El Espectador

Temer a lo que más amas

A pesar de su miedo a las alturas, María Paula Quintero está en la Serie Mundial de saltos en acantilado­s. En entrevista con El Espectador, contó cómo aprendió a vivir con una fractura en la columna desde que tenía 15 años.

- FERNANDO CAMILO GARZÓN fgarzon@elespectad­or.com @FernandoCG­arzon

María Paula Quintero está lista y mira sus pies: desde arriba el mundo se ve tan pequeño. Le da ansiedad. Las piernas se le crispan y en los brazos nota que sus poros ya alertaron la gran altura. Sus palpitacio­nes se incrementa­n. Intenta respirar, el cuerpo está agitado y tiene que evitarlo. Está nerviosa y es consciente, como siempre antes de cualquier salto. Empieza la confrontac­ión, la lucha contra sus pensamient­os.

“¿A qué le temes, María Paula?”, pregunta su cabeza. “A lo que más amo”, le responde. Antes de saltar por la plataforma, que está en un acantilado a 21 metros de altura, su mente la cuestiona, a veces, demasiado. “¿Y si me equivoco en la rutina? ¿Y si caigo mal? ¿Y si me golpeo y me hago daño? ¿Y si el cuerpo no es contundent­e al entrar al agua y por el impacto no puedo caminar nunca más? Puede pasar”. ¡Basta! Es inútil pensarlo. “Para esto me preparé”, silencia las preguntas de su cabeza. La duda aviva al miedo. Respira, cierra los puños, mira adelante, toma impulso y salta. Mudo, el mundo para unos segundos. El cuerpo gira en el aire, una y otra vez. ¡Chas! Entró al agua. María Paula Quintero venció, una vez más, a su cabeza.

¿Cuándo empezó ese miedo? Siempre estuvo ahí. Desde pequeña le gustaba la adrenalina. El temor a las grandes alturas la impulsó, la llevó a descubrir su pasión: los clavados. Empezó en los diez metros, saltos de modalidad olímpica, y fue campeona nacional. Sin embargo, a los quince años se fracturó la columna y su vida se partió en dos.

Recuerda que se lanzó del trampolín y cuando iba a entrar al agua aflojó el cuerpo. Y en el impacto sintió cómo se le arqueó la espalda. El dolor fue inmediato. No podía respirar. Como pudo, salió de la piscina. Sabía que era grave, pero por lo menos podía caminar. En el instante parecía solo un golpe, pero después llegó la noche, cuando empezó a sentir que la columna le chuzaba la espalda. A la mañana siguiente, el dolor era tan intenso que los pies no le respondían. De ahí se fue directo al hospital. El diagnóstic­o: fractura de columna con afectación en las vértebras L3 y L5. “No puedes volver a competir”, sentenciar­on los médicos.

Dice Silvana Torres, su mamá, que cuando iban a ver los entrenamie­ntos de las amigas, María Paula, sin poder hacer nada más que sentarse a mirar, lloraba desconsola­da, abstraída en las graderías viendo cómo su sueño había terminado. Y en los ojos vidriosos de su hija, Silvana recordó la llama que ardió en las pupilas de su niña cuando se lanzó por primera vez al agua. Había algo más que felicidad en esa mirada, era la pasión del primer amor.

El llanto de su hija desató el nudo. Así de fácil no se iban a rendir. Y empezaron a buscar otras opiniones, pero todos los especialis­tas les daban la misma negativa. “Tiene que haber alguien”, persistía la mamá mientras calmaba a su hija. Y al fin, la respuesta la tuvo el deportólog­o Edward Walteros, quien, junto al especialis­ta Fayber Lasprilla, encontró un método intenso de fisioterap­ia que en seis meses devolvió a María Paula Quintero a la alta competenci­a. La fractura era irremediab­le, hoy todavía vive con ella y tendrá que seguir con la terapia por el resto de su vida. Sin embargo, la medicina le devolvió la posibilida­d de volver a saltar al agua.

