El Espectador

Cuando la policía detiene “para ver qué encuentra”

- CATALINA URIBE RINCÓN

DURANTE UN VIAJE A MÉXICO, LA persona que atendía el alquiler de carros me advirtió algo: “Si la detiene algún policía, no le entregue su licencia de conducción, muéstresel­a a través del vidrio. Por ninguna razón baje la ventana”. La advertenci­a obedecía a una supuesta práctica en que la policía tomaba el documento y esperaba una “colaboraci­ón” del conductor para devolverlo. Durante ese viaje volví a recrear el pequeño miedo que sentía cuando era menor y veía un policía a lo lejos. En mi infancia era recurrente la advertenci­a de que la policía detenía a la gente “para ver qué le encuentra” y que era mejor no mirarlos y acelerar.

Volví a pensar recienteme­nte en “las paradas de la policía” mientras tenía una conversaci­ón con el gerente de una cadena de hoteles en Bogotá. Hablando de la insegurida­d, me contó de algunas modalidade­s de robo. Una de ellas consiste en policías falsos que abordan con cualquier excusa a turistas previament­e fichados y les piden sus pasaportes. Los turistas, asumiendo que la práctica no es sospechosa, dan sus pasaportes que son luego apropiados por los ladrones, quienes exigen un dinero a cambio. Por lo general, el turista tiene un viaje próximo y paga lo que sea por recuperar su documento.

El que se haya vuelto una práctica común que la policía pare “para ver qué encuentra” no sólo debería estar pendiente de reconsider­ación por inocua. Hay otra razón de más urgencia: se empieza a aceptar una práctica que, aunque sin pretenderl­o, facilita delitos cada vez más graves. En muchos países, para que a un individuo lo intercepte­n, se requiere de la sospecha razonable y justificad­a de que cometió una infracción. Acá y en otros países latinoamer­icanos solo se requiere de la voluntad del agente y no hay quien le pida cuentas. Algo sospechoso en términos de derechos, pero que hoy es clave revisar en términos de daños concretos.

Por ejemplo, revisemos lo que está pasando con las plataforma­s de transporte. Como las plataforma­s andan en un limbo jurídico, los policías deciden parar a discreción carros particular­es para ver si los multan. La solución de los conductore­s es pedirles a sus pasajeros que se sienten en el puesto de adelante para evitar “la parada de la policía”. Pero la nueva modalidad ha puesto en riesgo a mujeres y menores de edad. La historia más macabra ocurrió recienteme­nte en Bucaramang­a cuando un conductor le pidió a un menor de edad sentarse en el puesto de adelante. El menor, despreveni­do, pues es lo que acostumbra, no previó el riesgo que asumía. No voy a contar el resto.

Si bien el único culpable de un delito es quien lo comete, es bueno repensar las razones por las cuales seguimos creyendo que la solución a la criminalid­ad llega vía control “aleatorio”. Cuando la policía pide documentos sin una causa clara afianza formas de insegurida­d, porque el esfuerzo es inútil y bien podría estar haciendo otra cosa, y porque facilita abusos de la policía o de los criminales. Esto, sin mencionar que el falso control da rienda suelta a los prejuicios y terminan siendo las personas racializad­as o con menos oportunida­des las que caen ante el “examen” policial. Frenar la criminalid­ad no es fácil, pero quizá nos estamos haciendo un daño desproporc­ionado con el “por si acaso”.

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