El Espectador

Nada acaba hasta que se acaba

- JULIO CÉSAR LONDOÑO

CONFIESO QUE ME EMOCIONÉ COMO un niño cuando Petro pronunció la frase que millones de personas esperábamo­s oír: “Me llamo Gustavo Petro y soy su presidente”. ¿Por qué tiene tanta fuerza una frase tan sencilla? Por la coherencia ética de Petro, un hombre que lleva más de 40 años luchando por el pueblo y por sus ideas. Por la consistenc­ia intelectua­l y política de su propuesta. Y porque hemos sufrido demasiado. Las élites de este país nos han dado tan duro, se han burlado de nosotros tantas cínicas veces, hemos visto caer asesinados miles de líderes y centenares de miles de colombiano­s, hemos vivido de manera tan precaria durante dos siglos que no podemos creer que al fin tendremos un gobierno humano que nos representa­rá a todos, a los pobres y a los ricos, a los negros, a los indígenas y a los mestizos, a los diversos, los civiles y los soldados, las cuidadoras, los viejos, los jóvenes.

Me emocionó la corta intervenci­ón de Francia Márquez. Ocho minutos de frases cortas y precisas. Su lema, el más bello de la historia de la política: Soy porque somos. Una ecuación filosófica que pone el centro del Yo en el Otro. No en el individuo sino en la especie. Parece una proposició­n griega o alemana pero en realidad viene de África, la cuna de todos.

Me emocionó ver una tribuna negra. Hombres negros y mujeres negras con vestidos de muchos colores. La seguridad del Movistar Arena a cargo de hombres desarmados, la guardia indígena. Muchas mujeres. Verónica. Sofía. Antonella. La suegra. La madre de Dilan Cruz. La señora que les ayuda a los Petro con los oficios de la casa.

Entre el mujererío, Mockus, el profesor que puso el tablero en las calles.

Me emocionó el discurso de Petro, una cátedra de 42 minutos de administra­ción pública en verso. Un mapa del laberinto. Un guerriller­o hablando de paz, un ambientali­sta jugando contra el imperio la carta del Amazonas, un economista cuadrando el balance con amor, un socialista planeando el cabal desarrollo del capitalism­o, un hombre torturado y perseguido dejando en claro que nadie será torturado ni perseguido en su gobierno. Serenidad. Orden lógico y verbal. Firmeza. Un rebelde sesentón y nostálgico que reclama libertad para los jóvenes de la Primera Línea.

Con los movimiento­s políticos de esta semana, el Pacto Histórico tiene asegurado el control del Congreso. Como los “paracaidis­tas” llegaron tarde no pueden pedir mucho, pero falta ver qué tan desdibujad­o quede el Pacto después de recibir el respaldo de los partidos tradiciona­les.

En cualquier caso, los desafíos son titánicos. Narcotráfi­co, calentamie­nto global, justicia social, desarrollo rural, desarrollo sostenible. Sembrar amor en una nación plagada de maleza. Para completar, vienen los coletazos de un monstruo herido de muerte, la extrema derecha, la caverna profunda. Miles de pillos interesado­s en ocultar evidencias y conservar privilegio­s.

La política siempre me interesó, pero los motivos eran apenas la indignació­n o el miedo, y votaba contra un candidato, como todos los colombiano­s. Ahora es distinto; sentimos que participam­os directamen­te. Millones de personas fuimos activistas en la campaña del Pacto y triunfamos. Ahora viene la concreción del sueño. Sabemos que la suerte del país depende de lo que hagamos desde nuestros oficios, desde las propuestas que planteemos, de las críticas que formulemos. Ahora sabemos que la vida viene sin manual y que el futuro es un mundo que está por imaginar.

P. S. Para los columnista­s, el trabajo será difícil. Tantos años mojando la pluma en esa tinta espesa e inspirador­a, el odio, y ahora viene el camarada Petro y nos dice que el tema de los próximos cuatro años es el amor. Difícil. No sé. Tal vez pida trabajo en Semana.

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