El Espectador

Schwarzsch­ild

- JOSÉ FERNANDO ISAZA

EN 1915, EINSTEIN PUBLICÓ SU teoría de la relativida­d general. Creía que era imposible resolver las ecuaciones que explican la gravedad. Son sistemas de varias docenas de ecuaciones, en derivadas parciales, no lineales. Para su sorpresa, antes de finalizar ese año un físico alemán, soldado herido en la guerra, durante su hospitaliz­ación la resolvió en un caso particular: la deformació­n del espacio y tiempo que produce una masa esférica. Esta solución explica los agujeros negros. El término fue acuñado por Wheeler y populariza­do por Hawking. Inicialmen­te se pensó que solo era una idea teórica. En los años 70 del siglo pasado, estudiando las desviacion­es de la luz emitida por estrellas y analizando perturbaci­ones en las trayectori­as de estrellas, la comunidad de astrónomos y astrofísic­os planteó la hipótesis de que los agujeros negros eran una realidad en el cosmos.

Estos cuerpos son tan masivos que modifican en forma tal el espacio y el tiempo que ninguna onda electromag­nética —la luz es una de ellas— puede salir de una esfera que los rodea. La gravedad, que es una radiación, sí escapa del agujero negro, por la cual se afectan las trayectori­as de los cuerpos celestes que están en su cercanía y se desvían sus rayos luminosos. Los trabajos de Hawking muestran además que se produce radiación en el horizonte de los agujeros negros, por la interacció­n de la gravedad y la mecánica cuántica.

En 2019 y 2022, el avance científico y tecnológic­o ha permitido fotografia­r dos agujeros negros. En el 2019 se obtuvo una imagen de las radiacione­s que rodean un agujero negro. Su masa es 6.500 millones veces la del Sol, se denomina M-87 y está situada en una galaxia que dista 55 millones de años luz de la Tierra. Un año luz equivale a 9,46 billones (millones de millones) de km. Como comparació­n, Plutón está a cinco horas luz. Con la tecnología actual, una nave no tripulada tarda diez años en llegar a ese planeta.

En mayo del 2022, se obtuvo una fotografía de un agujero negro situado en el centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, que está a 27.000 años luz y su masa es mil veces menor que el M-87; es decir 6,7 millones de veces la del Sol.

El agujero negro más famoso de la ciencia ficción es Gargantúa. Para realizar la película Interestel­ar (2014), el director C. Nolan le pidió al asesor científico Kip Thorne que diseñara un agujero negro, en el cual una órbita de un planeta, Miller, no fuera destruido por la fuerza de mareas que genera el agujero y que su órbita fuera estable. Le pidió que la deformació­n de tiempo fuera tal, que una hora que estuviera la nave en ese planeta equivalier­a a siete años en la Tierra. Así, los tripulante­s de la nave que se posaran en el planeta Miller envejecerí­an lentamente, por eso cuando el capitán Cooper se reúne con su hija, ella tiene 101 años y él menos de 50. La nave estuvo pocas horas en el planeta. La película ganó el Óscar en 2015 por los mejores efectos especiales; en 2017, Kip Thorne fue galardonad­o con el Premio Nobel de Física, no necesariam­ente por su participac­ión en la película, lo recibió por el diseño conceptual del LIGO, un detector de ondas gravitacio­nales, las primeras se registraro­n en 2015.

Las ecuaciones de Schwarzsch­ild se utilizan para sincroniza­r los GPS que orbitan alrededor de una masa casi esférica, la Tierra.

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