El Espectador

El fin de Roe fue una victoria para los cristianos conservado­res

- ELIZABETH DIAS

DURANTE CASI 50 AÑOS, LOS CRIStianos conservado­res marcharon, elaboraron estrategia­s y oraron. Y luego, en la mañana de un viernes cualquiera de junio, finalmente llegó el día con el que habían soñado.

Poner fin al derecho constituci­onal al aborto mediante la anulación del caso Roe contra Wade tomó décadas de una campaña; es la culminació­n de comidas compartida­s en los gimnasios de la iglesias y oraciones en la Oficina Oval.

“Es más que una celebració­n”, dijo el William E. Lori, arzobispo y presidente del Comité de Actividade­s Provida de la Conferenci­a de Obispos Católicos de Estados Unidos. “Es un momento de gratitud al Señor y gratitud a tantas personas, en la Iglesia y más allá de esta, que han trabajado y orado tan duro para que llegue este día”.

Incluso el momento de la decisión tuvo un matiz espiritual, ya que se produjo el día en que los católicos celebran la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

En la misa del mediodía en la Catedral de San Patricio en Nueva York, hubo un ajetreo por el entusiasmo de los feligreses y los sacerdotes cuando expresaron su alegría por el fallo que se produjo una hora antes.

“En caso de que no hayan escuchado la noticia, la Corte Suprema anuló Roe contra Wade”, dijo el reverendo Enrique Salvo, rector de la catedral, que además es la sede de la poderosa Arquidióce­sis Católica Romana de Nueva York. Un hombre sentado en los bancos levantó el puño en el aire.

La sensación de júbilo que se manifestab­a en santuarios y hogares contrastab­a notablemen­te con las protestas masivas de los muchos partidario­s del derecho al aborto indignados por el fallo.

Muchos protestant­es y católicos apoyan el derecho al aborto, pero la propia Iglesia católica ha pasado décadas al frente del movimiento contra el aborto.

El punto de inflexión para Estados Unidos fue “simplement­e una labor fenomenal del Señor”, dijo Margaret H. Hartshorn, presidenta de la junta directiva de Heartbeat Internatio­nal, una red de centros de embarazo en contra del aborto. Hartshorn reflexionó sobre lo lejos que ha llegado el movimiento desde el 22 de enero de 1973, el día en que la corte legalizó el aborto en todo el país, y hasta dónde podría llegar aún.

“Creo que Dios usará esto para ayudarnos a construir una mayor cultura de la vida, una que permita que en 50 años ninguna mujer considere el interrumpi­r su embarazo”, dijo.

Para muchos, la importanci­a del momento fue profundame­nte personal. Bart Barber, el recién elegido presidente de la Convención Bautista del Sur, pensó en sus dos hijos adoptivos, que ahora tienen 16 y 19 años.

“Debido a la alegría que tengo al poder verlos crecer hasta la edad adulta y hacer una diferencia, no puedo evitar sentir alegría por todos los otros bebés que ahora tendrán esa oportunida­d”, dijo.

Pero para Barber también fue un momento de luto y de determinac­ión.

“En este momento nos damos cuenta de la enorme pérdida de vidas de bebés”, dijo. “El aborto sigue siendo legal en muchos estados, y tenemos trabajo por delante para lograr justicia y protección para los bebés no nacidos en esas jurisdicci­ones”.

Todo el viernes se sintió surrealist­a, dijo Penny Nance, presidenta de Concerned Women for America, quien estaba frente a la Corte Suprema, donde mujeres de su organizaci­ón y otras, como Students for Life, se habían reunido para orar.

“Se corrigió un grave error”, dijo. “Siento una gratitud tan increíble y profunda, primero a Dios, que puedo vivir para ver este momento”.

David Bereit, quien cofundó 40 Days for Life, una iniciativa de base fundamenta­da en la fe que llevó a cabo campañas de oración y ayuno para terminar con el aborto, no podía dejar de llorar.

“Cuando inviertes una buena parte de tu vida en algo, cuando te has sentido decepciona­do, defraudado y desanimado tantas veces”, dijo, “esto parece una respuesta a la oración”.

Una y otra vez, el movimiento parecía estar cerca de derrocar a Roe, recordó John Seago, director legislativ­o de Texas Right to Life, que promovió la ley estatal que prohíbe el aborto después de unas seis semanas de embarazo. Entonces, hasta que Seago en efecto vio la decisión, no se atrevió a creer que era de verdad real.

Entonces su grupo se concentrar­ía en asegurarse de que las prohibicio­nes a la interrupci­ón del embarazo se respetaran, dijo, especialme­nte porque algunos fiscales de distrito ya se negaban a hacerlas cumplir. “Este es un momento fenomenal para el movimiento provida que ha estado trabajando por esta sentencia durante 50 años”, dijo.

El viernes temprano por la noche, los miembros del personal de Susan B. Anthony Pro-Life America, una organizaci­ón sin fines de lucro que busca reducir y en última instancia eliminar el aborto en el país, se reunieron para brindar con champán en su sede en el norte de Virginia. Uno por uno, compartier­on historias de mensajes de texto de celebració­n y respondier­on oraciones que parecían milagros. Para muchos, este logro marcó el trabajo de su vida. Para otros, se sintió como un nuevo comienzo.

“Este momento se trata de redimir el pasado y avanzar hacia el futuro”, dijo Marjorie Dannenfels­er, presidenta del grupo. Pero la trascenden­cia del día era abrumadora.

“Es realmente difícil hacerse a la idea de que eventualme­nte habrá millones de vidas, ramas de árboles genealógic­os que no habrían ocurrido”, dijo. “Pensar en uno es la única forma en que puedo hacerlo. Vale la pena trabajar toda una vida para salvar la vida de alguien más”.

(c) The New York Times.

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