociales neurálgicos que se han intensificado desde las elecciones presidenciales de 2020.
Ante la alta participación electoral, 19 estados republicanos adoptaron leyes en 2021 que hacen más difícil votar y que afectan desproporcionalmente a electores latinos, afroamericanos, asiáticos, discapacitados y no angloparlantes. Por más que la protección del derecho al voto fue una de las promesas de campaña de Joe Biden, la Casa Blanca fracasó en su intento de aprobar la legislación correspondiente en el Congreso.
Como si ello fuera poco, al menos 36 estados han aprobado o están debatiendo políticas que restringen también la enseñanza en las escuelas públicas sobre el racismo y otras formas de discriminación y opresión, así como las contribuciones de grupos étnicos y raciales específicos a la historia de Estados Unidos. En el centro de estas discusiones está la “teoría crítica de la raza”, que se ha vuelto el “coco” de la extrema derecha que niega el pasado racista y esclavista del país y las formas en las que el racismo estructural sigue engendrando desigualdades en el interior del sistema judicial, la educación, el mercado laboral y de vivienda y la salud, entre otros. A la par con esto, la vigilancia y la prohibición del fomento de discusiones escolares en torno a la orientación sexual y la identidad de género se han intensificado.
Una de las consecuencias más inquietantes de dicho proceso, en el que participan legisladores, activistas y asociaciones de familia en muchos casos con financiación de grandes donantes republicanos, ha sido la censura de números crecientes de libros acusados de diseminar ideologías “radicales” en torno a temas sensibles como raza, racismo, género y sexualidad. Según la entidad PEN America, desde mediados de 2021, más de 1.500 libros han sido prohibidos en 86 distritos escolares de 20 estados, siendo dos de los más recientes la novela gráfica, Maus sobre el Holocausto, en Tennessee, y la de un libro de la nobel de literatura Toni Morrison en múltiples lugares.
En su conjunto, las decisiones judiciales y políticas descritas van retrocediendo algunos de los avances más importantes logrados en relación con la equidad de género, la discriminación racial y el reconocimiento de los derechos LBGTQ. Siendo lo que ocurre en Estados Unidos, para bien y para mal, un termómetro para el resto del mundo, las repercusiones globales de este asedio a los derechos y abierta desdemocratización quedan por verse.