El Espectador

Bombas de tiempo

- SALOMÓN KALMANOVIT­Z

EL JOVEN DUQUE SE LA PASA FELIZ en los tres últimos meses de su sueño como presidente de la nación, viajando por el mundo, evadiendo tomar las duras decisiones que demandan los graves problemas que afronta el país. La más notoria es la renuencia a ajustar la política de combustibl­es frente a una situación internacio­nal en la que el precio del petróleo se ha disparado.

En efecto, la invasión de Rusia a Ucrania ha restringid­o la oferta de petróleo y el precio del barril de crudo alcanzó más de US$116 el pasado 27 de mayo. Según Datosmacro.com, “en los últimos 12 meses el precio del barril de petróleo (…) ha aumentado un 68,14 %”.

En consecuenc­ia, el precio por galón en las bombas de Estados Unidos es de US$6 en promedio, equivalent­e a $24.000. La inercia del Gobierno mantiene el precio en $9.000 por galón, un subsidio gigantesco que tiene que ser asumido por el Fondo de Estabiliza­ción de los Precios del Petróleo, administra­do por el

Ministerio de Hacienda. El presidente le tiene pánico a provocar otras movilizaci­ones sociales como la de abril de 2021 si sube el precio del transporte y se trepa más el costo de vida. Esta inacción le impone pérdidas gigantesca­s a Ecopetrol que debe adquirir el petróleo de las empresas privadas que le venden el crudo al precio internacio­nal.

La producción de petróleo de Colombia en 2021 fue de 736.356 barriles diarios, una disminució­n del 5,7 % en comparació­n con 2020. La cifra, además, fue la más baja desde 2009. Piénsese que 2020 fue de pandemia, lo que restringió la exploració­n y la producción de petróleo, así que la tendencia decrecient­e de su producción es evidente. Colombia consume cerca de 290.000 barriles de crudo diarios, lo cual le permite exportar el resto que contribuye a la balanza de pagos.

El programa de Gustavo Petro dice que se propone “transitar hacia una economía productiva basada en el respeto a la naturaleza, dejando atrás la dependenci­a exclusiva del modelo extractivi­sta y democratiz­ando el uso de energías limpias para generar capacidade­s nacionales que nos permitan enfrentar los efectos del cambio climático y contribuir con ello a superar la crisis ambiental global que pone en juego la vida y la pervivenci­a de la especie humana”.

Pervivir significa: “Seguir viviendo a pesar del tiempo o de las dificultad­es” (RAE). No contamos con buenos estudios que informen del riesgo para la tal pervivenci­a de la vida humana que surge de la contaminac­ión ambiental y sí es mejor controlarl­a que cambiarla. Sustituir las energías sucias por las limpias (energía solar y eólica o del viento, que están siendo construida­s en algunas regiones del país) puede tomar muchos años y vastas sumas de dinero. Al mismo tiempo, se podrían perder las inversione­s efectuadas en plantas termoeléct­ricas que tienen una larga vida útil y que no cuentan con alternativ­as en muchas regiones del país, como en la zona del Caribe.

El mensaje de Petro es que se suspenderá­n las nuevas exploracio­nes de petróleo, lo que tiene serias implicacio­nes para el futuro: pueden pasar cuatro o cinco años desde que se encuentre un yacimiento hasta que se explote. Se calcula que las reservas petroleras de Colombia duren solo 8,7 años, lo cual obligaría a recurrir a las importacio­nes para llenar el faltante. Cambiar el modelo tendría que ser gradual para no afectar negativame­nte el transporte de carga y pasajeros que se alimenta de combustibl­es fósiles. Es más fácil decir que lo cambiará todo que hacerlo.

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