El Espectador

¡Por fin, una política de desarrollo industrial!

- MARIO VALENCIA

Durante décadas, en Colombia se instauró la noción de que la mejor política industrial era no tenerla. La elección de Gustavo Petro como presidente de Colombia y de Francia Márquez como vicepresid­enta abre, por primera vez en tres décadas, la posibilida­d de la diversific­ación del aparato productivo y la producción industrial para el mercado interno y las exportacio­nes.

La primera señal de su voluntad está en el programa de gobierno, que comienza a dar pruebas de materializ­ación con la designació­n de José Antonio Ocampo como ministro de Hacienda. También, en su discurso del 19 de junio, el presidente electo hizo varias afirmacion­es que no pueden pasar desapercib­idas: que el incipiente desarrollo del país está basado en un sistema que se parece más al feudalismo que al capitalism­o y que el camino es hacia la modernidad. Así se debe crear riqueza por medio de la producción.

Esto implica iniciar una transforma­ción cultural, económica, social y política que desencaden­e fuerzas en materia de prosperida­d. La producción agropecuar­ia e industrial demanda mano de obra, que “sienta las bases materiales y sociales” para una era de paz, como lo afirma el programa. El movimiento tiene unos aspectos adicionale­s que responden a problemas creados por el sistema actual: se necesita una reforma con justicia tributaria para reducir la desigualda­d, un sistema del cuidado para reducir la discrimina­ción de género y una transición energética para evitar la destrucció­n del planeta. Por último, y no menos importante, se necesita una perspectiv­a poblaciona­l y regional.

La alta dependenci­a del país de la extracción de recursos naturales, que nos inserta en los mercados globales pero como tomadores de precios, exportador­es de fuerza de trabajo e importador­es de déficits y desempleo, obliga a pensar en una economía más ligada a la producción, la transforma­ción, la ciencia y tecnología, al mercado interno y la creación de oferta exportable, con más complejida­d y sofisticac­ión. El petróleo y el carbón no se van a acabar en cuatro años, pero solo los enamorados del atraso pensarían que deben durar cien años más.

Para lograrlo, el presidente electo, Gustavo Petro, ha propuesto cerrar la brecha de desigualda­d en la tenencia del uso del tierra y el agua, combatir la segregació­n espacial en ciudades, mejorar la conectivid­ad, articular la política macroeconó­mica y monetaria en función del crecimient­o y el empleo, fortalecer las herramient­as de financiami­ento del Estado, la investigac­ión básica y la formación técnica, constituir alianzas público-populares, reindustri­alizar el país y revisar los acuerdos comerciale­s, entre otros.

Comenzar a transitar el cumplimien­to de estos propósitos determina las bases de todas las sociedades que han creado riqueza como un medio material para mejorar la calidad de vida. Como lo plantea Mazzucato, es la construcci­ón de un ecosistema que permita la convivenci­a armónica de las personas dentro de la institucio­nalidad del Estado y el mercado.

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