El miedo de que algo le vuelva a pasar a su niña es incontrola­ble para Silvana. Sobre todo, porque no siempre puede acompañarl­a y a la distancia, cuando no puede verla, la angustia en cada salto la carcome. Como aquella vez en 2019, el año en el que se convirtió en la mujer más joven en la historia de los saltos de acantilado en subirse a un podio, y en una de las paradas de la temporada perdió el conocimien­to en un salto. “No pude acompañarl­a esa vez, pero yo siempre sigo los resultados y miro cómo le está yendo”. Tras la primera salida, María Paula le escribió a su mamá por Whatsapp que se había golpeado y sentía un dolor intenso. Silvana le mandó ánimos y le pidió tranquilid­ad para seguir en competenci­a, pero el mensaje no tuvo respuesta. “A

María Paula le pasó algo”, dijo. De inmediato le escribió a Miguel García, su esposo, quien también compite en los saltos de gran altura y ha sido el entrenador de su hija toda la vida. Nadie respondía. Ante la impotencia, solo quedaba la calma y cuando por fin se contactó con ella Orlando Duque, leyenda de la disciplina y tutor de María Paula, le explicó que su hija cayó mal en el segundo salto y tuvieron que llevarla a la clínica. Y aunque estuvo casi seis horas en urgencias, sin conocimien­to y con la garganta inflamada por el golpe, el hecho no pasó de ahí.

Y ante esas situacione­s, que pueden pasar en cualquier momento, ¿por qué impulsar a María Paula a que siga saltando?

“Porque la felicidad de ella es esa. Porque a ella el miedo no la frena. Su personalid­ad es avasallado­ra, es una berraca. No se da por vencida jamás. Al contrario, es impresiona­nte verla cumplir su sueño, porque, a pesar de lo que ha vivido, ella se para allá arriba y enfrenta todos sus temores”, responde Silvana.

De hecho, cuando María Paula Quintero volvió de su lesión de columna fue cuando descubrió los saltos de 21 metros, una tarde en la que Orlando Duque estaba practicand­o en Cali. Y le dijo a Miguel, su entrenador, que quería intentarlo. Que diez metros ya no eran suficiente­s, quería duplicar la altura. Duque dio el visto bueno y aceptó acompañarl­a en el camino. En un año entró a Red Bull y con 17 años se convirtió en la mujer más joven en ser atleta permanente de la Serie Mundial.

María Paula Quintero recuerda que en su debut su alegría fue tan grande que, en el primer salto, cuando entró al agua, perdió el conocimien­to. Fue el día más feliz de su vida, pero no recuerda nada. Los médicos le dijeron que se emocionó demasiado. Tanto que el cerebro se le apagó cuando tocó el agua. Entró en shock.

Así de intenso vive su deporte, porque la adrenalina es su motor. El susto de pararse en la plataforma para saltar al vacío. Sueña con que los saltos de caída libre se vuelvan olímpicos, quiere ganar una medalla para Colombia. Y también desea ser campeona de la Serie Mundial, tiene mucho tiempo, es joven todavía. Su mamá anhela que sea feliz, que viaje por el mundo y nunca deje de saltar. Y esa sería la verdadera felicidad para María Paula, seguir ligada a lo que le apasiona. A nunca dejar de tener miedo. “El día que pierda ese temor, le habré perdido respeto a mi deporte. Y la verdad, no creo que nunca deje de temerle a lo que amo”.

››Quintero

es pupila de Orlando Duque y es octava en la clasificac­ión de la Serie Mundial. Viene de competir en Boston y París, las dos primeras paradas del año.

 ?? / Red Bull ?? María Paula Quintero en una de las paradas de la Serie Mundial de Red Bull de saltos de altura, en Bosnia y Herzegovin­a.
/ Red Bull María Paula Quintero en una de las paradas de la Serie Mundial de Red Bull de saltos de altura, en Bosnia y Herzegovin­a.
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