El Pacífico no se rinde, carajo
Los habitantes de esta región quieren que el país y el mundo los conozcan por sus esfuerzos de resistencia. Permanecer en el territorio a pesar de la violencia y gestionar derechos fundamentales que el Estado no les ha podido garantizar son algunos de ell
En el occidente de Colombia, las comunidades indígenas y afros, que representan la mayoría de la población desde Acandí (en el Urabá) hasta Roberto Payán (en el Pacífico nariñense), han tenido que luchar a pulso por sus derechos. “La lucha la llevamos en la sangre y ha estado con nosotros por generaciones”, dice Héctor Fabio Micolta Caicedo, líder de la Corporación Centro de Pastoral Afrocolombiana (CEPA), de Buenaventura.
Mary Cruz Rentería Mina, lideresa afrocolombiana de Buenaventura, refuerza esa afirmación diciendo que esa perseverancia ha venido en mayores dosis de las mujeres: “La fuerza de las luchas viene de nuestras ancestras. Si ellas pudieron soportar tanto, siendo esclavizadas y luchando por la libertad, nosotras también podemos”.
Ambos hacen parte de la Comisión Interétnica de la Verdad del Pacífico (CIVP), una apuesta autónoma de varias organizaciones que se puso en marcha desde 2015 —antes de la firma del Acuerdo de Paz— con el activismo de líderes y lideresas del Pacífico.
Se trata de un proceso participativo y pedagógico para aportar en la búsqueda del derecho a la verdad, el esclarecimiento y la armonización territorial. Ya desde ese año eran conscientes de la importancia de las negociaciones entre el Gobierno y la extinta guerrilla de las Farc en La Habana.
Hoy la CIVP tiene representantes de 25 organizaciones de base de los cuatro departamentos del Pacífico: Chocó, Valle del Cauca, Cauca y Nariño. Desde 2019, por medio de un memorando de entendimiento, se han venido articulando para la materialización de acciones, con la Comisión de la Verdad (CEV), para aportar al esclarecimiento de las formas en que el conflicto armado, como dice Mary Cruz Rentería, “se ensañó con esta región”.
Tanto para la CEV como para la CIVP es importante que su trabajo también resalte las formas como las organizaciones y las comunidades han resistido pacíficamente al conflicto armado de cara a la no repetición de los hechos de violencia que han afectado de manera profunda los derechos étnicos territoriales de quienes habitan la región del Pacífico.
Por eso, ambas comisiones se pusieron cita el 3 y el 4 de junio en la subregión de Tumaco para establecer el “Diálogo regional sobre experiencias de resistencia, prácticas de afrontamiento y convivencia de los pueblos étnicos de la región Pacífica”. Varias de las recomendaciones de no repetición que se abordaron en este encuentro harán parte del Informe Final de la Comisión de la Verdad, que se entregará el próximo 28 de junio en Bogotá con retransmisión en varios puntos del país. De hecho, uno de los diez capítulos del Informe Final habla de cómo las comunidades han resistido y superado graves hechos de violencia.
Las recomendaciones también harán parte del Legado de la Comisión, que terminará su mandato en agosto de este año.
Cantar la palabra y otras resistencias ancestrales
“¿Por qué corremos? Corremos por la paz, la justicia, la tristeza; pero también la alegría, la vida digna para las víctimas, la memoria, la niñez y la juventud. Corremos por la verdad del Pacífico”. Este fue una de las coplas que se recitaron en Tumaco como parte de las reflexiones sobre las formas de resistencia del pueblo negro. Cantar, echar cuentos, chistes y coplas en espacios como este es una muestra de que la cultura es un eje central para estas comunidades y por eso varias de las intervenciones de los líderes y lideresas empezaban o terminaban con un cuento o una canción.
Al igual que Héctor y Mary Cruz, otros líderes y lideresas de la región, incluyendo a representantes de las comunidades emberas del Chocó, hicieron énfasis en la vitalidad de las prácticas ancestrales como forma de resistencia y garante de la no repetición. “Es un elemento transversal que abarca nuestra visión del territorio como centro de la cultura, la espiritualidad, el gobierno propio y los planes de etnodesarrollo”, dijo Esaúd Lemus Maturana, líder que fue desplazado de su territorio en el Medio Atrato y ahora vive en Quibdó.
Para él, aferrarse a su cultura ancestral es lo que ha permitido a los pueblos permanecer en el territorio, pese a que por décadas han quedado en medio del conflicto entre varios actores.
En el Pacífico, las Farc tuvieron una presencia importante durante las décadas de los años 80 y 90. A finales de los 90 y comienzos del nuevo milenio, el Bloque Calima de las extintas Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) estuvo en el Valle del Cauca. En el Medio y Bajo Atrato operaron paramilitares del Bloque Élmer Cárdenas, también de las Auc. Los constantes enfrentamientos entre estos grupos, y de las Farc contra el Ejército, causaron el desplazamiento de comunidades enteras.
“Saldremos algunos, pero aquí la mayoría de la población sigue ahí haciendo presencia, haciendo resistencia y sobre todo sobreviviendo”, agregó Esaúd. Justamente por eso, no desistir de sus prácticas culturales es su forma de expresar su lucha. Según la antropóloga Natalia Quiceno en su libro Vivir sabroso: luchas y movimientos afroatrateños, en Bojayá, Chocó, una de las afectaciones más grandes para los pueblos ribereños de esta región del país ha sido que la presencia de los grupos armados ha puesto en peligro esas formas de vida propias y de relacionarse con el territorio.
Por ello, y para honrar su identidad étnica cultural, todos los espacios de diálogo de la CIVP abren y cierran con un acto espiritual de armonización: se hace una oración y se pone el tiempo, el espacio, las energías en manos de Dios, los ancestros, ancestras u orishas.
En la apertura del espacio realizado en la subregión de Tumaco, cada uno de los líderes nombró a una persona de su comunidad que ha sido ejemplo de liderazgo. Se podía nombrar a los vivos, pero también a los muertos, porque para estas poblaciones los ancestros hacen parte fundamental de la comunidad. En el ejercicio, el primero en ser nombrado fue Temístocles Machado, líder social de Buenaventura asesinado en esa ciudad en 2018.
Según datos de Indepaz, en lo que va corrido del año han sido asesinados 27 líderes y lideresas sociales en el Pacífico. Para no ir tan lejos, la semana pasada fue asesinada, en Cali, Jesusita Moreno Tuta, lideresa de la comunidad de Río San Juan (Chocó). La mujer era una abanderada de la lucha por el espacio humanitario como una forma de proteger a su comunidad del recrudecimiento del conflicto.
En memoria de los muertos y desaparecidos en Tumaco, las mujeres cantaron alabaos, esos cantos que se preparan para los ritos mortuorios de las comunidades negras, que han cambiado de letra como una forma de resis
‘‘Nuestras
prácticas ancestrales son un elemento transversal que abarca nuestra visión del territorio como centro de la cultura y la espiritualidad”.