Sobre espumas, verdades y violencias
EN ALGUNOS PARQUES DE CIUDADES venden todavía jabón líquido envasado en tarritos de colores acompañado de unos alambres en forma de cuchara, que sirven para soplar burbujas de jabón. Niños y mascotas persiguen las burbujas y en el espejo transparente del jabón se pueden ver sus reflejos.
Las espumas de jabón son un espejo para mirar lo que somos. Esta es quizás una metáfora para llamar la atención sobre lo que sucedió a lo largo de la semana que se acaba hoy en Soacha. Localizada al suroccidente de Bogotá, esta ciudad abraza la cuenca alta del río Bogotá, que recibe los impactos de actividades que benefician a otras áreas geográficas. La tala de bosques, los cultivos de papa (con sus fertilizantes y desechos agrícolas), las industrias de tratamiento de cueros y curtiembres localizadas entre Villapinzón y Chocontá, las industrias varias de Zipaquirá, Tocancipá, Cajicá, Bogotá, Funza, Mosquera y Soacha. Esto sin contar los otros muchos residuos (no industriales) de la ciudad de Bogotá.
Fue en este contexto, tras las fuertes lluvias de la semana, que habitantes de la Comuna 4 de Soacha vivieron el desbordamiento de un caño con aguas servidas. Según se pudo ver en todo tipo de imágenes, este desagüe causó la formación de abundante espuma contaminada. “El origen de la espuma es por el uso de químicos por parte de empresas ilegales que trabajan en el sector. Nosotros junto a la Policía Nacional estaremos realizando los operativos pertinentes”, explicaron funcionarios de la administración municipal. En una zona acostumbrada a los cortes de agua y las averías de los alcantarillados, las familias no se sorprendieron al amanecer entre el agua que inundaba sus viviendas. Otra cosa suscitaron las espumas, que alcanzaron hasta ocho metros de altura, cuyos olores y texturas atraparon y asustaron.
El presidente de la Junta de Acción Comunal
del barrio El Berreno contó cómo “la espuma y el agua nos llegaban hasta la cintura y a la misma comunidad le tocó destapar los tubos que conducen el agua del caño”. También dijo que “la contaminación es tremenda en el sector”, y explicó que, pese a las declaraciones de las autoridades, no se conocen los componentes químicos de la avalancha. “Arriba hay aproximadamente unas 220, 240 casas…, pero tenemos hartos niños atrapados. Estoy bregando a hacer el camino para que puedan pasar las personas y poderlas sacar de allá, porque todos se llenaron de espuma. Esto está tenaz”, declaró ante la prensa una de las personas que atendió el incidente.
La Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) anunció que “la espuma se forma cuando se juntan las aguas residuales con el movimiento de las constantes y largas lluvias”. En una frase reveladora, la CAR puntualizó que, “junto con las autoridades municipales”, se ha advertido en reiteradas ocasiones que la zona en que se formó las espuma “no es una zona habitable”. Es decir que la nube de espuma tóxica persistirá y deberán migrar (escapar) los que se la topan en el camino.
Nos dice algo que la semana en que la Comisión de la Verdad hizo público su informe final, amanezca la Comuna 4 de Soacha entre una contaminación química que los pobladores califican de “invivible”. La Comuna 4 Cazucá es la cuarta de las seis comunas del casco urbano del municipio de Soacha y en 2014 albergaba el mayor número de personas desplazadas en el país. Entre los habitantes de este sector viven casi 17.000 víctimas del conflicto armado que llegaron huyendo de la violencia. El panorama ha sido descrito con precisión en crónicas y reportajes: calles sin pavimentar, conexiones y viviendas hechas a pulso.
Las espumas son (vale repetir) un espejo para mirar lo que somos. Las imágenes que publicaron prensa y televisión muestran a las familias saliendo de sus casas entre la espuma mientras los bomberos rociaban agua para tratar de dispersarla. Los adultos que lograban salir se aprestaban a destapar los caños que se desbordaron para salvar sus barrios, viviendas y sustento.