¿Y dónde están los líderes?
LA DIFÍCIL SITUACIÓN QUE AFRONTA la sociedad contemporánea, agobiada por tantas crisis (política, económica, social, cultural…), no sería tan grave si abundaran los líderes, los auténticos líderes, aquellos que sacan a sus pueblos de sus mayores problemas para conducirlos hacia delante, hacia la realización colectiva, contribuyendo a que todas las personas, en especial las más excluidas y marginadas, marchen por el camino de sus sueños, rumbo a la felicidad.
¿Pero dónde están esos líderes? ¿No brillan por su ausencia, hablándose aquí y allá, con rabia y desolación, sobre la falta de líderes e incluso sobre una fuerte crisis de liderazgo, a la que ni siquiera son ajenos los países con mayor desarrollo del planeta? ¿La honda crisis social a que aludimos no se debe en gran medida a la carencia de dirigentes con la capacidad necesaria para resolverla, o sea, de líderes en sentido estricto?
Sin duda, hay crisis de liderazgo en los tiempos que corren, tanto en la política como en la economía, en las empresas y hasta en las familias, en las distintas organizaciones sociales, por lo cual no podemos sino declararnos pesimistas ante las críticas circunstancias que nos rodean, pues caminamos hacia el abismo… ¡y quienes nos guían están ciegos!
“Vivimos en el peor de los mundos posibles”, dirá alguien al parodiar la filosofía leibniziana que desató las burlas de Voltaire en Cándido.
Ahora bien, ¿por qué no hay líderes en la actualidad, mírese hacia donde se mire? La razón es obvia: no los hay porque quienes ostentan las posiciones de privilegio, desde donde deben ejercer el liderazgo en la sociedad (políticos, legisladores, militares, maestros, periodistas, padres de familia…), carecen, por lo general, de autoridad moral, fundamento del poder político, económico, académico, etc.
Y no poseen autoridad moral, careciendo su poder de legitimidad, al ser en muchos casos funcionarios corruptos, víctimas de la corrupción en lugar de combatirla y erradicarla para beneficio de la sociedad. El bien común, en últimas, les importa un comino, mientras sólo buscan favorecerse, sobre todo a nivel económico, para gloria y loor del culto al dinero, al supremo dios dinero, que hoy gobierna las almas.
¡Hasta jueces y sacerdotes participan del botín!
Para colmo de males, la pérdida de valores conduce a que sean llamados líderes quienes no lo son y encarnan, por el contrario, el mal en la sociedad. Así, es usual que se identifique con ese término, con la dignidad del liderazgo, a jefes de bandas criminales, de grupos terroristas, de delincuentes sin escrúpulos y narcotraficantes, prueba de la total tergiversación de valores: ¡el bueno resulta malo y el malo resulta bueno!
¿Estamos, de veras, en un callejón sin salida, condenados a la extinción, sin solución a la vista? ¿O es posible todavía formar líderes con valores, con un liderazgo trascendente, ético, que sería la solución definitiva a los múltiples problemas que nos acosan, a la crisis universal que está a punto de destruirnos?
¿Es posible rescatar los valores morales y ponerlos en práctica para retomar el camino perdido, en beneficio de la humanidad entera, de cada persona, de usted y yo?
He ahí el reto que nos espera. Que no es poca cosa.