Miedos y volcanes
EL CAMBIO ESTÁ INEVITABLEMENTE asociado a riesgos; temerlo es comprensible. A la vez, hay que recordar que ahora, cuando estamos a las puertas de una alternación en el poder, los empresarios del miedo —es decir, aquellos que impulsan su agenda y su carrera a partir de la promoción del temor entre la opinión y entre ciertos auditorios en particular— están aprovechando todas las oportunidades que se les presentan.
Quizás el más pequeñito de todos sea Pastrana, que dice que estamos a las puertas de un golpe de Estado porque la Registraduría, después de un oscuro episodio, tuvo que devolverle los votos no contados a la que ahora es la principal fuerza política del país. Para que midan la credibilidad de este personaje, recuerden que cuando la Corte Constitucional despenalizó el aborto en Colombia él trinó que ese era el resultado “infanticida” de un acuerdo secreto en La Habana entre Santos y Tornillo —un mote que le puso a un dirigente de la guerrilla desmovilizada— en el contexto del Acuerdo de Paz. Su imaginación enferma puso juntas todas las cosas que consideraba “sexuales” para ensuciar una conquista de cientos de miles de mujeres. Que después de eso aún se le preste atención al personaje es signo de los tiempos.
Esos son el estilo y la calidad de la actual dirigencia oficialista. Ella parecería haber resultado de un darwinismo invertido: la supervivencia del más degradado. No se ve cómo una sociedad y una economía complejas, como las colombianas, puedan ser gestionadas, sin que medie una enorme cantidad de violencia, por esa clase de personal. Una razón adicional para pensar sobre la manera en que se puede y debe recibir el cambio.
Esto vale para todos los sectores de nuestra sociedad. Piénsese en los empresarios. Un señor Araújo, hablando en su nombre y en el de sus libertades, dijo que echaría a cualquier de sus empleados que votara mal. Después resultó que Araújo era ganadero y amigo del Gobierno, y bastante extremista en sus opiniones. Naturalmente, tiene todo el derecho a cultivarlas dentro de la legalidad, ¿pero su voz, sus preocupaciones y sus miedos son característicos de todos los empresarios? No lo creo. La diversidad del sector empresarial en Colombia es muy grande. Un dueño de un restaurante, con cinco meseros, un chef y dos personas para otros servicios, es un empresario: mucho mejor empleador, ciertamente, que el sector de la ganadería extensiva. Lo mismo se puede decir de los floricultores y de otros. Todos ellos tienen un interés en la estabilidad y defienden sus legítimos intereses, pero también necesitan que el Estado funcione razonablemente bien y que el país no se vuelva un infierno. Verbigracia: el Consejo de Empresas Americanas, después de que se reunió con Petro, se autocaracterizó como “pragmático” y “dispuesto a trabajar con cualquier gobierno”. De manera general, tendría la impresión de que los empresarios que no han requerido persistentemente del acceso privado a grandes medios de violencia y de los favores de gentes bien colocadas pueden tener una actitud mucho más tranquila y abierta al cambio que las expresiones más vociferantes que pretenden hablar a nombre de todos ellos.
Aquí viene a cuento el comentario de Alejandro Gaviria sobre preferir un “volcán controlado” a otro que no lo es. Naturalmente y como todos, habla desde su perspectiva. Pero es una observación buena e inteligente. Crear pánico moral alrededor del simple hecho de la alternación en el poder genera una profecía autocumplida de exclusiones mutuas y desestabilización. Un gobierno de la oposición necesita de la “disposición pragmática”, pero también de los cuadros y los conocimientos, de la gente que ha estado “dentro del sistema”, también para sus reformas. Y el país necesita esas reformas; simplemente no puede seguir como va.