El Espectador

La leyenda de los caballeros andantes

- EL ARTE Y LA CULTURA MANUEL DREZNER

La caballería andante, que torció el cerebro de don Quijote, en la realidad fue un invento literario. Inicialmen­te los caballeros andantes eran parte de la fuerza militar de un señor y, con el fanatismo de sus tiempos, hacían votos parecidos a los monacales. Igualmente, como en esos tiempos las herencias solo las recibía el hijo mayor, los siguientes hijos tenían que seguir carrera en la Iglesia o buscar que algún rico los aceptara en su milicia, como se dijo antes, en las frecuentes guerras de los tiempos feudales. A veces en torneos conseguían secuestrar a un oponente por el que pedían jugoso rescate.

Poco a poco, la imaginació­n popular comenzó a atribuir grandes hazañas que supuestame­nte hacían esos caballeros, desde ayudar a la derrota de enemigos, hasta rescatar doncellas de dragones que, por razones misteriosa­s, las aprisionab­an (¿para qué podía servirle una doncella a un dragón?) y combatir gigantes y brujos de toda calaña. Esos relatos se recogieron en los llamados libros de caballería y mostraron lo que sería un equivalent­e a los populares superhéroe­s de las tiras cómicas en nuestros días.

En ellos el caballero juraba fidelidad a una dama, como lo hizo don Quijote con la robusta campesina Aldonza Lorenzo, llamada por él Dulcinea del Toboso. Una vez escogida la dama, que incluso podía estar casada, salía por el mundo en busca de realizar hazañas y resolver entuertos, todo lo cual dedicaba a su dama. Ella si acaso respondía con una sonrisa y por eso tantos libros de caballería mencionan la crueldad de las damas. Lo anterior, en resumen, implica que los caballeros andantes fueron creación literaria y no existieron en la realidad. Por eso son el equivalent­e a los superhéroe­s de nuestros tiempos. Ellos podrán ser muy populares, pero es evidente que nadie cree que Superman o Batman existan en la vida real. De hecho, creo que si Cervantes escribiera su obra maestra hoy día, sería un superhéroe el que calentara el cerebro de don Alonso Quijano.

Eso ya lo sabían en tiempos de don Quijote y por eso él, cuando tratan de convencerl­o de que abandone sus locuras, al final de la primera parte, dice furioso: “Paréceme que la plática de vuestra merced se ha encaminado a querer darme a entender que no ha habido caballeros andantes en el mundo y que todos los libros de caballería­s son falsos, mentirosos, dañadores e inútiles para la república…” Por esa razón, quienes evocan los honrados tiempos de la caballería andante, todo lo que están haciendo es tratar de dar verosimili­tud a una leyenda que nunca tuvo lugar en la vida real.

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