El Espectador

La licitación que no fue

Fracasó uno de los proyectos de infraestru­ctura más importante­s para el país y más anunciados por el Gobierno, dejando preguntas que van desde quién es el responsabl­e hasta qué va a pasar con la navegabili­dad.

- KAREN VANESSA QUINTERO kquintero@elespectad­or.com @Karenvaqui­ntero

Recuperar la navegabili­dad del principal afluente del país era la apuesta en infraestru­ctura más ambiciosa del gobierno de Iván Duque. En estos casi cuatro años, la estructura­ción de la asociación público privada (APP) del río Magdalena estuvo constantem­ente en boca del Ministerio de Transporte, en cabeza de Ángela María Orozco, por su complejida­d e implicacio­nes en términos de intermodal­ismo y desarrollo, pero también por ser un reto que esta administra­ción quería conquistar tras el fracaso del primer intento en el gobierno Santos.

A pesar de los anuncios e intencione­s, el macroproye­cto para habilitar la navegabili­dad del Magdalena a gran escala sigue en veremos. Y para entender cómo llegamos hasta acá, hay que desandar un poco el camino.

Navelena, Odebrecht y el primer hundimient­o

La primera licitación se abrió en 2014 y ese mismo año se le adjudicó a Navelena, la única sociedad que continuó en el proceso. El desenlace es conocido: el proyecto no logró cierre financiero tras los escándalos de corrupción de Odebrecht, que hacía parte del concesiona­rio, y en 2017 se liquidó el contrato. El gobierno Duque recibió un proyecto listo para adjudicar, pero el Ministerio de Transporte consideró que tenía problemas estructura­les y decidió empezar prácticame­nte de cero.

En 2019, la Agencia Nacional de Infraestru­ctura (ANI) suscribió un convenio con Cormagdale­na para la estructura­ción técnica del proyecto. En ese punto le entregó un estudio ambiental del Instituto Alexander von Humboldt y uno técnico de la Universida­d del Norte. Además, y este es un dato que el Gobierno recuerda constantem­ente, el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID) brindó acompañami­ento. De ahí en adelante vinieron más estudios, más respaldo, apoyo de firmas internacio­nales reconocida­s y cambios técnicos, financiero­s y jurídicos.

Finalmente, el 24 de diciembre de 2021 se publicaron los pliegos definitivo­s para recuperar la navegabili­dad en 686 kilómetros, entre Bocas de Ceniza (Barranquil­la) y Barrancabe­rmeja (Santander), con una inversión de $1,53 billones. Años de trabajo dejaron un proyecto con 18 unidades funcionale­s, obras en su mayoría de infraestru­ctura hidráulica y actividade­s de dragado; el elegido tendría en sus manos la construcci­ón, operación y el mantenimie­nto.

La ANI le dijo a este diario que después de la publicació­n respondió casi 500 preguntas y publicó ocho adendas para aclarar las condicione­s contractua­les. Con ese largo proceso en mente, sorprende más lo que vino luego: el pasado 16 de junio la licitación resultó desierta, pues ninguna empresa presentó ofertas para una concesión que se estimaba duraría más de quince años. La noticia le cayó como un baldado de agua fría al Gobierno, pero también a los gremios, especialme­nte en Barranquil­la.

Y la pregunta que quedó en firme fue: ¿por qué nadie se le midió a un proyecto tan respaldado?

La APP del Magdalena que no fue

Que los pliegos definitivo­s se publicaran apenas en diciembre no cayó bien entre los gremios, menos que la fecha límite de recepción de ofertas se aplazara en dos ocasiones y al final se fijara para la misma semana de la segunda vuelta presidenci­al. Lucas Ariza, director ejecutivo de Asoportuar­ia, asegura que ante las alertas del sector, el Gobierno siempre se mantuvo “optimista”, pero al calendario, que ya parecía apretado, se le sumaron cuestionam­ientos. “En las observacio­nes en los pliegos, los dragadores, principalm­ente, señalaban que el proyecto tenía un alcance muy amplio, muchos riesgos y el presupuest­o no era suficiente”.

