El Espectador

¿Qué ocurriría ayer?

- LO DIVINO Y LO HUMANO LISANDRO DUQUE NARANJO

¿QUÉ PASARÍA AYER DOMINGO? DIFÍcil saberlo para quien escribe este artículo desde el viernes anterior, cuando todo son incógnitas. Gustavo Petro venía punteando en las encuestas, por encima del 40 %, y los oráculos calculaban que pudiera ganar en la primera vuelta, ahorrándon­os la segunda. Federico Gutiérrez, por su parte, venía detrás, muy detrás, pero su favorabili­dad estaba pasmándose. El factor que le mermaba adeptos era el ascenso de Rodolfo Hernández. Los estrategas de estos dos últimos —J. J. Rendón, el de Gutiérrez, y Ángel Becassino, el de Hernández— les han recomendad­o: al primero, que matice su discurso con alusiones más de centro, más sociales, lo que sin duda cumplió, aunque algo tarde, y al segundo, Hernández, que le imprima más oralidad regional y más carne oreada y mute, aunque haberse negado a comparecer a debates con los otros candidatos no le permitió lucir con suficienci­a esa destreza folclórica, que a veces remacha a puñetazos, elogiando a Hitler y con un refranero misógino contra las trabajador­as sexuales de Puerto Wilches. Qué asco de chiste. También fue repulsivo que empresario­s de Medellín pidieran excluir de un colegio a las hijas del alcalde suspendido. Se estrellará­n, porque ese colegio es de alemanes curados ya de espantos nazis.

El hecho es que a los candidatos del establecim­iento se les vino encima la fecha electoral sin alcanzar a modificar la percepción que la gente ya tiene de ellos. No se puede cambiar de cicla en pleno embalaje.

Lo curioso de Colombia es el vigor que muestran sus corrientes vernáculas, a tal punto que tienen bastante influencia como para alcanzar a enfrentars­e entre sí los paisas urbanos de ahora —los del “¡entonces qué, papá!”— y los santandere­anos de otrora —agrestes, con su “oiga, pingo, dejemos eso para el puritico final”—. El candidato Gutiérrez es el símbolo agresivo —porque también los hay muy nobles— de la trágica barriada medellinen­se pos-Pablo Escobar, a diferencia de Uribe Vélez que representa la Antioquia

rural enrazada en caballismo­s y matoneo. Una bucólica permeada por el ademán traqueto. Algo así como un Jorge Robledo Ortiz con pistolas.

Interesant­e el contraste en lo cultural, aunque inquieta mucho que adquieran patente política tan invasiva esas tendencias estancadas. Fajardo, por su lado, es el atildado antioqueño educado en universida­d gringa, casi un gemelo en modales de Alejandro Gaviria. En cuanto a Petro, aparece muy contemporá­neo, más nacional, sin rusticidad­es del viejo orden que le oscurezcan el verbo, que por eso mismo es más complejo e ilustrado. Y por fortuna hay un país mayoritari­o que le copia. Las regiones no pueden ser tan acaparador­as, a menos que estuviéram­os aún en las épocas de los Estados soberanos.

A los partidos decrépitos los agarró la noche huérfanos de candidatos plausibles y están ahora pendulando entre Piedecuest­a y La Escombrera. Y descalific­ando los resultados antes del domingo, con un argumento indigeribl­e: que la oposición hará fraude. Lo dicen porque el Pacto Histórico, en esta era de la tecnología instantáne­a, descubrió el 13 de marzo un faltante de casi medio millón de votos a su favor en cerca de 30.000 mesas, lo que le significó rescatar cuatro senadores. Los informátic­os vencieron a los gamonales, ¡estamos en el siglo XXI! ¡Quién sabe qué habrá ocurrido ayer y qué estará pasando hoy!

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los partidos decrépitos los agarró la noche huérfanos de candidatos plausibles”.

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