El país que entregará Duque
CUANDO SE PUBLIQUE ESTA COlumna ya se conocerá el nombre del nuevo presidente. Aunque los análisis se concentrarán en las expectativas del nuevo gobierno, vale la pena poner los reflectores sobre el presidente saliente, para que quede claro cuál es el país que recibirá el mandatario electo.
Cuando Duque inició su gobierno el país vivía una significativa reducción de la violencia gracias al Acuerdo de Paz. Las cifras de homicidios eran las más bajas de los últimos 40 años y las masacres y los desplazamientos eran asuntos del pasado. Su negativa a entender que la implementación del Acuerdo era esencial para consolidar esa paz que se empezaba a vivir nos condujo a los escenarios de guerra que hoy padecen varios territorios de la geografía nacional. En medio de la confrontación con los nuevos actores armados, la fuerza pública se devolvió en su historia para bombardear campamentos en los que se encontraban niños. En algunas veredas cayeron muertos civiles como consecuencia de operaciones militares terrestres, en las que no se tomaron las más mínimas precauciones que exige el DIH.
También nos deja una policía cuyo comportamiento en las protestas sociales ha significado un grave retroceso. Muchos jóvenes perdieron sus ojos y otros perdieron la vida por la acción de los agentes del orden. Los organismos internacionales llamaron la atención sobre la violación de los derechos humanos en cabeza de miembros de la policía, sin que el Gobierno reaccionara y liderara las reformas necesarias para que hechos de esa naturaleza no se repitieran.
En materia política, Duque llegó con la promesa de acabar con las relaciones clientelistas entre el Gobierno y el Congreso, y lo que hubo fue clientelismo puro, duro y sin vergüenza. El momento culmen de esa relación clientelista ocurrió cuando el Congreso, aupado por el Gobierno, impulsó la modificación de la Ley de Garantías para permitir la suscripción de millonarios convenios interadministrativos en época electoral. Por cuenta de esa maniobra, en las elecciones del Congreso algunos candidatos desconocidos obtuvieron votaciones superiores a los 100.000 votos y la mayoría de los partidos tradicionales conservaron su representación en el Legislativo.
Durante su campaña en 2018, Duque dijo que se concentraría en los temas que unieran a los colombianos y no en los que los dividieran; sin embargo, en su agenda fueron prácticamente inexistentes el diálogo con las fuerzas de oposición y la búsqueda de consensos mínimos sobre los temas más importantes del país. En la campaña que terminó ayer, Duque controvirtió propuestas sin pudor alguno.
Ante la comunidad internacional posó como un mandatario comprometido con la paz y la preservación de un medio ambiente sano, pero en Colombia objetó la ley que le daba vida a la JEP y no movió un dedo para buscar que sus mayorías en el Congreso ratificaran el Acuerdo de Escazú sobre protección a líderes ambientales.
Su gobierno será recordado como aquel que permitió que la violencia, incluida la oficial, reapareciera y el clientelismo se profundizara. El nuevo presidente tendrá entre sus muchos desafíos el de recuperar el rumbo perdido de la paz y el de darle a la política la dignidad que los ciudadanos reclaman.