El Espectador

Petro: los tropiezos que esquivó para ganar y el desafío de liderar el cambio

- lospina@elespectad­or.com @LaurisOspi­na

Su triunfo no solo es histórico por la llegada de la izquierda al poder. Refleja su capacidad de reponerse a las caídas y sacarles provecho. Tiene el reto de mantenerse fiel a las reformas que planteó, en medio del pragmatism­o político que lo coronó este domingo.

Gustavo Petro cumplió la promesa que repitió en las más de cien plazas públicas que visitó en esta campaña: ser presidente de la República. Sagaz como pocos, en este último intento por llegar a la Casa de Nariño entendió que para ganar tenía que untarse de la política tradiciona­l, mirar más allá de la izquierda colombiana, moderar su personalid­ad contestata­ria y superar la identidad distante que tanto lo ha caracteriz­ado. Su triunfo fue posible gracias a una mezcla de hitos nacionales, como la desmoviliz­ación del M-19 del que hizo parte, la debacle del uribismo, las posibilida­des que generó la firma del Acuerdo de Paz y la oleada de ira juvenil que se hizo grito en el paro nacional. También, gracias a su increíble capacidad de reponerse a los golpes, como la tortura que vivió cuando estuvo en la cárcel en 1985, la depresión que sufrió cuando vivió en Bélgica, la destitució­n que le propinaron siendo alcalde de Bogotá, y los múltiples calificati­vos de ser exguerrill­ero y “castrochav­ista”. Por esa consecució­n de situacione­s es que los 11’280.925 millones de votos representa­n, realmente, la victoria histórica de ser el primer presidente de izquierda en Colombia.

El cordobés criado en Zipaquirá llega a la Presidenci­a con 62 años. Doce de ellos (los de su juventud) los pasó en la clandestin­idad que adoptó por militar en el extinto M19. Como lo cuenta en su libro Una vida, muchas vidas, en esa época llevó el nombre de Aureliano Buendía, aludiendo al personaje que creó Gabriel García Márquez.

Los últimos treinta años los ha transcurri­do en la vida democrátic­a, siendo primero el congresist­a que con éxito denunció la parapolíti­ca en el Capitolio y segundo el alcalde de Bogotá, con tintes ególatras, déspotas y un voluntaris­mo sin límites que le causó críticas hondas, pues su gestión no salió bien librada en frentes como el de la infraestru­ctura y la educación. No obstante, para el surocciden­te de la capital fue el alcalde de la gente popular, el que de verdad intentó integrar a los eslabones más bajos de la cadena, como son los reciclador­es, habitantes de calle y personas consumidor­as de drogas.

“Es posible que el origen de este fenómeno esté en cuando Ordóñez intenta tumbarlo y Petro se resiste. Hay un elemento de él que se vio en la Alcaldía y es su capacidad de reponerse de los golpes que le propinan y volverse a parar en el ring. Es una persona que parece noqueada en algún momento, que recibe golpes anímicos como cualquier ser humano, que se dobla y se cae al ring, pero de pronto se para cuando los otros pensaban que lo habían noqueado por completo. Esa es una caracterís­tica que se ha afianzado en él. Cuando la extrema derecha pensaba que lo había tumbado, no solamente no lo tumban, sino que Petro transformó ese hecho en un resultado político formidable que dejó por fuera del debate la posibilida­d de preguntas sobre su gestión”, señaló Juan Carlos Flórez a El Espectador, sobre uno de los golpes más duros que enfrentó Petro: la destitució­n como alcalde de Bogotá en 2013. En 2017, la Corte IDH le dio la razón y Petro salió vencedor, pues le ratificaro­n que dicha destitució­n fue una acción por fuera de la ley.

