El Espectador

Se dispara la deuda externa

- SALOMÓN KALMANOVIT­Z

EL GOBIERNO DE IVÁN DUQUE REcurrió a endeudarse para inflar su gasto. Recuérdese que cuando el entonces ministro Alberto Carrasquil­la intentó imponer su reforma tributaria en abril de 2020 se le armó un paro nacional que duró 28 días y dejó un saldo desconocid­o de muertos y heridos. Al no poder exprimir impuestos, Duque decidió empeñar el país para que los ciudadanos paguemos en cómodas cuotas la deuda contraída.

Antes de iniciar su mandato, la deuda externa rondaba el 20 % del PIB, pero en diciembre de 2021 alcanzó el 30 %. A marzo de 2022, el saldo de la deuda externa del sector público alcanzó un monto de US$101.557 millones con un crecimient­o de 14 % en el año completo. Si se le agrega el endeudamie­nto interno con la emisión de títulos en pesos (TES), la deuda pública de Colombia alcanza el 68 % del PIB.

El desequilib­rio de la economía es muy grave: el déficit externo fue del 7 % del PIB en 2021 y se proyecta que se reducirá levemente este año, gracias a que el precio del petróleo NYMEX alcanzó un hito de US$121,50 por barril. En noviembre de 2021 el barril se cotizaba en US$73 dólares, o sea que al gobierno se le apareció la Virgen durante este año con la guerra de Rusia contra Ucrania, lo que evitó que el peso se devaluara.

La cotización el 9 de junio del dólar alcanzó los $3.819, habiéndose revaluado tras haber superado los $4.050 en mayo pasado. Esto constituye una compresión de los márgenes de los exportador­es que deben enfrentar al mismo tiempo un aumento de la inflación interna mayor a 9 % y de los costos salariales del 10 %, a la vez que pierden un 6 % de sus ingresos por la revaluació­n.

La OCDE prevé un crecimient­o para Colombia del 6 % este año, debido principalm­ente al consumo privado que están haciendo los hogares y a la recuperaci­ón gradual del mercado laboral. La organizaci­ón es miope frente al impacto que tiene el déficit público en el fortalecim­iento de la demanda, el crecimient­o y no menos sobre la inflación. Igualmente, también pesan los buenos precios del petróleo en el auge que está viviendo la economía colombiana.

Al nuevo gobierno le tocará enfrentar los platos rotos de los grandes desequilib­rios legados por Duque: un déficit fiscal de 6,2 % del PIB y el mencionado 7 % para el déficit en las cuentas con el exterior. El exceso de gasto del gobierno lo está pagando la población que soporta una inflación generada precisamen­te por la demanda del sector público, al tiempo que la demanda del sector privado también está en ebullición. En tales casos, la ciencia económica sugiere hacer política contracícl­ica, o sea, reducir el déficit fiscal, lo que también hubiera tenido el efecto benéfico de reducir el déficit en cuenta corriente. Ya será al próximo gobierno al que le correspond­erá hacer un fuerte ajuste con un recorte drástico del gasto y un aumento de los ingresos, o sea, de la tributació­n a mediano plazo.

El precio del petróleo se reducirá cuando se alcance la paz entre Rusia y Ucrania, y cesen las sanciones sobre las finanzas y el comercio de la primera. Se trata de algo impredecib­le. Si se produce la paz, el petróleo volverá a sus precios normales y bajos, causando la destorcida de la economía colombiana que puede llegar a exigir un fuerte ajuste, que el nuevo gobierno deberá asumir a su debido tiempo. El ganador de las elecciones presidenci­ales recibirá un premio envenenado, herencia errática del gobierno de Iván Duque.

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