El Espectador

El carácter de Cataño

- LA TRIBUNA DE MAROCCO ANDRÉS MAROCCO

››Daniel

Felipe Martínez ocupó el puesto 33, a 44 segundos del ganador. Nairo Quintana quedó en la casilla 46, a 49 segundos, mientras que Rigoberto Urán fue 109, a 1:14.

Si esa pelota entra, si no cobra mal, si Mier no la tapa, seguro que la historia del partido de vuelta de la final en Ibagué el domingo hubiese cambiado. A lo mejor terminaba en goleada y vuelta olímpica del vino tinto y oro. Nadie lo puede afirmar o negar. Una acción que hace parte del fútbol y les ha pasado a muchos jugadores históricos, como Zico, Platini, Baggio o Palermo en aquel recordado episodio contra Colombia en la Copa América, cuando cobró tres penaltis y no venció en ninguno a nuestro recordado Miguel Calero. Se entiende que al hincha tolimense le tiene que doler el gol perdido y la expulsión mal sancionada por el VAR contra el 10. Era máximo para amarilla, la roja fue demasiado drástica y puso al local en inferiorid­ad de condicione­s ante Nacional, que aprovechó para montarse en la cancha sabiéndose con ventaja. Lo que no se justifica es que hasta cuando entró el miércoles, en el segundo tiempo por Raziel García, gran parte de la afición fue supremamen­te agresiva con el humilde y talentoso bellanita, a su servicio desde hace cuatro años.

El hincha que raya fácilmente en el fanatismo es muy dado a buscar siempre un culpable, olvidarse de que los hombres que salen a la cancha y defienden su escudo merecen al menos que los apoyen en las buenas y en las malas. ¿ En qué cabeza cabe que el buen Daniel, que ha tenido que recorrer a sus 30 años caminos supremamen­te complicado­s para surgir, quería fallar el cobro o dejar a su equipo con uno menos en una final? Es cierto que para llegar a la excelencia se necesita exigencia y que la ruta a la grandeza que persigue este equipo necesita tener un margen de error mínimo, pero ensañarse con el ser humano no es para nada correcto y más si es patrimonio del club. Cataño ya fue campeón con los pijaos, ya supo lo que es sufrir la B en Rionegro y Bucaramang­a, y ha tenido que superar lesiones graves. Tiene un espíritu muy fuerte y por eso, aunque probableme­nte le dolió mucho que lo insultaran en redes y por ahí en la calle le gritara uno que otro troglodita, tuvo el carácter suficiente para pedir el balón y cobrar esa pena máxima, mal eso sí, empalmándo­la erradament­e, pero asumiendo el reto con valentía y compromiso por los colores que defiende. Además le pidió a Hernán Torres que no lo fuera a dejar por fuera del partido de copa frente a Flamengo, en el que entró en la segunda etapa a manejar con destreza los hilos del medio campo. Equivocars­e hace parte del libreto de la vida misma, intentarlo es lo debido siempre. Ahora tendrá que trabajar más para reducir el riesgo de que le adivinen el palo, pero rendirse jamás, Cachorro, como le gusta que le digan. Vienen más batallas y cada uno en este teatro debe desempeñar su rol con pasión, pero sin olvidar sus funciones. La afición, a alentar, criticar con bondad y llenar el estadio para que el talento de sus gladiadore­s en la arena fluya y se sienta respaldado.

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