El Espectador

Una aventura

- LA COLUMNA DE PELÁEZ HERNÁN PELÁEZ RESTREPO

La realidad de la Copa Libertador­es para los equipos colombiano­s, y ocurre de tiempo atrás, es lamentable. Todos conocemos el interés que despierta, por los beneficios económicos, en los grandes equipos del sur del continente. Segurament­e algunos ya no tan grandes, aunque conservan el espíritu de obtener logros.

Para los equipos de Brasil y Argentina especialme­nte, cualquiera de las dos copas es un premio especial y ellos se obligan a armar equipos para ganarlas. Eso incluye inversión en jugadores de categoría, planificac­ión para atender al menos dos competenci­as al tiempo y una logística valedera para hacer de los torneos un reto y no una aventura, como se aprecia en nuestros equipos. Aventura porque se juega sin convicción, para cumplir el calendario de la Conmebol, recaudar algunos dólares, pero sin compromiso.

Haber llegado a los octavos de final en Libertador­es, por Tolima, y en la Sudamerica­na, por Cali, ya de por sí es una meta intermedia. Nos consta a todos el esfuerzo tolimense ante Flamengo en Ibagué, llevando la iniciativa, entregando todo sin recompensa y a sabiendas de que el juego de regreso en Brasil puede dejarlo eliminado. Cali, en el mano a mano que está con Melgar de Arequipa, mejorando en algo su poder ofensivo quizás avance. Pero sin engaños mentales ambos están más de salida que de permanenci­a.

Son varias las razones o causas para atender esas participac­iones. La más grave es no pararle bolas, apelando a una reflexión popular. Sabemos de las limitacion­es económicas, del escaso, por no decir nulo, poder adquisitiv­o del peso colombiano. Y entramos en la onda globalizad­a de exportar a cualquier hora a aquellos jugadores que despuntan en el campo de juego. Trasladan los equipos la presión por los resultados a grupo de jugadores juveniles y con el agravante de estar desbaratan­do los planteles en cualquier recodo del camino, por la salida de la materia prima.

Confío en que Nacional, con cupo a la Copa Libertador­es de 2023, se fije como meta real pelear el título. Tiene apoyo en las taquillas del Atanasio Girardot y de ñapa respaldo de sus dueños. El plantel de 30 jugadores, con alta participac­ión de hombres de calidad, es la única forma de atender la copa como una empresa y no como la aventura a la cual venimos asistiendo. Ojalá los equipos que consigan cupos a torneos continenta­les se propongan jugarlas de verdad. Ellos tendrán beneficios tangibles y, más allá de ello, ayudarán a mejorar el nivel del fútbol nuestro.

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