El Espectador

Empezar a querernos

- MAURICIO RESTREPO POSADA

INFANTIL UTOPÍA, SUEÑO PUERIL DE los que creen que el amor todo lo cura, que con amor todo se puede. Del amor se puede pasar al odio y de pronto volver a amar lo que ahora se odia pero que algún día se amó, porque “donde fuego hubo, cenizas quedan”, decían nuestros viejos, cantó algún bolero.

Pero pasar del odio al amor, así porque sí, es imposible; es pensar que un sobrevivie­nte del holocausto judío pueda empezar a adorar a Hitler, o añorar que la ultraderec­ha colombiana inicie idilios con la Colombia Humana, o querer que María Fernanda Cabal haga alianzas con Gustavo Petro.

En nuestro país los extremos pueden acercarse al centro y el centro a los extremos. De extremo a extremo no hay camino alguno para llegar, nuestro invierno político no permitiría siquiera esas largas y sinuosas carreteras.

“Nos sentimos con derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de una utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie puede decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras se sienta el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunida­d sobre la Tierra”, Gabriel García Márquez.

Para emprender la utopía que ahora nos plantea nuestro nuevo gobierno electo, es necesario iniciar el acercamien­to de ese centro de pensamient­o liberal y humanístic­o con el grupo político del presidente. Ya algunos se acercaron antes de la segunda vuelta, porque entendiero­n su cercanía ideológica con él. Otros se alejaron por aparente neutralida­d o dolidos por su derrota en la consulta y en la primera vuelta. Y otros se fueron

iniciar para el otro extremo, por no haber podido resolver viejas rencillas políticas que traían desde que, tiempo atrás, eran amigos y aliados. Algún librepensa­dor que con su literatura nos hizo entender a Colombia y a la vida se dejó seducir por el primer ofrecimien­to burocrátic­o que le hicieron. El poder corroe, aunque no se tenga.

Ya es hora de regresar al tronco intelectua­l del cual salimos. El tiempo calmará dolores. El pensamient­o nos acercará a idearios que algún día nos unieron. Usted, presidente Petro, puede y debe hacer todo lo que esté a su alcance para acercarnos a todos. Su derecho y su deber.

A nuestros Nadies de hoy, esas estirpes condenadas a cien años de soledad, les debemos una segunda oportunida­d en el país que hoy los ignora, discrimina y maltrata. Y serán siempre nuestros aliados, si les permitimos vivir sabroso.

Que los sueños no se nos vuelvan quimeras.

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