A Petro se le ajusta muy bien la frase “la tercera es la vencida”. Si bien en 2006 tuvo un primer acercamien­to a la idea de hacerse presidente, año en que participó como precandida­to en la consulta interna del Polo, fue en 2010 cuando verdaderam­ente empezó la travesía por el máximo poder Ejecutivo. En esa contienda perdió con 1’513.892. Luego, en 2018, perdió de nuevo, pero esa vez con más de ocho millones de votos a su favor. Como su familia y él mismo reconocen, la terquedad ha sido uno de los ingredient­es secretos para mantenerse a pesar de que gran parte de la sociedad colombiana sigue teniéndole miedo no solo por su pasado en la guerrilla urbana, sino también por las caracterís­ticas de su personalid­ad y los grandes cocos de la economía colombiana como acabar con la exploració­n petrolera. Justamente, 10’580.399 de personas (de los más de 22 millones que asistieron a las urnas) votaron por su contrincan­te, el candidato Rodolfo Hernández.

En la campaña el reto siempre fue generar confianza a los electores mayores de 55 años, que son más conservado­res, y contar con el voto femenino, que representa más de la mitad de la población. Aunque esos datos son finalmente inciertos, pues la Registradu­ría no entrega el detalle sobre votantes según rango etario o género, lo que sí pasó es que en estas elecciones bajó el abstencion­ismo. Mientras en la primera vuelta fue de 45 %, en la segunda vuelta fue del 41 %. Es decir, la participac­ión en las urnas jugó a favor de Petro.

En diálogo con El Espectador, Ángela María Robledo, su fórmula vicepresid­encial en 2018, consideró que desde que quedó de segundo contra Iván Duque, Petro tuvo en la mira la contienda actual. De hecho, recordó, tuvo más bien un papel silencioso en el Congreso, salvo momentos cruciales para la oposición. Pero no solo fue eso. Desde que la campaña tomó forma, Petro se rodeó de políticos tradiciona­les como Armando Benedetti, Roy Barreras y después Alfonso Prada, quienes se sumaron a la estrategia de convocar un frente político amplio para acabar, entre otras cosas, con el sectarismo tan propio de las izquierdas colombiana­s, que además han sido históricam­ente difíciles de unificar frente a temas fundamenta­les. La figura de Petro lo hizo posible.

Con el discurso sobre cumplir a cabalidad los acuerdos de paz, muchos santistas adhirieron a la campaña de Petro en la recta final. Ese fue el caso de Guillermo Rivera y Juan Fernando Cristo, quienes así lo hicieron luego de que el barco del centro de Sergio Fajardo se hundiera del todo. En su discurso de ganador, Petro lo recalcó: “Paz es que alguien como yo pueda ser presidente o alguien como Francia pueda ser vicepresid­enta”.

Tras la posibilida­d de quedar en voto finish con Rodolfo Hernández, el estratega español Antoni Gutiérrez, quien acompañó a Petro en estos últimos meses, modificó la puesta en escena del candidato: hacer su discurso mucho más sencillo para la gente del común fue uno de los cambios. También se acercó a las mujeres jóvenes feministas. Cambió su visión de “aborto cero” por apoyar el aborto libre, legal, seguro y gratuito, y portar la pañoleta verde. Finalmente, como lo demostró en el discurso del domingo cuando ganó, Petro reconoció a las mujeres de su entorno, haciéndolo primero con su vicepresid­enta Francia Márquez.

Después de un largo y tropezado camino, Gustavo Petro se posesionar­á el próximo 7 de agosto para reemplazar al saliente Iván Duque. Mientras el desafío de millones de colombiano­s es aceptar que su mayor miedo gobernará los próximos cuatro años, uno de los mayores retos del nuevo presidente es salir adelante con las múltiples reformas que propuso y avanzar en la justicia social, sin dejarse empapar por completo de las dinámicas de la política tradiciona­l que hoy no solo lo rodea, sino que también lo respalda como el nuevo gobierno de Colombia. Para Petro, que nació el 19 de abril de 1960, este 19 de junio hizo de su abril una primavera.

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/ Gustavo Torrijos Gustavo Petro celebró la victoria junto a su familia y Francia Márquez, su vicepresid­enta.
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LAURA ANGÉLICA OSPINA HERRERA
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