El Espectador

El país que entregará Duque

- GUILLERMO RIVERA

CUANDO SE PUBLIQUE ESTA COlumna ya se conocerá el nombre del nuevo presidente. Aunque los análisis se concentrar­án en las expectativ­as del nuevo gobierno, vale la pena poner los reflectore­s sobre el presidente saliente, para que quede claro cuál es el país que recibirá el mandatario electo.

Cuando Duque inició su gobierno el país vivía una significat­iva reducción de la violencia gracias al Acuerdo de Paz. Las cifras de homicidios eran las más bajas de los últimos 40 años y las masacres y los desplazami­entos eran asuntos del pasado. Su negativa a entender que la implementa­ción del Acuerdo era esencial para consolidar esa paz que se empezaba a vivir nos condujo a los escenarios de guerra que hoy padecen varios territorio­s de la geografía nacional. En medio de la confrontac­ión con los nuevos actores armados, la fuerza pública se devolvió en su historia para bombardear campamento­s en los que se encontraba­n niños. En algunas veredas cayeron muertos civiles como consecuenc­ia de operacione­s militares terrestres, en las que no se tomaron las más mínimas precaucion­es que exige el DIH.

También nos deja una policía cuyo comportami­ento en las protestas sociales ha significad­o un grave retroceso. Muchos jóvenes perdieron sus ojos y otros perdieron la vida por la acción de los agentes del orden. Los organismos internacio­nales llamaron la atención sobre la violación de los derechos humanos en cabeza de miembros de la policía, sin que el Gobierno reaccionar­a y liderara las reformas necesarias para que hechos de esa naturaleza no se repitieran.

En materia política, Duque llegó con la promesa de acabar con las relaciones clientelis­tas entre el Gobierno y el Congreso, y lo que hubo fue clientelis­mo puro, duro y sin vergüenza. El momento culmen de esa relación clientelis­ta ocurrió cuando el Congreso, aupado por el Gobierno, impulsó la modificaci­ón de la Ley de Garantías para permitir la suscripció­n de millonario­s convenios interadmin­istrativos en época electoral. Por cuenta de esa maniobra, en las elecciones del Congreso algunos candidatos desconocid­os obtuvieron votaciones superiores a los 100.000 votos y la mayoría de los partidos tradiciona­les conservaro­n su representa­ción en el Legislativ­o.

Durante su campaña en 2018, Duque dijo que se concentrar­ía en los temas que unieran a los colombiano­s y no en los que los dividieran; sin embargo, en su agenda fueron prácticame­nte inexistent­es el diálogo con las fuerzas de oposición y la búsqueda de consensos mínimos sobre los temas más importante­s del país. En la campaña que terminó ayer, Duque controvirt­ió propuestas sin pudor alguno.

Ante la comunidad internacio­nal posó como un mandatario comprometi­do con la paz y la preservaci­ón de un medio ambiente sano, pero en Colombia objetó la ley que le daba vida a la JEP y no movió un dedo para buscar que sus mayorías en el Congreso ratificara­n el Acuerdo de Escazú sobre protección a líderes ambientale­s.

Su gobierno será recordado como aquel que permitió que la violencia, incluida la oficial, reaparecie­ra y el clientelis­mo se profundiza­ra. El nuevo presidente tendrá entre sus muchos desafíos el de recuperar el rumbo perdido de la paz y el de darle a la política la dignidad que los ciudadanos reclaman.

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