Por un pacto de no agresión en la campaña presidencial
Ahora resulta que nadie quiere estar en el centro. Que, por el contrario, los candidatos quieren evitar ese rótulo que hace meses curiosamente todos reclamaban y se peleaban. El uribismo siempre defendió que era de esa posición: por algo se bautizó como “Centro Democrático”. Petro alcanzó a decir que “la verdadera coalición de centro-izquierda era la suya”. Y al comienzo de la actual campaña la mayoría de los competidores enfatizaban como propia esa condición, que lucía como la más atractiva y rentable.
Lo cual es entendible: el centro permite estar cerca de la derecha y de la izquierda. Es el punto que más facilita hacer coaliciones, que en un sistema de dos vueltas -como el de las elecciones presidenciales en Colombia- es una práctica obligatoria. En la última elección, por definición, el centro tiene mejores posibilidades para hacer alianzas por su distancia con las opciones más lejanas y externas.
Y las reglas de juego para elegir jefe de Estado en este país fomentan los acercamientos. Las normas, sí, como la segunda vuelta en la elección presidencial, y también las realidades de la competencia. El factor más determinante ya no son los partidos, como lo eran en el pasado. En la campaña actual, ellos han brillado por su ausencia y han sido reemplazados por coaliciones: el Pacto Histórico (petrismo), la Coalición Centro Esperanza (Fajardo) y la Coalición Equipo por Colombia, la plataforma impulsada por exalcaldes, de donde finalmente salió Federico Gutiérrez.
Sería precipitado afirmar que el sistema de competencia política en Colombia se modificó, que los partidos quedaron atrás y que el país entró en el juego de las coaliciones. Sería imposible pronosticar que se abrió un nuevo rumbo que será duradero. Pero, por ahora, todo indica que la competencia que se viene tendrá a las alianzas como principales actores y no los partidos. Cómo será el cambio, que una fuerza como el liberalismo, que encabeza el expresidente César Gaviria, apoyó a Federico Gutiérrez, el exalcalde de Medellín que hace poco se percibía como la carta de la derecha uribista. ¿Quién se hubiera imaginado a Uribe y Gaviria en el mismo barco?
Todo indica, en fin, que la competencia por el centro, que se perfilaba al comienzo de la campaña como la más reñida, no lo fue tanto. Por el lado de la izquierda, Petro se ha consolidado como candidato con esa bandera, sin perder opciones en la competencia final. Se ve más cómodo con el tiquete de izquierda que con el de centro, que alcanzó a considerar al comienzo del camino electoral. Igual, los rojos del Partido Liberal (con la excepción de Humberto de la Calle, Juan Fernando Cristo y su grupo de liberales inconformes), bajo la batuta del expresidente Gaviria, terminaron donde Fico Gutiérrez.
La pregunta es si el centro perdió el atractivo que tenía en los inicios de esta campaña y si, en consecuencia, se generó un mapa diferente y, de alguna manera, más cercano al de las costumbres: Petro a la izquierda, Gutiérrez a la derecha y Fajardo al centro. Y claro, qué pasará con los demás aspirantes que, a pesar del apremio del tiempo, hacen esfuerzos para sacar la cabeza, cambiar las tendencias y mantenerse en el juego: Ingrid Betancourt, Enrique Gómez, Rodolfo Hernández, Luis Pérez y John Milton Rodríguez.
Tampoco se puede descartar que lo que hay es una consolidación lenta de cambios en las costumbres del electorado. De una ratificación de la pérdida de relevancia de los partidos, de un relevo de figuras y hasta de un cambio en los temas que mueven a los votantes. ¿Cuál es la agenda temática en un año crítico para la gente por los efectos del coronavirus, el alto desempleo y el impulso de la inflación? En las listas de motivos prioritarios para votar no aparecen ni la filiación partidista ni el tradicional debate sobre la paz, que dominó la agenda en los años anteriores (…).
Y habrá que ver el efecto de la moda imperante: las coaliciones que, cabe reiterar, les quitaron el protagonismo a los partidos. Cabe la hipótesis, que han sostenido algunos analistas, de que esta figura y sus consultas internas han hecho las veces de “segunda vuelta”, en el sentido de que sirvieron de escenario para una depuración del extenso número de candidaturas que arrancaron en los inicios de la muy larga batalla electoral.
Por algo, coaliciones como la de Fico Gutiérrez y César Gaviria no tuvieron que esperar a que pasara la primera vuelta y conversaciones como las de Sergio Fajardo y Rodolfo Hernández intentaron seguir un camino semejante, aunque no se haya concretado, todo lo cual refuerza la idea de que en el curso de esta campaña el valioso centro parece haberse desprestigiado.
El Consejo Nacional de Paz, la Andi, la Conferencia Episcopal, la Misión de Observación Electoral (MOE) y la Corporación Viva la Ciudadanía invitaron a los candidatos presidenciales a firmar un pacto “por una campaña política pacífica, incluyente y sin discriminación”, que se firmará este 10 de mayo en el marco de un debate convocado por el gremio de los industriales.
El pacto incluye un consenso para que sean la “palabra y el argumento” los insumos básicos de la política a través del diálogo. El acuerdo, según los organizadores, busca ser un alivio ante lo que viene sucediendo actualmente en el debate electoral que, según las estadísticas, es uno de los de más agresiones a líderes políticos y sociales en los últimos 12 años.
Parte del acuerdo busca rechazar “cualquier acto de intimidación, coacción o corrupción electoral”. En este sentido, el compromiso incluye un pedido a los candidatos para que rechacen cualquier tipo de ofensa o forma de ataque, incluido el racismo, que lleve a la conversación electoral a ser un espacio de “discriminación, exclusión y persecución”.
“Estamos viviendo un ambiente electoral profundamente marcado por la estigmatización, que reduce las posibilidades de comprender a fondo los planteamientos de las diferentes campañas políticas y que pone en alto riesgo a quienes ejercen la labor política. Colombia está en un momento de posiciones extremas, en las cuales no prima la búsqueda de los programas o de un debate serio”, expresó monseñor Héctor Fabio Henao, en representación de la Conferencia Episcopal.
Desde el Consejo Nacional de Paz también se ha destacado la firma de este pacto como una prolongación del Acuerdo de La Habana, debido a que “propiciar escenarios de reconocimiento entre contendores políticos aporta al cambio de las narrativas sociales del enemigo y compromete los liderazgos políticos en el reconocimiento del diálogo diverso y del rechazo de los mensajes de odio y discriminación”.
››Ahora
resulta que nadie quiere estar en el centro. Que, por el contrario, los candidatos quieren evitar ese rótulo que hace meses todos reclamaban y se peleaban.
‘‘Colombia
está en un momento de posiciones extremas, en las cuales no prima la búsqueda de los programas o de un debate serio”. Monseñor Héctor Fabio Henao, Conferencia Episcopal Colombiana