Una aventura
La realidad de la Copa Libertadores para los equipos colombianos, y ocurre de tiempo atrás, es lamentable. Todos conocemos el interés que despierta, por los beneficios económicos, en los grandes equipos del sur del continente. Seguramente algunos ya no tan grandes, aunque conservan el espíritu de obtener logros.
Para los equipos de Brasil y Argentina especialmente, cualquiera de las dos copas es un premio especial y ellos se obligan a armar equipos para ganarlas. Eso incluye inversión en jugadores de categoría, planificación para atender al menos dos competencias al tiempo y una logística valedera para hacer de los torneos un reto y no una aventura, como se aprecia en nuestros equipos. Aventura porque se juega sin convicción, para cumplir el calendario de la Conmebol, recaudar algunos dólares, pero sin compromiso.
Haber llegado a los octavos de final en Libertadores, por Tolima, y en la Sudamericana, por Cali, ya de por sí es una meta intermedia. Nos consta a todos el esfuerzo tolimense ante Flamengo en Ibagué, llevando la iniciativa, entregando todo sin recompensa y a sabiendas de que el juego de regreso en Brasil puede dejarlo eliminado. Cali, en el mano a mano que está con Melgar de Arequipa, mejorando en algo su poder ofensivo quizás avance. Pero sin engaños mentales ambos están más de salida que de permanencia.
Son varias las razones o causas para atender esas participaciones. La más grave es no pararle bolas, apelando a una reflexión popular. Sabemos de las limitaciones económicas, del escaso, por no decir nulo, poder adquisitivo del peso colombiano. Y entramos en la onda globalizada de exportar a cualquier hora a aquellos jugadores que despuntan en el campo de juego. Trasladan los equipos la presión por los resultados a grupo de jugadores juveniles y con el agravante de estar desbaratando los planteles en cualquier recodo del camino, por la salida de la materia prima.
Confío en que Nacional, con cupo a la Copa Libertadores de 2023, se fije como meta real pelear el título. Tiene apoyo en las taquillas del Atanasio Girardot y de ñapa respaldo de sus dueños. El plantel de 30 jugadores, con alta participación de hombres de calidad, es la única forma de atender la copa como una empresa y no como la aventura a la cual venimos asistiendo. Ojalá los equipos que consigan cupos a torneos continentales se propongan jugarlas de verdad. Ellos tendrán beneficios tangibles y, más allá de ello, ayudarán a mejorar el nivel del fútbol nuestro.