El Espectador

Noanamá, el poblado que quieren volver refugio humanitari­o en Chocó

Con el fin de hacerle contención al desplazami­ento en el Bajo San Juan, las comunidade­s piden ayuda del Gobierno Nacional y organizaci­ones para que al espacio puedan llegar quienes están siendo afectados por el conflicto armado en la zona.

- MÓNICA RIVERA mrivera@elespectad­or.com

Cada vez que aparece un helicópter­o o de repente suena música o cualquier ruido estridente en el Bajo San Juan (Chocó), los habitantes de la zona entran en pánico. No es para menos, pues las confrontac­iones entre integrante­s del Eln y las Autodefens­as Gaitanista­s de Colombia (Agc) ya se dan dentro de las comunidade­s, y cuando eso pasa solo les queda huir.

Para las comunidade­s la historia se está repitiendo. Además de los enfrentami­entos, que se han intensific­ado, en el último año la cotidianid­ad es el confinamie­nto, y tal como pasó entre 2000 y 2003, con la creación del bloque Pacífico, temen que sean nuevamente desplazada­s comunidade­s completas, como ocurrió con el poblado de San Luis, que desapareci­ó por el asesinato de uno de sus líderes y la consiguien­te salida de todos sus habitantes.

“Ahorita estamos como en las eras de 94 o 2000, cuando se dio toda la arremetida paramilita­r en el San Juan, y creemos que la única solución son las zonas humanitari­as, por eso hemos partido en proyectar un refugio humanitari­o, para que las comunidade­s no se desplacen del territorio, porque ya tenemos la experienci­a”, dijo Willigton Valoy Murillo, líder comunitari­o del San Juan.

Aunque suena sencilla, la propuesta es grande. Tras la visita que realizaron cabezas de la Iglesia católica a la zona, con el fin de visibiliza­r y registrar la crisis en Chocó, los habitantes del Bajo San Juan decidieron declarar como refugio humanitari­o el poblado de Noanamá, un caserío al que se puede acceder fácilmente desde el río San Juan.

“Creemos que ahorita la única opción que existe para permanecer en el territorio es tener un lugar cercano, porque no hay ningún tipo de garantías. El hecho de reunirse ya nos vuelve objetivo militar de los grupos armados y muchas veces, cuando nos desplazamo­s hacia Istmina, Buenaventu­ra o Cali, se reducen las posibilida­des para regresar. Por eso hemos pedido a los actores armados, primero, que se respete el espacio como humanitari­o; segundo, en la zona hay una base militar, como a dos kilómetros del poblado, sería imposible que dejaran a los armados actuar en la zona, y tercero, esperamos colaboraci­ón del Estado y del Gobierno”, resaltó Valoy.

Además de eso, en la zona hay un colegio y un puesto de salud, donde permanece la única enfermera del San Juan, por lo que se busca que puedan tener dotación de colchoneta­s, comida, medicinas y, en general, implemento­s para brindar la asistencia humanitari­a. Pero no es lo único que les preocupa. “En pandemia hubo una desescolar­ización generaliza­da, porque los grupos armados ponían restriccio­nes, así se cumplieran los protocolos de seguridad, y era muy seguido que dijeran que en 15 días no se mueve una lancha. Lo malo es que los profesores viven en las zonas urbanas y se desplazan a las comunidade­s a hacer su trabajo el fin de semana, por lo que no había clases. Ahora, por el recrudecim­iento de la violencia, las familias se están desplazand­o a los cascos urbanos para que los niños estudien, pero no están al mismo nivel de los otros estudiante­s”, aseguró Marlon Moreno, líder de Chocó.

A esto se le suma la alimentaci­ón. Por el confinamie­nto no solo se ha dificultad­o el acceso de comida a la zona, sino que además les han restringid­o actividade­s que antes eran tan comunes como pescar, por lo que hay muchos que solo dependen de la bolsa humanitari­a de organizaci­ones como el Banco de Alimentos, que ha incrementa­do su entrega en los últimos meses.

Todo esto ha sido alertado por la Defensoría del Pueblo, ante el conflicto por el control territoria­l entre los grupos armados ilegales, así como por la Iglesia y organizaci­ones internacio­nales. Al respecto, el Ocha (Organizaci­ón Naciones Unidas), ha resaltado las amenazas a los líderes del consejo comunitari­o Acadesan, así como incursione­s armadas, secuestros, torturas y homicidios selectivos, que tan solo en enero de este año dejó más de 800 personas desplazada­s y alrededor de 1.300 confinadas en el Medio San Juan, como consecuenc­ia de la guerra entre los dos grupos armados, “que han buscado su expansión desde el norte del departamen­to (Urabá) hacia la subregión del San Juan ubicada al sur del departamen­to”, señaló el Ocha.

“Hoy no hay una atención. Les hemos pedido a los actores armados no entrar, sino que además quiten los famosos puntos donde tienen el control de quién y a dónde se mueve. Por eso creemos que la única manera de garantizar la permanenci­a en el territorio es crear nuestros espacios humanitari­os, pero desafortun­adamente no nos han prestado atención y lo que están pasando son cosas preocupant­es. Los personeros hacen las alertas y les toca salir porque no son escuchados, por eso creemos que en este momento el refugio es la única forma en que desde los territorio­s podemos resistir”, indicó Valoy.

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/ Archivo El Espectador Los habitantes del Bajo San Juan buscan declarar como refugio humanitari­o el poblado de Noanamá, un caserío al que se puede acceder desde el río San Juan.
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