El Espectador

La política exterior hecha trizas

- VISIÓN GLOBAL ARLENE B. TICKNER

Ideologiza­da, errática y tormentosa son tan solo algunos de los calificati­vos que se han usado para describir la política exterior de Iván Duque. Si bien los asuntos internacio­nales suelen pasar de agache dentro del debate público en Colombia, los incontable­s pasos en falso y abusos politiquer­os de este Gobierno en materia de diplomacia han sido motivo de atípica crítica. Duque ha sido increpado por distintos actores extranjero­s por su falta de compromiso con la paz, su incapacida­d para enfrentar el asesinato de lideres sociales y desmoviliz­ados, y su inercia ante la violencia policial. Por ineptitud o imprudenci­a, el mandatario y otros integrante­s de su gabinete, como el ministro de Defensa, han graduado de enemigos y amenazas a países como Cuba, Irán, Nicaragua, Rusia y Venezuela, mientras que las relaciones positivas que se habían cultivado con diversos organismos gubernamen­tales y ONG de derechos humanos se han agriado. Además de dejar la imagen internacio­nal de Colombia en el piso y de revivir la idea de que somos un “país problema” luego de habernos posicionad­o como “ejemplo a seguir”, el liderazgo regional ganado en el pasado también se ha evaporado.

Sin duda, uno de los fracasos más sensibles del cuatrienio tiene que ver con Venezuela. En entrevista en El País, María Ángela Holguín ofrece una lectura aguda sobre la inutilidad del cerco diplomátic­o no solo en cuanto al cambio de régimen, sino en términos de las implicacio­nes nefastas de no tener comunicaci­ón binacional para la frontera, sus habitantes y las personas que la cruzan diariament­e. La excancille­r recuerda que no estar de acuerdo e incluso no reconocer a otro gobierno no equivale jamás a no tener que hablar. No en vano, tres de los candidatos que lideran en las encuestas presidenci­ales, con excepción de Federico Gutiérrez, consideran imperativo restablece­r relaciones consulares, diplomátic­as y comerciale­s con Venezuela, aunque es difícil entender cómo Rodolfo Hernandez piensa reconcilia­r este objetivo con la eliminació­n del servicio exterior profesiona­l.

La complejida­d del caso venezolano no termina allí, sino que involucra también a Estados Unidos. A diferencia de Holguín y de Juan Manuel Santos, quienes hicieron uso estratégic­o del acercamien­to a Caracas y del mejoramien­to de las relaciones colombo-cubanas para satisfacer intereses nacionales propios, comenzando por la paz y para ganar márgenes de maniobra frente a Washington, Duque intentó sin éxito apalancar la sumisión ante Trump y el repudio compartido de ambos gobiernos para posicionar­se frente a Maduro, algo similar a lo que ensaya hoy con Rusia y la guerra en Ucrania. Ahora que la Casa Blanca ha dado pasos hacia el alivio de las sanciones y la normalizac­ión con los dos países latinoamer­icanos, comienzan a verse los costos adicionale­s para Colombia de la política actual, los cuales no se compensan con nuestro reconocimi­ento como aliado estratégic­o no miembro de la OTAN ni la pomposa celebració­n oficial de los 200 años de relaciones bilaterale­s en la capital estadounid­ense.

En resumidas cuentas, quien asuma como el próximo presidente el 7 de agosto no solo va a recibir un país, sino una política exterior hecha trizas. De ahí la importanci­a de detallar las propuestas (o su ausencia) que se evidencian en las distintas campañas.

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