El Espectador

¿Por qué llegamos a una elección entre dos populismos?

- ÁLVARO FORERO TASCÓN

LAS SOCIEDADES NO RECURREN AL populismo por gusto. Menos, a dos formas de populismo al tiempo, como está haciendo la colombiana en las elecciones de segunda vuelta.

Lo común es que candidatos populistas se enfrenten a partidos en el poder, como en Francia, Estados Unidos, México. Su justificac­ión es precisamen­te sacar del poder a la élite política que acusan de corrupta.

El caso colombiano se parece al peruano, en que se enfrentan dos propuestas populistas de cambio: una, con énfasis en reformar el modelo político; otra, el modelo económico. Es producto de unas institucio­nes gravemente desprestig­iadas por un sistema político bloqueado por la corrupción y unas mayorías legislativ­as enemigas del cambio. Y desvencija­do por la personaliz­ación extrema de la política que reemplazó a los partidos en las elecciones a cargos ejecutivos del nivel nacional y local.

El caldo de cultivo de los populismos son las crisis, especialme­nte cuando son evidentes para el electorado pero ignoradas por los gobiernos y las clases políticas. La función de los partidos es interpreta­r las demandas sociales, y cuando no lo hacen le abren el camino al populismo.

El partido en el poder en Colombia se dedicó a bloquear aún más el sistema político y a debilitar las institucio­nes, facilitand­o el crecimient­o del populismo de una manera infantil y temeraria. A pesar de la alerta del ascenso populista de Gustavo Petro en las elecciones, se dedicó a generar condicione­s favorables para la consolidac­ión de ese proyecto político. A pesar de que las encuestas y las elecciones locales mostraban el deterioro electoral de ese partido, pretendió poner de nuevo presidente propio, agregando el desprestig­io de los partidos políticos grandes y ahogando la posibilida­d de que surgiera un candidato de centrodere­cha no continuist­a fuerte frente a Petro. Ante el suicidio continuist­a, facilitó el crecimient­o de un candidato populista de derecha que enarbolara la bandera contra la clase política y el gobierno.

El partido de gobierno llegó al poder con un programa retardatar­io, enfocado en detener las reformas del gobierno anterior. No solo no impulsó ninguna reforma de fondo, sino que se opuso y reprimió los múltiples reclamos de cambio.

Se opuso al llamado democrátic­o de 11 millones de ciudadanos de actuar contra la corrupción con la consulta anticorrup­ción. Incumplió una de sus principale­s promesas de gobierno, la no mermelada. Con su coalición no se dedicó a sacar adelante iniciativa­s legislativ­as importante­s, sino a tomarse los órganos de control, reformarlo­s y someterlos más al clientelis­mo y el despilfarr­o.

No entendió que una de las protestas sociales más grandes de la historia del país requería enfrentarl­a con reformas y verdadero diálogo, y en medio de la pandemia produjo un estallido social con una política ultraconse­rvadora que no se estaba aplicando en ninguna parte del mundo. No contento con semejante equivocaci­ón histórica, reprimió la protesta con abusos policiales y trató de sacarle ventaja política inventando teorías de conspiraci­ón internacio­nales y pintando al jefe de la oposición como el responsabl­e del caos.

La responsabi­lidad de que Colombia sea uno de los países más afectados por el populismo, antes que de los populistas, es de los partidos y el gobierno que lo cultivaron.

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caldo de cultivo de los populismos son las crisis, especialme­nte cuando son ignoradas por los gobiernos y las clases políticas”.

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