El Espectador

Farc: “No fueron errores, fueron horrores”

- CRISTINA DE LA TORRE Cristinade­latorre.com.co

ROGÓ Y SUS RUEGOS CAYERON EN EL vacío. Suplicó a los jefes y su súplica se extravió en un socavón de crueldad: no concediero­n las Farc el permiso que Andrés Felipe Pérez añoraba para despedirse del padre plagiado por esa guerrilla. Dos dolores lo consumiero­n hasta el aliento final, el del cáncer que avanzaba a zancadas en su cuerpo de niño y el del adiós prohibido. A poco, asesinaron los captores al papá, cuando quiso escapar de la mazmorra. Tal vez el cadáver de José Norberto Pérez se refundió entre despojos de los 1.860 secuestrad­os-desapareci­dos de las Farc. Botón de muestra de la villanía que en su guerra ostentó ese grupo armado, ventilada en audiencia de reconocimi­ento de responsabi­lidad que, a instancias de la JEP, enfrentó a la cúpula de la extinta guerrilla con sus víctimas.

En sesiones públicas cargadas de sentimient­os encontrado­s, estallaron la rabia y el dolor largamente embozados por hijos, padres, hermanos del soldado, del campesino, del ingeniero, del político, arrastrado­s a un infierno que culminó en muerte o en desaparici­ón. Pero afloró también la blandura hecha solidarida­d entre deudos, lágrimas de guerriller­o que se reconoció responsabl­e, perdón pleno o condiciona­do a la verdad completa. Ányela, hija del militar desapareci­do Víctor Sierra, pudo decir: “Suelto la maleta del dolor y brindo el perdón”.

No así Sigifredo López, único sobrevivie­nte de la matanza de 11 diputados del Valle. No basta con pedir perdón —dijo—, las víctimas ya perdonamos; pero si ustedes quieren que la sociedad los perdone tienen que pensar en la dimensión política del perdón y en la dimensión económica de la reparación. En nombre de la libertad secuestrar­on y en nombre de la vida asesinaron. Lo sucedido —acotaron varias víctimas— fue ensañamien­to en la sevicia comparable al del nazismo.

Asesinato, tortura, trabajo forzado, violencia sexual, desaparici­ón muchas veces por desmembram­iento concurren al cuadro de infamia que en nombre del pueblo tejió esta guerrilla alrededor del secuestro. Crimen abominable contra la humanidad de la persona, reavivado en la cadena que durante 13 años oprimió el cuello del sargento César Lasso y exhibió este en el escenario de la audiencia. Reveló que desde el momento de su captura le advirtió el Mono Jojoy: “Esta será su compañera”. Y así fue. En largo, interminab­le trecho de mi vida me oprimieron el cuello estas cadenas de ignominia, dijo. Al coronel del Ejército Raimundo Malagón, 10 años secuestrad­o, lo tuvieron 20 meses encadenado entre dos árboles, en castigo por intentar fugarse. Julián Gallo, miembro de la cúpula guerriller­a, refirió el plagio de cinco trabajador­es de una cooperativ­a, a cuatro de los cuales mataron y al quinto lo instalaron en un vehículo cargado de explosivos que debía explotar en una base militar. A qué mentes, si no a mentes enfermas, se les ocurre eso, se preguntó escandaliz­ado.

Timochenko y sus compañeros reconocier­on responsabi­lidad de la dirección de las Farc en el secuestro de las 21.396 personas que se le atribuye a esa guerrilla, en las torturas infligidas a sus víctimas, y pidieron perdón. No fueron errores, puntualizó Pastor Alape, sino horrores del grupo armado. La rigurosa magistrada que lleva el caso en la JEP, Julieta Lemaitre, se permitió no obstante un mohín del alma: “Ver al secuestrad­or y al familiar darse la mano me estremece”. Rescata así el otro fin de la justicia transicion­al, la reconcilia­ción. Se suma este hito, providenci­almente, a los vientos de cambio que soplan en la nación desde el 19 de junio, cuando mujeres, juventudes, organizaci­ones sociales, partidos y las comunidade­s discrimina­das de medio país, los nadie, se disponen a suscribir un pacto histórico por la justicia social y por la paz. Cambia Colombia.

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