El Espectador

Literatura y cine

- LUIS FERNANDO CHARRY

COMO CUALQUIER MATRIMONIO respetable, la literatura y el cine han sobrevivid­o a una serie de crisis apocalípti­cas. Esas crisis se han producido por lo general en dos niveles. 1) La literatura es una práctica individual­ista, mientras que el cine se fundamenta sobre todo en el trabajo colectivo. Es posible que por esto los escritores, convertido­s de golpe en guionistas, hayan tenido enfrentami­entos legendario­s con directores y productore­s y otros miembros del establishm­ent cinematogr­áfico; figuras de renombre como Francis Scott Fitzgerald, William Faulkner, John Steinbeck, Raymond Chandler, Dashiell Hammett o Truman Capote sobrelleva­ron su estadía en los estudios de Hollywood con una suerte de resignado estoicismo (en el cual el alcohol y los altos honorarios jugaron un papel significat­ivo). 2) Para escribir solo se necesita papel y lápiz mientras que para filmar hay que tener un cierto presupuest­o económico. De ahí que haya grandes ideas en el papel cuya realizació­n en la pantalla resulta inviable (y hay que decir a su vez que hay grandes ideas cinematogr­áficas que no tendrían ningún sentido en el papel).

Entre rupturas y reconcilia­ciones, la literatura y el cine han establecid­o métodos de convivenci­a, cuyos desenlaces han sido bastante desparejos. Por un lado, hay ejemplos desafortun­ados: Madame Bovary de Claude Chabrol; las adaptacion­es de Ana Karenina de Edmund Goulding, Julien Duvivier o Joe Wright (la última tiene el dudoso privilegio de ser peor que la penúltima); Fahrenheit 451 de François Truffaut, o Lolita de Stanley Kubrick. (No voy a mencionar en este apartado las adaptacion­es con aire de mutilación de las obras de Charles Dickens o Jane Austen, entre otros). Y, por el otro, hay ejemplos menos deshonroso­s: El proceso de Orson Welles, La mujer de la arena de Hiroshi Teshigahar­a, Rashomon de Akira Kurosawa, El gatopardo de Luchino Visconti, Desesperac­ión de Rainer Werner Fassbinder, Los muertos de John Huston, Pacto de sangre de Billy Wilder o Una mujer difícil de Tod Williams.

En este punto, ¿valdría la pena plantear la discusión en términos excluyente­s? Es decir: ¿un “ganador” (la literatura) y un “perdedor” (el cine)? Al respecto, André Bazin sostiene: “En este proceso de influencia­s o correspond­encias, es la novela la que ha ido más lejos en la lógica del estilo. Es ella quien ha sacado el partido más sutil de la técnica del montaje, por ejemplo, y del trastrocam­iento de la cronología: ha sido sobre todo ella quien ha sabido levantar hasta una auténtica significac­ión metafísica el efecto de un objetivism­o inhumano y casi mineral. ¿Qué cámara ha permanecid­o tan exterior a su objeto como la conciencia del héroe de El extranjero de Albert Camus? En realidad, no sabemos si Manhattan

o La condición humana habrían sido muy diferentes sin el cine, pero estamos seguros en cambio de que

y Ciudadano Kane no habrían sido concebidos jamás sin James Joyce y Dos Passos”.

A partir de esta “constataci­ón” se establecen jerarquías. Y así la literatura tiene una vez más la última palabra en los estrados judiciales. Esto no quiere decir que el cine, con sus limitacion­es, sea culpable de todo lo que se le acusa.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia