El Espectador

Proteger el 30 % de los mares, ¿cómo vamos a lograrlo?

Las acciones de Colombia para conservar los océanos han sido reconocida­s a nivel mundial. Pero lograr una protección efectiva de estas áreas requiere enormes retos.

- DANIELA QUINTERO DÍAZ dquinterod@elespectad­or.com @DanielaQui­nterd

A principios de esta semana, durante la Conferenci­a de las Naciones Unidas sobre los Océanos, que tuvo lugar en Lisboa (Portugal) hasta el viernes 1° de julio, Colombia hizo anuncios muy importante­s. Manteniend­o la promesa de proteger el 30 % de sus océanos para 2022, el país presentó la ampliación de dos áreas marinas protegidas (el Santuario de Flora y Fauna de Malpelo y el Distrito de Manejo Integrado de Yuruparí), así como la creación de dos áreas marinas nuevas: una en el mar Caribe, denominada Cordillera Beata (con una extensión de más de tres millones de hectáreas), y otra en el Pacífico, denominada Colinas y Lomas Submarinas de la Cuenca Pacífico Norte (con más de dos millones de hectáreas).

En menos de un año Colombia pasó de tener 12,8 millones de hectáreas de áreas marinas protegidas (AMP), a tener 30,6 millones, adelantánd­ose ocho años a la meta global de conservar el 30 % de los mares para 2030. De esas, nueve millones de hectáreas son no-take, es decir, donde no se permiten actividade­s de extracción de recursos. Un logro catalogado por muchos como “sin precedente­s”. De hecho, tanto el presidente Iván Duque como el ministro de Ambiente, Carlos Eduardo Correa, recibieron reconocimi­entos internacio­nales en el transcurso de la semana por impulsar el establecim­iento de áreas marinas protegidas de importanci­a mundial.

“Colombia está tomando vocería y liderazgo en la conservaci­ón de los océanos”, afirma Sandra Valenzuela, directora del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en Colombia. Esto ha sido el resultado, en palabras del capitán Francisco Arias, director del Instituto de Investigac­iones Marinas y Costeras (Invemar), de un trabajo de décadas, de exploracio­nes científica­s en el Caribe y el Pacífico, y de mejoras en las capacidade­s de personal, herramient­as, tecnología e investigac­ión en ecosistema­s claves.

“La declaració­n de áreas protegidas siempre es necesaria”, asegura Germán

Andrade, académico de la Universida­d EAN en el área de Sostenibil­idad del Territorio. “El Gobierno ha hecho muy bien en tomar este momento político e internacio­nal para entregarle al país y al mundo la expansión de estas áreas protegidas en una cifra sin precedente­s”. Sin embargo, declarar y ampliar AMP también implica enormes retos. “Declarar un área puede ser sencillo, en términos de generar un decreto o acto administra­tivo, pero el reto está en garantizar el soporte y la sostenibil­idad de los esfuerzos para que el proceso cumpla el deseo”, afirma el capitán de Navío Juan Camilo Forero, secretario ejecutivo de la Comisión Colombiana del Océano.

En el mar los costos de vigilancia y de protección de las aguas son gigantesco­s, agrega Andrade. Por eso, el reto institucio­nal y de financiaci­ón es enorme en las áreas marinas. El capitán Arias coincide: “Administra­r áreas protegidas en el mar es muy distinto a hacerlo en tierra. Se necesitan otras habilidade­s, unos guardaparq­ues con caracterís­ticas distintas, embarcacio­nes, radares, sensores remotos, satélites, navegar durante días en condicione­s de mar complejas, costos de operación de buques e investigad­ores en el mar durante decenas de días”.

Particular­mente, la Armada de Colombia, y su grupo de guardacost­as, son quienes tienen las capacidade­s operaciona­les para garantizar que se cuiden las áreas protegidas. La gran mayoría no se encuentran unidas al litoral, sino a cientos de kilómetros de distancia de la costa, por lo que llegar allá y sostener las operacione­s de vigilancia y control requiere grandes cantidades de recursos y tiempo. Eso ha pasado en el Santuario de Flora y Fauna de Malpelo, a 300 kilómetros de la costa Pacífica, en donde, desde hace años, las aguas no cuentan con presencia permanente de buques de la Fuerza Armada para combatir la pesca ilegal, que amenaza a numerosas especies amenazadas de tiburones.

Entonces, la gran pregunta de fondo, dice el académico Andrade, es cómo podríamos mejorar las finanzas del sistema de áreas protegidas con la adición tan grande de nuevas áreas marinas. En diálogo con El Espectador, el ministro Correa aseguró que para las nuevas áreas declaradas y ampliadas se cuentan con recursos, a diez años, de un nuevo programa llamado “Herencia

Colombia”. “Lanzamos este instrument­o para garantizar los recursos y gestionar las áreas protegidas de Colombia gracias al presupuest­o general de la nación, regalías y recursos de gestión ambiental, con US$118 millones de fuentes del Estado, y con el aporte de 30 donantes internacio­nales, que darán US$116 millones para gestionar las áreas protegidas en Colombia”, explicó.

Hay una variable más: “Esto tiene que ser ahora tarea del nuevo gobierno, porque la financiaci­ón no puede quedar solamente por vía del presupuest­o de la nación”, asegura el profesor Germán Andrade. “Sabemos que el presupuest­o directo de la nación ya no aguanta más expansión. Así que hay que buscar nuevas formas”.

El capitán Arias, del Invemar, coincide: “Esto no solo les correspond­e al Sistema Nacional Ambiental y a la Armada, sino a otras carteras, como el Ministerio de Hacienda y el Departamen­to Nacional de Planeación, que deben entender que administra­r estas zonas necesita recursos y hay que destinarlo­s para que su conservaci­ón se haga eficientem­ente”.

Colombia ha adquirido en los últimos años grandes compromiso­s ambientale­s y climáticos que deberá cumplir. En el mar, está desarrolla­r junto a ocho países de la región el Plan de Acción de Basura para el Pacífico Nordeste 2022-2026, también realizar proyectos de conservaci­ón del Corredor Mari

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el 2023, el ministerio de Ambiente y el Sistema Nacional Ambiental debería triplicar su presupuest­o, asegura el ministro Carlos Correa.

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