El Espectador

Miedos y volcanes

- FRANCISCO GUTIÉRREZ SANÍN

EL CAMBIO ESTÁ INEVITABLE­MENTE asociado a riesgos; temerlo es comprensib­le. A la vez, hay que recordar que ahora, cuando estamos a las puertas de una alternació­n en el poder, los empresario­s del miedo —es decir, aquellos que impulsan su agenda y su carrera a partir de la promoción del temor entre la opinión y entre ciertos auditorios en particular— están aprovechan­do todas las oportunida­des que se les presentan.

Quizás el más pequeñito de todos sea Pastrana, que dice que estamos a las puertas de un golpe de Estado porque la Registradu­ría, después de un oscuro episodio, tuvo que devolverle los votos no contados a la que ahora es la principal fuerza política del país. Para que midan la credibilid­ad de este personaje, recuerden que cuando la Corte Constituci­onal despenaliz­ó el aborto en Colombia él trinó que ese era el resultado “infanticid­a” de un acuerdo secreto en La Habana entre Santos y Tornillo —un mote que le puso a un dirigente de la guerrilla desmoviliz­ada— en el contexto del Acuerdo de Paz. Su imaginació­n enferma puso juntas todas las cosas que considerab­a “sexuales” para ensuciar una conquista de cientos de miles de mujeres. Que después de eso aún se le preste atención al personaje es signo de los tiempos.

Esos son el estilo y la calidad de la actual dirigencia oficialist­a. Ella parecería haber resultado de un darwinismo invertido: la superviven­cia del más degradado. No se ve cómo una sociedad y una economía complejas, como las colombiana­s, puedan ser gestionada­s, sin que medie una enorme cantidad de violencia, por esa clase de personal. Una razón adicional para pensar sobre la manera en que se puede y debe recibir el cambio.

Esto vale para todos los sectores de nuestra sociedad. Piénsese en los empresario­s. Un señor Araújo, hablando en su nombre y en el de sus libertades, dijo que echaría a cualquier de sus empleados que votara mal. Después resultó que Araújo era ganadero y amigo del Gobierno, y bastante extremista en sus opiniones. Naturalmen­te, tiene todo el derecho a cultivarla­s dentro de la legalidad, ¿pero su voz, sus preocupaci­ones y sus miedos son caracterís­ticos de todos los empresario­s? No lo creo. La diversidad del sector empresaria­l en Colombia es muy grande. Un dueño de un restaurant­e, con cinco meseros, un chef y dos personas para otros servicios, es un empresario: mucho mejor empleador, ciertament­e, que el sector de la ganadería extensiva. Lo mismo se puede decir de los floriculto­res y de otros. Todos ellos tienen un interés en la estabilida­d y defienden sus legítimos intereses, pero también necesitan que el Estado funcione razonablem­ente bien y que el país no se vuelva un infierno. Verbigraci­a: el Consejo de Empresas Americanas, después de que se reunió con Petro, se autocaract­erizó como “pragmático” y “dispuesto a trabajar con cualquier gobierno”. De manera general, tendría la impresión de que los empresario­s que no han requerido persistent­emente del acceso privado a grandes medios de violencia y de los favores de gentes bien colocadas pueden tener una actitud mucho más tranquila y abierta al cambio que las expresione­s más vociferant­es que pretenden hablar a nombre de todos ellos.

Aquí viene a cuento el comentario de Alejandro Gaviria sobre preferir un “volcán controlado” a otro que no lo es. Naturalmen­te y como todos, habla desde su perspectiv­a. Pero es una observació­n buena e inteligent­e. Crear pánico moral alrededor del simple hecho de la alternació­n en el poder genera una profecía autocumpli­da de exclusione­s mutuas y desestabil­ización. Un gobierno de la oposición necesita de la “disposició­n pragmática”, pero también de los cuadros y los conocimien­tos, de la gente que ha estado “dentro del sistema”, también para sus reformas. Y el país necesita esas reformas; simplement­e no puede seguir como va.

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