El Espectador

En estado de libertad

- EL CAMINANTE FERNANDO ARAÚJO VÉLEZ

tarra, y existe una semejanza en ese aspecto. Pero si alguien compara el tumba’o de Fiol con el de otros conjuntos, se nota que el suyo es más rústico, suena más a música campesina del Caribe.

“Así que cuando escuché a Portabales”, comenta emocionado, “fue como una revelación espiritual para mí y empecé a investigar las diferencia­s entre Guillermo Portabales y los demás músicos. Encontré que en la música campesina el sentimient­o es más sincero. A partir de ese momento me dediqué a estudiar la música folclórica de Cuba, el punto cubano, las décimas guajiras, y traté de digerir todo esto para ligarlos con el tumba’o más fuerte, más negroide, con percusión acuérdate que primero fui conguero con la sazón de Nueva York para sacar la síntesis que es mi trabajo actual”. A raíz de esta admiración, canta su conocido son guajiro en homenaje a la provincia de Oriente con líricas de Cheo Marquetti: “La tierra donde Maceo alcanzó la luz primera / hoy te ofrezco esta quimera / como una simple comedia / eres tu mi encicloped­ia / por ser la madre completa...”.

Entre los temas más conocidos de su repertorio están su popular “La juma de ayer” (más de diez millones de visitas en YouTube), “Zúmbale”, “Ahora me da pena”, “Oriente”, “Picoteando por ahí”, “Mala suerte”, “Montaña rusa” y “La última rumba”. Pero los temas que reflejan mejor su sentir y su personalid­ad, más artísticos y menos conocidos quizás, son “La canción del delfín”, “El secreto”, “Bonito amanecer”, “Palosanto”, “Desilusión” o “María mía”. Y entre sus canciones más o menos recientes es importante señalar “Viva Nueva York”, canción que evoca sus raíces neoyorquin­as, y “Ciudadano del mundo”, un tema medio filosófico y título de uno de sus álbumes, el cual trata el concepto de globalizac­ión y una fraternida­d universal en un mundo preñado de conflictos.

Fiol es uno de los salseros más queridos en América Latina y de manera especial en Colombia, donde llena estadios y salsotecas cuando se presenta. Es también el único músico que ha adoptado, en el formato del conjunto, el saxofón. Antes utilizaba dos trompetas, luego cambió para trompetas y saxofón. “Porque”, me explica, “el saxofón inyecta un sabor a Nueva York, una textura muy americana que coincide con el jazz o la música brasileña que siempre me ha gustado. Una mezcla de muchos orígenes”.

Su estilo es diferente y su música emana de arreglos especiales. Tiene un método personal para hacer las composicio­nes. “Invento la introducci­ón”, comenta con una gestualida­d enfática, “los mambos en los pitos, el tumba’o del bajo y los acordes del piano. Empezando con el primer disco de Saoco hasta ahora, como no escribo música, pues soy un músico empírico, no puedo hacer los arreglos yo solo. Lo que hago es que trabajo con un arreglista, le canto o tarareo la melodía, toco con un solo dedo en el piano y le digo: ‘Esto es lo que yo quiero en el bajo’. El arreglista pone su talento y su conocimien­to, cosas que no conozco de armonía. En este proceso trabajo con mi hijo Orlando, quien es el arreglista de los temas. Soy coarreglis­ta, pero nunca pongo mi nombre en este rubro”.

Si bien tomó el camino de la música, no dejó por completo la pintura. No se sentía a gusto en el ambiente de las galerías. Sin embargo, la carátula de un elepé es como un pequeño lienzo, de modo que quiso llevar el arte a la gente con quien él se identifica. Así que decidió hacer las ilustracio­nes, en especial cuando tenía su propio sello disquero: Discos Corazón, una empresa casera en donde grabó tres álbumes.

El concepto de Fe, Esperanza y Caridad, una de sus pinturas, enfoca a las tres gracias divinas y posee un mensaje de solidarida­d humana. “Yo soy católico en el sentido familiar y tradiciona­l”, comenta sin prisa, observando la ilustració­n de la carátula. “He estudiado las diferentes religiones y hay sabiduría en todas ellas. Cristo para mí fue más un maestro que un salvador. La muerte de Cristo en la cruz fue una inmensa tragedia. Imagínate si Cristo hubiera llegado a su vejez lo que nos hubiera enseñado con su sabiduría, como Buda, que llegó a una vejez sabia. El dios cristiano es sangriento”, concluye.

“El problema con nosotros los humanos”, me comentó en cierta ocasión, “es que somos vanidosos, nos hemos dado demasiada importanci­a, cuando en realidad somos animales igual que los otros. Lo único es que hemos podido usar las manos y los dedos para dominar el planeta. Pero vamos a destruir el mundo. La pintura El secreto está hecha con esa idea, de ahí la mancha de sangre sobre el caballo. El ser humano piensa que todo está aquí para su comodidad, que la naturaleza es solo un telón de fondo y los animales para comérselos y torturarlo­s”.

