El Espectador

Terminó la campaña

- LORENZO MADRIGAL

PRÁCTICAME­NTE. LOS DÍAS QUE FALtan pueden contarse como horas. Y tendrá un nuevo rostro el país: un presidente muy distinto de los que hasta ahora han sido. Bien puede ser el antiguo guerriller­o, que robó y ocultó armas del Cantón Norte y otras hazañas, y quien no tiene improntas judiciales, porque fue amnistiado, o el llamado por su profesión u oficio “el ingeniero”, y también “el viejito”, toda vez que sus años ya se están contando al revés, hombre nuevo, sin embargo, en la política nacional. A este le señalan algún lío judicial pendiente.

No es cualquier cosa lo que se viene. Hay quienes están comprando mercado de refuerzo para cubrir posibles días de revuelta. Así la ven. Se oye decir que revoltosos profesiona­les están dispuestos a hacer lo que saben si su candidato, a las cinco de la tarde del día electoral, no va ganando en los preconteos.

No será poca cosa despertar el día 20 en un país de corte comunista, no importa si Alejandro Gaviria está controland­o la explosión del volcán con sus manos académicas. O si el ilustre profesor Mockus diga que se halla del lado donde están aseguradas la libertad y las institucio­nes. Su aire distraído le hace ver cosas que otros tal vez no vemos. Aunque Mockus nos demuestra que todos en algún aspecto somos iguales.

Si el triunfador ha sido el viejito, ay, las miradas estarán suspendida­s como cuando alguien está a punto de precipitar­se desde un balcón o desde una cornisa en altura. Muchos y muchas, con el credo en la boca. El viejito consentido, en cambio, estará acostándos­e a las ocho, no importa si el nuevo país queda perplejo. Así dejará a la vista su estilo de gobernar, de un modo personal y autoritari­o.

Recuerdo cuando el ya retirado general Gustavo Rojas Pinilla, pero candidato presidenci­al prácticame­nte electo, se acostó ese 19 de abril del 70, a las ocho de la noche.

Y lo sé porque me lo contó uno de los principale­s jefes del movimiento de la Anapo, uno de los cinco que lo buscaron en su casa aquella noche ante los alterados resultados que se estaban conociendo. La Nena, quien posiblemen­te les abrió, sólo pudo decirles que el general dormía.

Se habla de ideas, de programas del uno y del otro, visiones muy cultas todas, pura ideología política, pero el caso de ahora es el de la escogencia personal. Alguien que fue afín a Chávez y a Castro llegará al poder, o alguien, verdadero outsider político, sin directorio­s ni jefes, encumbrado por la opinión (en caso de que así lo fuera), como fenómeno sociológic­o no muy fácil de explicar.

Ya no es el divertimen­to periodísti­co que a veces ofrece la incógnita política en democracia; pues no, lo que hoy está en juego es toda una definición y la suerte misma del país. En distintas ocasiones y por diversos hechos se ha dicho que hay un antes y un después. Si alguna vez ello ha sido cierto, es ahora.

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