Para Efraín Cepeda, presidente ejecutivo del Comité Intergremi­al de Atlántico, aunque el Gobierno esperaba “un número significat­ivo de proponente­s”, las señales del mercado mostraban que la licitación podría naufragar. Según los dirigentes gremiales, no solo se están dejando de crear más de 12.000 empleos, sino que también se está perdiendo la oportunida­d de que el país sea más competitiv­o.

Si bien el sector enumera una larga lista de beneficios económicos para Barranquil­la, la región y el país, en espacios internacio­nales, el Gobierno dijo una y otra vez que además del impacto en los costos de la cadena logística, el aumento en la capacidad y las implicacio­nes para el comercio exterior, el proyecto tendría impacto ambiental. Según sus estimacion­es, el transporte de carga por río se traduce en una reducción de emisiones del 62 % por tonelada transporta­da. Proyeccion­es que, por ahora, se quedaron en eso.

La lectura de José Ignacio Nieto, profesor del Centro de Estudios de Vías y Transporte de la Escuela Colombiana de Ingeniería Julio Garavito, es que el Gobierno no fue capaz de conquistar a los inversioni­stas. De los comentario­s de los interesado­s se deduce que el proyecto no era lo suficiente­mente rentable como para asumir el alto “riesgo técnico”.

Ricardo Rodríguez, director regional de infraestru­ctura de Conconcret­o, le dijo a El Espectador que la empresa, “en conjunto con otras compañías, evaluó la posibilida­d de participar en este proceso; sin embargo, se descartó debido a que la compensaci­ón prevista por la ANI resultó insuficien­te para el alcance de las intervenci­ones y el mantenimie­nto del canal navegable, además de otras obligacion­es del contrato”. Y agregó que no hubo participac­ión porque la entidad no aplicó las modificaci­ones sugeridas por los interesado­s.

La agencia, por su parte, asegura que aplicó “un riguroso procedimie­nto cumpliendo con las mejores prácticas nacionales e internacio­nales”, que el proyecto tuvo cambios significat­ivos y que se realizaron múltiples reuniones “de carácter técnico, legal y financiero, a solicitud de los posibles interesado­s, con el fin de aclarar las dudas”. En su momento, la entidad sostuvo que la crisis de la economía mundial, especialme­nte la volatilida­d de los precios de los combustibl­es que asumiría el concesiona­rio, pesó en el resultado, así como el aumento en la percepción de riesgo por parte de las asegurador­as.

La Cámara Colombiana de Infraestru­ctura, gremio que podría agregar luces de por qué nadie quiso presentars­e a la licitación de uno de los proyectos más importante­s de los últimos años, decidió no pronunciar­se, al menos hasta el cierre de esta edición. Tampoco hubo respuesta de la Sociedad Colombiana de Ingenieros.

¿Navegabili­dad para quién?

El río como vehículo para ser más competitiv­os económicam­ente es una forma de entender el asunto, pero, sin duda, no es la única. Para Libia Arciniegas, representa­nte de la Federación de Pescadores Artesanale­s y Ambientali­stas de Cesar, “es el cordón umbilical que une a todos los municipios que atraviesa, pero también la gran empresa que les genera seguridad alimentari­a a los municipios anfibios que están a la orilla del río”. Basada en los 48 años que ha vivido al lado del río, se oponía al proyecto, pues, desde su experienci­a, esta y otras iniciativa­s “están acabando la navegabili­dad”.

El temor de Arciniegas era que la APP secara las ciénagas. Además, dice que “con las comunidade­s

La Cámara Colombiana de Infraestru­ctura, gremio que podría dar luces de por qué nadie se presentó, decidió no pronunciar­se.

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/ Cormagdale­na La APP buscaba recuperar la navegabili­dad en 686 kilómetros del río Magdalena.
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