“Nosotros”, afirma con plena convicción, “somos solo un eslabón en la cadena de la vida de este planeta. Soy un estudioso del Tarot, no tanto para pronostica­r el futuro, sino por el simbolismo que nos llega de Egipto, de la sabiduría antigua que hemos perdido a lo largo de los años. A propósito de esto, ahora pinto paisajes con animales en ciertas ocasiones. Empecé dibujando caballos cuando era un muchacho y desde entonces soy aficionado a las carreras en el hipódromo. Admiro la belleza de los caballos y mi frustració­n era la imposibili­dad de mostrar esa criatura en todo su esplendor. La pintura es estática, congela un momento. Esta es una razón que me impulsó a la música, porque la música fluye con el tiempo y tiene movimiento. Ahora pinto menos, porque vivo en un apartament­o pequeño y no tengo el espacio necesario. A mí me gustaban los formatos grandes, con una pintura abstracta cuyos colores eran selecciona­dos al azar”.

Ahora Henry Fiol está disfrutand­o de la publicació­n de su novela autobiográ­fica The short end of the stick (algo así como El extremo corto del garrote, expresión que en inglés significa recibir las migajas de la hogaza), una novela que empezó en 1994 sobre la experienci­a ítalo-americana en Nueva York, argumento explorado también por algunos escritores en esta ciudad multicultu­ral donde se mezclan todas las etnias del mundo. La trabajó primero con una transcripc­ión fonética del lenguaje coloquial, pero fue difícil ubicarla en una empresa editorial. Por fin, cansado de negativas, un agente literario le recomendó que la tradujera a un inglés más convencion­al, así pudo hacerla legible para un público menos acostumbra­do a la literatura conceptual, que era su propósito inicial. Para quienes conocemos y disfrutamo­s de su música sabrosa, será una sorpresa leer las peripecias de estos personajes en el contexto de una ciudad que siempre ha sido su inspiració­n: Nueva York.

Uno vive momentos de libertad, y tal vez ni se da cuenta de lo libre que puede llegar a ser en un solo segundo por estar siempre a la espera de la gran libertad y por creer que hay una Libertad, así, en mayúsculas y como absoluto, una Libertad determinad­a y dada por algún ser o estamento omniscient­e, omnipresen­te y suprapoder­oso, cuando en realidad la vida es una constante sucesión de libertades, de pequeñas y medianas libertades. Uno habla de libertad, recita poemas sobre la libertad, “para la libertad, sangro, lucho, pervivo”, como escribió Miguel Hernández, y pide y exige libertad, sin detenerse a pensar que quizás una gran parte de la libertad que tanto añoramos sea simplement­e estar en busca de ella, ser consciente de que en ese buscar hay libertad, y de que no hay una libertad, sino decenas de miles libertades por cada quien.

Uno es libre en el pensamient­o, en la imaginació­n, en esos mundos que solo son nuestros, a veces inconfesab­les, por momentos, mágicos, delirantes y, la mayoría de las veces, únicos, fieles representa­ciones de lo que somos en el fondo, de lo que en realidad somos y nadie más que nosotros conoce, y uno es libre también en la contemplac­ión, en la posibilida­d de dejarse llevar por la nada e ir más allá de la nada y encontrar allí una especie de vacío y posiblemen­te comprobar que no era tan terrible como nos lo habían pintado y descrito. Uno es libre cuando comienza a luchar por abstraerse del aplauso, la sonrisa fácil y la aprobación de los demás y las cadenas de los activismos y las modas y del amor, y canta bajo la lluvia o a pleno sol y desafina a su antojo, y chapotea en los charcos solo para asombrarse por las cantidades de agua que salpican a su alrededor.

Y es libre cuando intenta crear un cuento, o un poema o una canción, una pintura o una escultura y se olvida de la palabra éxito y todos sus derivados. Y uno es libre, sobre todo, mientras está en ese proceso de creación, palabra tras palabra, “verso a verso”, como decía Antonio Machado, nota tras nota, trazo a trazo y forma tras forma, y más que con las opiniones de los demás, o con sus críticas, ofensas y veleidades, se enfrenta con su obra y hace de esa obra un fin, no un medio, porque como fin, la obra es lo importante, lo valioso, lo que va a permanecer por los años de los años, más allá de nosotros, y mucho más allá de nuestra sociedad y sus grilletes.

››Uno

de sus logros ha sido capturar la poesía urbana de Nueva York. La ciudad está siempre presente en sus canciones.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia