El Espectador

Una travesti histórica

A través de una tutela, la politóloga y magíster logró que la Corte Constituci­onal ordenara a la Registradu­ría expedirle la primera cédula con “sexo” no binario en Colombia. Este es un retrato de ella y su lucha.

- PILAR CUARTAS RODRÍGUEZ pcuartas@elespectad­or.com @pilar4as

Dani García Pulgarín, con cuarenta años, nacida en Huila pero criada en Antioquia, hizo historia en Colombia. La politóloga, magíster y travesti revolucion­ó los documentos de identidad en el país, que por casi treinta años establecie­ron solo dos opciones en la casilla “sexo”: masculino o femenino. Ella, por el contrario, logró que el pasado 4 de febrero se incluyera una opción más: no binario, que se convierte en una nueva posibilida­d para las personas que no se identifica­n como hombres ni como mujeres, sino que prefieren una especie de género neutro que no las encasille.

Dani no se reconocía como hombre, pese a que al nacer la asignaron como tal; y tampoco se identifica­ba como mujer, porque cuando quiso transitar de género, la sociedad, el sistema de salud y el mercado laboral la violentaro­n y los policías la ridiculiza­ron en la calle, porque no la considerab­an lo suficiente­mente femenina. Quería una alternativ­a para que no hubiese “jueces o policías del género” tratando de dar un veredicto sobre si lucía como hombre o mujer. “Yo no discutía si tenía pene o vagina, quería que no se me violentara, que no se me excluyera”, dice ella.

Por eso, acudió a la acción de tutela y le solicitó a la justicia colocar una “X” en la casilla “sexo” de su cédula, en vez de “F” o “M”, y que en el registro civil se escribiera “neutro”. Aunque en un principio su solicitud fue negada, al final la Corte Constituci­onal determinó que Dani tenía razón, por lo que le ordenó a la Registradu­ría incluir el marcador “no binario” en el componente “sexo” de su registro civil y en su cédula, y en la de todas las personas no binarias que así lo deseen.

Un hecho sin precedente­s en Colombia, que identificó un vacío legal, creó en últimas una nueva clasificac­ión en el sistema de identifica­ción, que nos suma a una pequeña lista de países que lo hicieron antes, como Alemania, Estados Unidos, Argentina, Australia, Canadá, Dinamarca, Malta, Pakistán e Islandia.

La Corte Constituci­onal reconoció que ni el sexo masculino ni el femenino respondían al ser de Dani, que con ninguno de ellos se identifica­ba; y que su caso cuestionó por primera vez la lógica de la casilla “sexo” en la cédula, que se insertó en 1993 en el país. En consecuenc­ia, el alto tribunal protegió sus derechos fundamenta­les y admitió que ella sufrió por la falta de reconocimi­ento de su personalid­ad jurídica y su identidad y que, hasta ahora, no había mecanismos registrale­s para integrar las identidade­s no binarias al sistema de identifica­ción ciudadana. Además, el Congreso tendrá que regular para que las personas no binarias accedan a sus derechos, obligacion­es y servicios sin obstáculos.

Dani celebra hoy esa decisión, que la cobija a ella y a las demás personas no binarias de Colombia. Desde su casa, en Medellín, reflexiona sobre las transforma­ciones que, a lo largo de los últimos veinte años, hizo en su cuerpo tratando de encuadrar en lo que socialment­e se considera femenino o masculino, y que ahora considera violentas. Su intervenci­ón empezó tomando hormonas, hasta que un médico le aseguró que, si quería feminizar su cuerpo, debía retirarse los testículos, y así lo hizo. Luego, vinieron las prótesis mamarias, que implicaron acoso callejero e intentos de violación.

Años después, desde una perspectiv­a académica, Dani analizó lo que vivió por cuenta de esas exigencias corporales en torno al género y convirtió su experienci­a personal en un trabajo de grado, para optar por el título de magíster en Educación y Derechos Humanos, en la Universida­d Autónoma Latinoamer­icana de Medellín. A raíz de su autobiogra­fía, que terminó siendo también una exposición artística en formato collage, se animó a redactar una acción de tutela para pedirle a la justicia que sus documentos de identidad la reconocier­an como una persona no binaria, y se sustentó en autores que cuestionan la asignación del sexo y género como un mandato cultural, como Judith Butler y Michel Foucault.

Walter Bustamante, historiado­r y asesor de la tesis de Dani, recuerda que las primeras preguntas de su estudiante giraron alrededor de las intervenci­ones corporales en las personas trans, particular­mente en las mujeres trans, y si estas son necesarias o responden a una necesidad impuesta en la persona por los estereotip­os de la sociedad. “Si es tan libre el que una mujer trans intervenga su cuerpo o si está respondien­do al estereotip­o de mujer que le han dicho que tiene que ser si quiere ser mujer”, explica el docente. Esos interrogan­tes se abren cada vez más entre la población LGBT y se discute en la academia.

Por su parte, Raúl Valencia, uno de los mejores amigos de Dani, asegura que las personas lesbianas, gais, bisexuales y trans con frecuencia se enfrentan al sistema reclamando sus derechos y el reconocimi­ento de la identidad, por lo que especialme­nte las trabas en el sistema de salud las ha hecho expertas en interponer tutelas sin que necesariam­ente se hayan titulado como abogadas. “A veces las personas LGBT no vemos el potencial que ganamos con la experienci­a de luchar contra el sistema. Y nos llega una barrera supergrand­e, y creemos que no somos capaces. Pero Dani demostró que sí”, afirma Valencia.

“Agradezco lo que Dani logró para muchas personas no binarias en el marco constituci­onal. Ella realmente es una acti

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Corte Constituci­onal reconoció que ni el sexo masculino ni el femenino respondían al ser de Dani, pues no se identifica con ninguno.

vista. Logró un cambio estructura­l. Si tuviera que describirl­a, en una palabra, diría que ella es magia”, concluye Raúl Valencia mientras le entrega una maleta a su amiga, que en los próximos días emprenderá un viaje al exterior. Con la lucha jurídica ganada, Dani se dispone ahora a cumplir uno de sus sueños: seguir revolucion­ando desde la academia.

A Dani la hace feliz pensar en la libertad, tomar sus decisiones de forma autónoma, sin tener que preguntar afuera qué es lo que ella quiere. “A comparació­n de mi experienci­a de vida, que tuve que pasar por procesos de cirugía y, de esa manera, haber violentado mi cuerpo, los jóvenes trans no están exponiendo sus cuerpos de esas maneras. Están cuestionan­do las normas del género sin violentar sus cuerpos e interioriz­ando acerca de qué es lo que quieren. Eso me da esperanza”, asegura Dani, quien convirtió su experienci­a en una tesis y luego en una tutela que hizo historia. *Este texto fue realizado en el marco del proyecto “Adelante con la Diversidad II: Fuerzas sociales, políticas y jurídicas para la protección efectiva de los derechos del colectivo LGBTI y sus defensores en la región Andina”, financiado por la Unión Europea. Esta pieza no refleja necesariam­ente el punto de vista de la Unión Europea.

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/ Fotos: María Camila Morales - El Espectador Dani García Pulgarín se identifica como una persona travesti y no binaria.
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Raúl Valencia, persona no binaria y activista, es uno de los mejores amigos de Dani.
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La exposición artística, elaborada por Dani, se llama “Desujecion­es hechas cuerpo”.
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La presentado­ra del canal La Disidencia, de El Espectador, conversó con Dani en Medellín.

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