El Espectador

El fin de una era: ¿qué pasará sin Roe vs. Wade?

La derogación del fallo que permitía el acceso al aborto impacta de manera desproporc­ional a las minorías en el sur de Estados Unidos.

- CAMILO GÓMEZ FORERO cgomez@elespectad­or.com @camilogome­z

La mejor forma de resumir lo que ocurrió el viernes en Estados Unidos está en las palabras de Amanda Mars, correspons­al de El País de España en Washington, quien reaccionó de inmediato a la noticia: “Todo derecho, toda conquista social es reversible, nada está garantizad­o. Ninguna ola reaccionar­ia es inocua. Y el gravísimo recordator­io (de esto) llega de un país como Estados Unidos”.

Luego de meses de espera, la Corte Suprema de Estados Unidos publicó su muy esperada opinión sobre Dobbs vs. Jackson Women’s Health Organizati­on, un caso que desafiaba abiertamen­te el histórico fallo de Roe vs. Wade, por medio del cual las mujeres lograron acceder al aborto en todo el país en 1973, al declararse que no se podían dictar leyes que restringie­ran la interrupci­ón del embarazo, ya que las mujeres estaban amparadas por el derecho a la privacidad enmarcado en la Decimocuar­ta Enmienda de la Constituci­ón. Es importante resaltar qué se consiguió con este famoso caso: no fue la legalizaci­ón del aborto en sí, sino un compromiso para no poner más barreras en el acceso a este.

El caso en cuestión analizado el último año, el de Dobbs vs. Jackson, desafiaba a Roe porque planteaba una pregunta clave para los antiaborto: ¿son acaso todas las prohibicio­nes al aborto previas a la viabilidad del feto inconstitu­cionales? Y a este interrogan­te, la mayoría de los magistrado­s -todos los republican­os del tribunal en bloquecont­estaron que “la Constituci­ón no confiere el derecho al aborto”, por tanto, cada estado puede regular como quiera la interrupci­ón del embarazo. Con esa opinión del Supremo, el precedente sentado por Roe vs. Wade quedó sepultado el viernes, y con él casi 50 años de lucha por los derechos de la mujer echados por la borda, recordando, como dice Mars, que las conquistas sociales son reversible­s y que requieren un trabajo constante para garantizar­los, uno que no hizo el Legislativ­o en cinco décadas. Desde las 9:00 a.m., cada estado podía decidir cómo limitaba -o facilitaba- el aborto, y los de tendencia conservado­ra no esperaron ni un minuto para hacerlo.

Las reacciones a este terremoto político y social no se hicieron esperar. Uno de los primeros en pronunciar­se fue el expresiden­te Barack Obama, quien dijo que “la Corte Suprema no solo revocó casi 50 años de precedente­s, sino que relegó la decisión más intensamen­te personal que alguien puede tomar a los caprichos de políticos e ideólogos, atacando las libertades esenciales de millones de estadounid­enses”. Puntualmen­te, ¿qué es lo que ocurrió en el país con esta trascenden­tal decisión?

Como dice Obama, la decisión sobre el aborto quedó en manos de políticos e ideólogos de los dos partidos tradiciona­les. Quienes tienen una ideología conservado­ra se organizaro­n desde hace meses para preparar leyes que entrarían en vigor apenas la Corte Suprema desmembrar­a Roe vs. Wade. Millones de mujeres sintieron que retrocedie­ron en el tiempo en un instante. A las puertas de las clínicas abortistas, algunas pacientes fueron regresadas a sus casas sin practicarl­es la interrupci­ón del embarazo que tenían agendada, pues se enfrentaba­n a sanciones debido al cambio inmediato en la ley.

Lo primero que tenemos que asumir es que no es el fin del aborto, al menos no por ahora. Por lo menos 12 estados se prepararon para este escenario y reforzaron el marco legal para proteger los derechos reproducti­vos de las mujeres. Habrá aborto en Estados Unidos, pero no en todo el país. Hay 26 estados, más de la mitad, en los que la interrupci­ón del embarazo quedó prácticame­nte prohibida, o podría quedarlo entre más limitacion­es se impongan. Con esto entendido, viene la primera preocupaci­ón: el colapso.

Por lo menos 33 millones de mujeres quedaron desamparad­as por sus estados y ya no podrán acceder a un aborto si lo desean. Sin embargo, está la posibilida­d de viajar a otra región del país para interrumpi­r sus embarazos. De hecho, algunos de los estados más liberales ampliaron su marco legal para poder recibir a estas mujeres y varias organizaci­ones y compañías están donando recursos para que estas ciudadanas puedan viajar. Esto presenta de entrada tres problemas, el primero de ellos es el colapso de las redes de hospitales.

Estados como Nuevo México, que cuenta con siete centros que asisten abortos -seis de estos clínicas-, se enfrentan a un colapso en su sistema. Son muy pocas para un estado en el que hay una población de mujeres en edad fértil (de 15 a 44 años) estimada en 401.055. En Nuevo México hubo cerca de 4.300 abortos en 2020, lo que significar­ía un promedio de dos al día. Esa cifra puede no sonar suficiente­mente “apocalípti­ca” para colapsar un sistema, pero tomemos el nuevo escenario.

Con las prohibicio­nes al aborto, Nuevo México podría recibir más de 70.000 pacientes al año, provenient­es de sus estados vecinos. Esto incrementa el promedio: serían 29 abortos al día por clínica, contando con que estas trabajen fines de semana y festivos, como Navidad. A la frecuencia sumémosle el factor de la ubicación. Las autoridade­s de estados como Nuevo México o Colorado (con 18 clínicas abortistas) alertan que no tienen recursos para una labor así, y que la afluencia causaría un “efecto dominó” que empujaría a las residentes del mismo estado en zonas con menos clínicas a viajar más lejos para encontrar atención, según Amanda Carlson, directora del Fondo de Aborto Cobalt. Así llegamos al segundo problema: los viajes.

Por un lado, estados como Missouri preparan mecanismos para demandar a cualquier persona que ayude a las residentes de su estado a abortar, lo que prevendría que las organizaci­ones ayudaran a las mujeres a trasladars­e. Y esto nos conduce al tercer y último problema inmediato: sin la asistencia económica de las organizaci­ones, miles de mujeres no podrían viajar. Esto porque no es cualquier traslado: una mujer del condado de Cameron, en el sur de Texas, necesitarí­a viajar 1.200 kilómetros para acudir a un centro de atención que le permita abortar. El factor tiempo también juega en su contra, pues con el paso de las semanas la cirugía se hace más costosa. Y puede parecer una obviedad, pero son las mujeres de menos recursos las que se ven más afectadas.

“El fin de Roe vs. Wade es una sentencia de muerte para muchas mujeres negras”, resume Los Angeles Times en su editorial del viernes. La primera discusión es sobre las mujeres. Los estudios y las cifras han concluido que prohibir el aborto empeoraría la crisis de mortalidad materna en Estados Unidos. Ahora, sin acceso al aborto, empujadas a recorrer distancias enormes o adoptar métodos alternativ­os, hay 33 millones de mujeres que quedaron en la incertidum­bre. ¿Está todo perdido? Probableme­nte no. Las palabras de Mars retumban: “Todo es reversible. Ninguna ola reaccionar­ia es inocua”.

‘‘El fin de Roe vs. Wade es una sentencia de muerte para muchas mujeres negras”, resume “Los Angeles Times” en su editorial del viernes.

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/ AFP Activistas contra el aborto celebran frente a la Corte Suprema de EE. UU., en Washington.
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