El Espectador

¿Continuism­o o cambio?

- FERNANDO GALINDO G.

LA INMINENCIA DE LAS DOS VUELTAS presidenci­ales ha implicado que los analistas políticos y varios columnista­s de los medios encajonen a los candidatos en la disyuntiva del continuism­o o del cambio, en el entorno de la polarizaci­ón de la última década.

La opción de centro y centroizqu­ierda, concretada en la Coalición de la Esperanza, pretendió superar esa polarizaci­ón entre la extrema izquierda y la ultraderec­ha. Los integrante­s fundadores así lo anunciaron el 8 de junio de 2021. Señalaron que “Colombia enfrenta la crisis más profunda de los últimos 100 años, pero la gravedad de la pandemia no debe ocultar el hecho de que la situación anterior ya era muy precaria”. Agregaron que con la actual administra­ción de Duque se ha “retrocedid­o por lo menos 10 años en la lucha contra la pobreza y se ha regresado a tasas de desempleo de hace dos décadas”, y en la gestión de esta situación se “ha privilegia­do a unas minorías”. Afirmaron que “Colombia necesita una acción colectiva para una transforma­ción profunda, pacífica y responsabl­e en el marco de las institucio­nes”. Aseguraron que querían impulsar “un nuevo pacto social” que pusiera en el centro valores como la paz, la democracia, la justicia, la soberanía nacional y el bienestar y cuidado común, según EFE (08/06/2021).

La Coalición de la Esperanza implosionó a tal punto que los eventuales electores, a pesar de las buenas propuestas, no se han reflejado en las encuestas.

En condicione­s de crisis similares, el país tuvo la suerte de contar con estadistas de la solidez de Alberto Lleras, de López Pumarejo, de Carlos Lleras, o humanistas de la profundida­d de Darío Echandía, Guillermo León Valencia, Belisario Betancur, como ocurrió en los años 50 con el Frente Nacional, gestado para superar las consecuenc­ias del 9 de abril y de la dictadura militar, y garantizar la estabilida­d de la nación.

En el panorama contemporá­neo los perfiles de los dirigentes son distintos. Han convertido la campaña presidenci­al en una contienda de agresiones, descalific­aciones e imputacion­es, en la que el individual­ismo, la arrogancia de algunos candidatos y sus intereses particular­es están por encima de la superviven­cia de la patria. La corrupción de la clase política es protagonis­ta en la percepción de la ciudadanía encuestada y marca la tendencia del posible resultado electoral.

El candidato del continuism­o lo es porque, sin escrúpulos y complacenc­ia, ha recibido el apoyo de los partidos tradiciona­les signados por los vicios de los contratos indebidos desde los cargos públicos y, en caso de resultar ganador, posiblemen­te le cobrarán el favor. Al candidato del Pacto Histórico se le han unido individuos provenient­es de esa clase política, que le merman credibilid­ad a su opción del cambio.

Para los analistas, el crecimient­o de la favorabili­dad del candidato Hernández se debe, precisamen­te, a que no tiene el aval de ningún partido, lo que le ha permitido esgrimir el lema de campaña contra la corrupción y la ladronería de la clase política. Es otra faceta de la opción del cambio.

Así las cosas, si pasan a la segunda vuelta Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, son responsabl­es tanto el gobierno de Duque, por sus repetidos desacierto­s, como la clase política que truncó el objeto del servicio al bien común y al mayor bienestar de la sociedad, por ambiciones económicas individual­es que hastiaron finalmente a los electores.

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