¿Y si la solución está en el cambio desde el aula?
A propósito de una columna publicada en El Espectador, del maestro Julián de Zubiría Samper, “Cinco desafíos que enfrenta el nuevo gobierno en la educación básica”, allí se expresa el reto de una “transformación pedagógica” que se debe dar en las próximas generaciones. Plantea que se ha retrocedido de una manera que nos alarma a los que somos educadores y que no hay un cambio claro porque en la política se tienen en cuenta más las campañas que la educación. No avanzamos y la calidad baja cada día más. Por otra parte, la formación de los maestros es poca, no se trabaja por proyectos y es prioritario fortalecerlos. Me quiero referir en especial a los docentes de educación básica, puesto que soy una de tantos en Colombia. Es importante analizar todos los retos que plantea el maestro De Zubiría; sin embargo, es fundamental comenzar el cambio desde el aula de clase. Los docentes siempre queremos cambios, sueldos más altos, más garantías, que nos paguen la maestría. Y es que la mayoría de nosotros venimos de abajo; algunos amamos la docencia, pero para otros la licenciatura fue la única salida. ¿Pero qué damos en nuestros contextos escolares? ¿Estamos reproduciendo información o enseñando a pensar? A pesar de los días y los años que trabajamos como profesores, no vemos cambios en las prácticas pedagógicas, nos quedamos con lo poco que nos dio la vida. Y seguimos hablando de transformación desde afuera. Es importante pensar con un sentido crítico. ¿Acaso es mejor para nosotros descansar, pensar en el mínimo esfuerzo y seguirnos quejando?
Quiero citar otro de los desafíos que expone el maestro De Zubiría, el trabajo en equipo con los proyectos interdisciplinarios. A los maestros nos cuesta mucho trabajar en equipo, porque se nos dificulta pensar que el aprendizaje debe ser holístico y no encontramos puntos en común. Volvamos al inicio, a las escuelas de los filósofos, allí se enseñaba a pensar desde un amplio panorama, no se separaban las ciencias humanas de las exactas, había una puesta en común de todas ellas. Los docentes podemos saber mucho de teoría, de la disciplina que manejamos, pero si supiéramos sobre la práctica pedagógica sería mejor. Podemos armar discursos enteros, ser muy buenos en la retórica, pero si no conocemos cómo aprende nuestro estudiante, estamos en la olla. Para concluir, es importante dejar la pereza, trabajar con proyectos lúdicos y transversales que aumenten los aprendizajes de los estudiantes, despertarlos mejorando nuestro discurso en lo práctico, conociendo el cerebro para utilizar la emoción en un aprendizaje dinámico y experiencial que conduzca a una transformación de saberes. Mientras trabajamos en ello, esperemos que nuestro gobierno le meta la ficha a la educación, así como nosotros lo hacemos desde el aula, ¿o mejor fuera de ella, como lo hacía Aristóteles? ¿Por qué quedarnos quietos?
Carmenza Rojas Fajardo.
Envíe sus cartas a lector@elespectador.com