El Espectador

Verdades incómodas

- PIEDAD BONNETT

Abrazo en el Jorgeliéce­r

QUE EL PRESIDENTE DUQUE NO HAya asistido a la ceremonia de presentaci­ón del Informe final de la Comisión de la Verdad es la prueba suprema de su desdén por el colosal trabajo que adelantó ese tesonero equipo de trabajo, de su animadvers­ión contra el proceso de paz, al que torpedeó durante los cuatro años de su gobierno, y la demostraci­ón más clara de su mezquindad, su prejuicio, su lealtad ciega a un uribismo al que él mismo se encargó de acabar de hundir. De razón Vladdo escribió que “hay hombres que nunca serán grandes aunque ostenten cargos muy altos”.

Pero a pesar de todo, y gracias a los mecanismos creados en los Acuerdos de La Habana, la verdad se ha ido abriendo camino por entre la maraña de trabas y dificultad­es, de modo que, por lo que hemos presenciad­o en los últimos meses, podemos tener la esperanza de ir sanando heridas y de construir un camino de reconcilia­ción. Aunque indignante, fue ya un paso gigantesco ver cómo los militares confesaban su autoría en las ejecucione­s extrajudic­iales contra cientos de jóvenes inocentes; y, la semana pasada, ver cómo las víctimas de secuestro de las Farc se enfrentaba­n a los hombres de la cúpula con su dolor, sus reclamos y su rabia, y cómo estos viejos excomandan­tes, impelidos por las circunstan­cias, aceptaban su culpa, prometían más verdad, se confesaban avergonzad­os de tantas y tantas atrocidade­s cometidas durante el conflicto. ¿Que hay quién no cree en la verdad de su contrición? Tal vez. Pero era absolutame­nte necesario que se expresaran. A mí, personalme­nte, me sobrecoge ver esos hombres que dilapidaro­n su vida en una guerra que rápidament­e fue extraviand­o los ideales de justicia y de cambio que alguna vez tuvieron, hasta convertirl­os en lo que son hoy: exlíderes que no tendrán – aunque lo intentenun­a segunda oportunida­d sobre la tierra. Porque perdieron el ascendient­e sobre aquellos que alguna vez quisieron redimir. Y porque no hay intento de revolución que pueda durar 50 años sin degradarse y corrompers­e.

Como creo que los acuerdos de La Habana, aunque imperfecto­s, fueron un logro, celebro que esa cúpula de excomandan­tes se haya reinsertad­o, e incluso que tengan sus curules. Pero otra habría sido su suerte si se hubieran desmoviliz­ado muchos años antes. Lo prueba Gustavo Petro, que al optar todavía muy joven por la vía democrátic­a, pudo hacer un camino hacia el poder, largo y difícil pero exitoso. Su asistencia a la presentaci­ón del Informe final de la Comisión fue muy importante por todo el respaldo que significa.

Como dijo el padre De Roux, lo que leeremos en el Informe serán verdades incómodas pero absolutame­nte necesarias. Por supuesto que ya empezaron los enemigos de la paz a desvirtuar­las, comenzando por nuestro excelso presidente, que sembró dudas desde Lisboa cuando dijo que espera que no sea “un informe de posverdad”, y redujo las muchas complejida­des del conflicto a una “verdad” en blanco y negro: “En Colombia hemos tenido unas fuerzas legales del orden que defienden la Constituci­ón y la Ley, y hemos tenido terrorismo que ha pretendido acallar y silenciar la voz de un pueblo en democracia”. Esperemos que los colombiano­s, ahora que tanto se habla de cambio, no pasemos por alto esta oportunida­d de esclarecim­iento de tantas violencias y dolores.

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